/ viernes 6 de noviembre de 2020

Viven en una comuna y comparten alimentos para subsistir

Cada día los mayores, además de Monse de 15 años de edad -quien no se hallaba en el domicilio-, se distribuyen en los cruceros de la ciudad para limpiar parabrisas

Salamanca.- Jesús Mérida Oaxaca es un hombre de 60 años discapacitado en silla de ruedas que, en tiempos de la pandemia del coronavirus, junto con cinco jóvenes y cuatro menores sobrevive en la colonia “Cartolandia” desde hace nueve años. Trabajan todos en los cruceros de la ciudad. Ellos lo adoptaron y él los adoptó a ellos. Viven como en comuna y se reparten solidariamente los alimentos. A veces comen una vez al día, y cuando bien les va, dos.

Él es originario de Tapachula, Chiapas y llegó a Salamanca por circunstancias del destino, comenta.

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Había trabajado en varias ciudades -antes de un accidente que le hizo perder la movilidad de sus piernas- como empleado de Pemex, de CFE y de la constructora ICA, dice que conoce toda la república mexicana por que le ha gustado viajar.

En una casa en obra negra en la colonia El Parque, conocida como “Cartolandia”, convive a diario con los jóvenes, un varón y cuatro mujeres, dos de ellas con hijos pequeños, de cuatro meses hasta ocho años de edad.

Brian de ocho años, es el mayor de los niños, hijo de María Natividad. No toma las clases virtuales, aunque está inscrito en la escuela debido a que no tienen dinero para pagar Internet y en la casa la televisión no funciona.

Viven en tres cuartos, en una casa en proceso de acabados -prestada al grupo por la mamá de Naty- en los cuales, durante las temporadas de lluvias, padecen las filtraciones y se enferman, principalmente los niños.

Cada día los mayores, además de Monse de 15 años de edad -quien no se hallaba en el domicilio-, se distribuyen en los cruceros de la ciudad para limpiar parabrisas o realizar cualquier actividad que les genere un ingreso para sobrevivir.

Temprano, por la mañana, los niños Yaritzi de dos años, keyra de tres y Brian de ocho comen un pedazo de pan, mientras que Emily de cuatro meses hija de Aracely recibe algo de leche o té para alimentarse. No siempre tienen suerte y de vez en vez no comen ni un pedazo de pan, sino que deben esperar hasta que llega el medio día o más tarde para la hora de la comida.

Naty de 24 años, es la que asume el rol de ama de casa y prepara cada día los alimentos. “Soy la que sabe hacer de comer”, dice mientras Erika y Araceli ríen sentadas en un sillón desgastado que por las noches hace de cama de una de ellas.

Mientras platican las mujeres, los menores corren en el firme, un piso que es testigo de las penurias que enfrentan. Mientras José Martín de 27 años, marido de Naty, solo observa, desconfiado, al intruso.

Son ya pasadas las 12 del medio día y en la sencilla mesa de madera cubierta por un mantel plástico Naty coloca el sobre de pasta para sopa y las verduras para preparar un sencillo guisado, mientras encarga a Erika “25 pesos de chicharrón del delgadito, 25 pesos de tortillas y un refresco”, le dice .

En un espacio reducido que hace las veces de cocina, espera una mesa rosa con una imagen de una princesa de dibujos animados, tabla de motivos infantiles que les servirá de comedor a los comensales.

Al fondo, en un soporte indeciso coloca la licuadora en donde mete los chiles y los tomates para hacer la salsa en la que mojará el chicharrón que ya está listo en la mesa.

Mientras esto ocurre, Naty se afana en prepara la “sopa aguada” de fideo a la que ya le agregó el jitomate y los condimentos.

Entrevistador.-¿Cuánto se gastan para preparar cada día la comida?

Foto El Sol de Salamanca

Naty.- ¡Depende mucho de lo que preparemos. Por ejemplo, hoy voy a hacer sopa de fideo y un chicharroncito con chile y frijoles”. Yo creo que unos 150 pesos.

