En Irlanda, en una pequeña ciudad llamada Limerick, resonaron este año los ecos de una tradición