E. Tienen siempre ingresos suficientes para preparar la comida?.

N.- Pues a veces sacamos 150 o 200 pesos entre todos. Pero todos damos algo de lo que nos dan.

Jesús, quien es como una especie de tutor de todos, narra que se accidentó en un viaje que realizaba a la edad de 23 años de Coatzacoalcos, Veracruz hacia Chiapas y antes de Catemaco el camión de pasajeros volcó en un barranco y le quedaron prensadas las piernas. Jamás volvió a caminar y en tres ocasiones intentó suicidarse.

Luego, por circunstancias del destino llegó a esta ciudad donde conoció a la mamá de Naty, quien le dio alojo y se quedó a vivir con la familia, hasta que la mujer se fue de la casa para irse a vivir con su actual pareja a otro domicilio de la ciudad.

Desde hace nueve años se quedó con las hijas y el parido de Naty, con quienes vive en condiciones de pobreza al no tener un ingreso fijo.

Cuando Naty termina de preparar el chicharrón con chile y la sopa ya está lista, colocan las tortillas en la mesa con motivos infantiles y sirven la sopa en platos desechables. Enseguida llega el refresco y ponen el chicharrón seco restante en la mesa.

Como pueden se acomodan al rededor de la pequeña tabla y comienzan a comer, primero los menores atienden al plato y luego los demás para luego alistarse para volver, como siempre, a los cruceros de la ciudad para sacar algo para comer.

➡️ Descarga aquí las historias de "Hambre. Donde come uno..."

Alimento no falta, aunque ya no es el mismo de antes

León.- Alimento no ha de faltar en su casa y aunque la venta de comida bajó por la pandemia, nada se desperdicia, en el hogar de Juana Posada, donde comen 2, lo puede hacer 11.

La casa de Juana Posada Ramos de 63 años es sencilla, en la entrada hay un amplio espacio en el que de lunes a viernes vende comida económica, la vivienda cuenta con los servicios básicos, baño, un cuarto, un espacio para lavar los trastes, lo indispensable, no se necesita nada más.

En la pequeña vivienda de paredes rosas que la familia Araiza Posada Araiza renta en la calle Ángel Vásquez Negrete de la colonia León 1, viven ella y su esposo Miguel Araiza de oficio pespuntador, entre los dos pagan los servicios, renta, agua, luz y dicen, lo que vaya saliendo.

Los 11 hijos que tuvieron ya emprendieron su propio camino, sin embargo algunas de sus nietas por lo general están presentes, especialmente a la hora de la comida, no más de 5 casas las separan, una dinámica que se ha vuelto de alguna forma una rutina en su hogar.

Foto El Sol de Salamanca

Juana y Miguel platican que la pandemia significó un descenso en sus ingresos económicos, no completan ni con el extra que un par de sus hijas les proporcionan, y si, al igual que muchos mexicanos en alguna emergencia, se ven en la necesidad de recurrir a préstamos entre los vecinos u otras opciones para completar el gasto; de 30 comidas que llegaron a llevar una fábrica de zapato, por el recorte de personal, ahora son tres o cuatro.

Un refrigerador con pocas cosas dentro y un mueble que funge como alacena es lo que tienen para almacenar la comida, Juana, un poco apenada dice que los ingredientes para hacer de comer prefiere comprarlos del día.

En el refrigerador hay una mitad de lechuga, un poco de queso manchego, pocas tortillas, hay también una bolsa transparente con tunas verdes, que es más de consumo familiar, crema y mostaza a medio llenar, no hay abundancia, pero sí una extraordinaria calidez de Juana y Miguel.

La rutina del matrimonio Araiza Posada inicia poco después de las 6 de la mañana cuando ponen a cocer la olla de frijoles y realizan las salsas del día, mientras ella hace lo suyo, su marido va por el mandado, lo básico para comenzar la venta de comida que da inicio entre 9 y 10 de la mañana.

En la casa de Juana y Miguel no hay una hora específica para sentarse a desayunar o almorzar, no hay un comedor para ocasiones especiales, ni nada de eso que muestra el imaginario colectivo de un hogar tradicional, un par de mesas pequeñas, bancos de plástico, algunas sillas, es lo hay, eso sí, la cena es en familia, 11 personas se acomodan donde pueden para comer juntos, “De aquí comemos todos” dice contenta ella.

Chorizo en salsa roja, chicharrón, picadillo con papas, bistec en salsa roja, sopa de arroz, sopa aguada, frijoles refritos, nopales, caldo de pollo, milanesas, huevo con chile, es el menú del día para la venta; las porciones que prepara son variadas, la carne, aunque es la que más demanda tiene en el puesto de Juana, no puede comprar más por el aumento que significaría en el costo, por ejemplo 100 pesos de pollo sirve para aproximadamente 7 personas, además de la carne invierte 35 pesos en verdura.

Doña Juana no cocina con aceite, eso lo enfatiza, son pocos platillos en los que lo implementa, y no tiene nada que ver con ahorrar, simplemente es su forma de cocinar, 13 años son los que tiene vendiendo comida, cuenta que diario invierte aproximadamente 600 pesos, cantidad que recupera, aunque la ganancia es poca, tal vez solo 100 pesos, calcula ella.

La noche cae y doña Juana ya terminó de vender su comida, afortunadamente sobró poco, huevo con chile, frijoles y chile rojo; todo ya está recogido y esperan a que lleguen sus 6 nietas, y de trabajar, dos de sus hijas, Jackie y Sandra, quien platica que para ella es mejor llegar a cenar con su mamá, ya que durante el día el trabajo no le permite hacer de comer.

Foto El Sol de Salamanca

Una bolsa de plástico con 10 bolillos está en la mesa, frijoles, chile rojo es lo que han de cenar, Juana abre cada uno de los panes, les pone el ingrediente y reparte, la familia comienza a platicar las anécdotas del día, no más de 100 pesos gastaron para la última comida.

La casa de doña Juana y don Miguel es acogedora, sencilla, donde la comida es fundamental para dejar sonrisas y recuerdos en sus nietas, y a sus hijas, una carga menos en los quehaceres del hogar.

Con información de Alejandra Ramos

Salamanca.- Jesús Mérida Oaxaca es un hombre de 60 años discapacitado en silla de ruedas que, en tiempos de la pandemia del coronavirus, junto con cinco jóvenes y cuatro menores sobrevive en la colonia “Cartolandia” desde hace nueve años. Trabajan todos en los cruceros de la ciudad. Ellos lo adoptaron y él los adoptó a ellos. Viven como en comuna y se reparten solidariamente los alimentos. A veces comen una vez al día, y cuando bien les va, dos.

Él es originario de Tapachula, Chiapas y llegó a Salamanca por circunstancias del destino, comenta.

Mantente informado en nuestro canal de Google Noticias

Había trabajado en varias ciudades -antes de un accidente que le hizo perder la movilidad de sus piernas- como empleado de Pemex, de CFE y de la constructora ICA, dice que conoce toda la república mexicana por que le ha gustado viajar.

En una casa en obra negra en la colonia El Parque, conocida como “Cartolandia”, convive a diario con los jóvenes, un varón y cuatro mujeres, dos de ellas con hijos pequeños, de cuatro meses hasta ocho años de edad.

Brian de ocho años, es el mayor de los niños, hijo de María Natividad. No toma las clases virtuales, aunque está inscrito en la escuela debido a que no tienen dinero para pagar Internet y en la casa la televisión no funciona.

Viven en tres cuartos, en una casa en proceso de acabados -prestada al grupo por la mamá de Naty- en los cuales, durante las temporadas de lluvias, padecen las filtraciones y se enferman, principalmente los niños.

Cada día los mayores, además de Monse de 15 años de edad -quien no se hallaba en el domicilio-, se distribuyen en los cruceros de la ciudad para limpiar parabrisas o realizar cualquier actividad que les genere un ingreso para sobrevivir.

Temprano, por la mañana, los niños Yaritzi de dos años, keyra de tres y Brian de ocho comen un pedazo de pan, mientras que Emily de cuatro meses hija de Aracely recibe algo de leche o té para alimentarse. No siempre tienen suerte y de vez en vez no comen ni un pedazo de pan, sino que deben esperar hasta que llega el medio día o más tarde para la hora de la comida.

Naty de 24 años, es la que asume el rol de ama de casa y prepara cada día los alimentos. “Soy la que sabe hacer de comer”, dice mientras Erika y Araceli ríen sentadas en un sillón desgastado que por las noches hace de cama de una de ellas.

Mientras platican las mujeres, los menores corren en el firme, un piso que es testigo de las penurias que enfrentan. Mientras José Martín de 27 años, marido de Naty, solo observa, desconfiado, al intruso.

Son ya pasadas las 12 del medio día y en la sencilla mesa de madera cubierta por un mantel plástico Naty coloca el sobre de pasta para sopa y las verduras para preparar un sencillo guisado, mientras encarga a Erika “25 pesos de chicharrón del delgadito, 25 pesos de tortillas y un refresco”, le dice .

En un espacio reducido que hace las veces de cocina, espera una mesa rosa con una imagen de una princesa de dibujos animados, tabla de motivos infantiles que les servirá de comedor a los comensales.

Al fondo, en un soporte indeciso coloca la licuadora en donde mete los chiles y los tomates para hacer la salsa en la que mojará el chicharrón que ya está listo en la mesa.

Mientras esto ocurre, Naty se afana en prepara la “sopa aguada” de fideo a la que ya le agregó el jitomate y los condimentos.

Entrevistador.-¿Cuánto se gastan para preparar cada día la comida?

Foto El Sol de Salamanca

Naty.- ¡Depende mucho de lo que preparemos. Por ejemplo, hoy voy a hacer sopa de fideo y un chicharroncito con chile y frijoles”. Yo creo que unos 150 pesos.

E. Tienen siempre ingresos suficientes para preparar la comida?.

N.- Pues a veces sacamos 150 o 200 pesos entre todos. Pero todos damos algo de lo que nos dan.

Jesús, quien es como una especie de tutor de todos, narra que se accidentó en un viaje que realizaba a la edad de 23 años de Coatzacoalcos, Veracruz hacia Chiapas y antes de Catemaco el camión de pasajeros volcó en un barranco y le quedaron prensadas las piernas. Jamás volvió a caminar y en tres ocasiones intentó suicidarse.

Luego, por circunstancias del destino llegó a esta ciudad donde conoció a la mamá de Naty, quien le dio alojo y se quedó a vivir con la familia, hasta que la mujer se fue de la casa para irse a vivir con su actual pareja a otro domicilio de la ciudad.

Desde hace nueve años se quedó con las hijas y el parido de Naty, con quienes vive en condiciones de pobreza al no tener un ingreso fijo.

Cuando Naty termina de preparar el chicharrón con chile y la sopa ya está lista, colocan las tortillas en la mesa con motivos infantiles y sirven la sopa en platos desechables. Enseguida llega el refresco y ponen el chicharrón seco restante en la mesa.

Como pueden se acomodan al rededor de la pequeña tabla y comienzan a comer, primero los menores atienden al plato y luego los demás para luego alistarse para volver, como siempre, a los cruceros de la ciudad para sacar algo para comer.

➡️ Descarga aquí las historias de "Hambre. Donde come uno..."

Alimento no falta, aunque ya no es el mismo de antes

León.- Alimento no ha de faltar en su casa y aunque la venta de comida bajó por la pandemia, nada se desperdicia, en el hogar de Juana Posada, donde comen 2, lo puede hacer 11.

La casa de Juana Posada Ramos de 63 años es sencilla, en la entrada hay un amplio espacio en el que de lunes a viernes vende comida económica, la vivienda cuenta con los servicios básicos, baño, un cuarto, un espacio para lavar los trastes, lo indispensable, no se necesita nada más.

En la pequeña vivienda de paredes rosas que la familia Araiza Posada Araiza renta en la calle Ángel Vásquez Negrete de la colonia León 1, viven ella y su esposo Miguel Araiza de oficio pespuntador, entre los dos pagan los servicios, renta, agua, luz y dicen, lo que vaya saliendo.

Los 11 hijos que tuvieron ya emprendieron su propio camino, sin embargo algunas de sus nietas por lo general están presentes, especialmente a la hora de la comida, no más de 5 casas las separan, una dinámica que se ha vuelto de alguna forma una rutina en su hogar.

Foto El Sol de Salamanca

Juana y Miguel platican que la pandemia significó un descenso en sus ingresos económicos, no completan ni con el extra que un par de sus hijas les proporcionan, y si, al igual que muchos mexicanos en alguna emergencia, se ven en la necesidad de recurrir a préstamos entre los vecinos u otras opciones para completar el gasto; de 30 comidas que llegaron a llevar una fábrica de zapato, por el recorte de personal, ahora son tres o cuatro.

Un refrigerador con pocas cosas dentro y un mueble que funge como alacena es lo que tienen para almacenar la comida, Juana, un poco apenada dice que los ingredientes para hacer de comer prefiere comprarlos del día.

En el refrigerador hay una mitad de lechuga, un poco de queso manchego, pocas tortillas, hay también una bolsa transparente con tunas verdes, que es más de consumo familiar, crema y mostaza a medio llenar, no hay abundancia, pero sí una extraordinaria calidez de Juana y Miguel.

La rutina del matrimonio Araiza Posada inicia poco después de las 6 de la mañana cuando ponen a cocer la olla de frijoles y realizan las salsas del día, mientras ella hace lo suyo, su marido va por el mandado, lo básico para comenzar la venta de comida que da inicio entre 9 y 10 de la mañana.

En la casa de Juana y Miguel no hay una hora específica para sentarse a desayunar o almorzar, no hay un comedor para ocasiones especiales, ni nada de eso que muestra el imaginario colectivo de un hogar tradicional, un par de mesas pequeñas, bancos de plástico, algunas sillas, es lo hay, eso sí, la cena es en familia, 11 personas se acomodan donde pueden para comer juntos, “De aquí comemos todos” dice contenta ella.

Chorizo en salsa roja, chicharrón, picadillo con papas, bistec en salsa roja, sopa de arroz, sopa aguada, frijoles refritos, nopales, caldo de pollo, milanesas, huevo con chile, es el menú del día para la venta; las porciones que prepara son variadas, la carne, aunque es la que más demanda tiene en el puesto de Juana, no puede comprar más por el aumento que significaría en el costo, por ejemplo 100 pesos de pollo sirve para aproximadamente 7 personas, además de la carne invierte 35 pesos en verdura.

Doña Juana no cocina con aceite, eso lo enfatiza, son pocos platillos en los que lo implementa, y no tiene nada que ver con ahorrar, simplemente es su forma de cocinar, 13 años son los que tiene vendiendo comida, cuenta que diario invierte aproximadamente 600 pesos, cantidad que recupera, aunque la ganancia es poca, tal vez solo 100 pesos, calcula ella.

La noche cae y doña Juana ya terminó de vender su comida, afortunadamente sobró poco, huevo con chile, frijoles y chile rojo; todo ya está recogido y esperan a que lleguen sus 6 nietas, y de trabajar, dos de sus hijas, Jackie y Sandra, quien platica que para ella es mejor llegar a cenar con su mamá, ya que durante el día el trabajo no le permite hacer de comer.

Foto El Sol de Salamanca

Una bolsa de plástico con 10 bolillos está en la mesa, frijoles, chile rojo es lo que han de cenar, Juana abre cada uno de los panes, les pone el ingrediente y reparte, la familia comienza a platicar las anécdotas del día, no más de 100 pesos gastaron para la última comida.

La casa de doña Juana y don Miguel es acogedora, sencilla, donde la comida es fundamental para dejar sonrisas y recuerdos en sus nietas, y a sus hijas, una carga menos en los quehaceres del hogar.

Con información de Alejandra Ramos

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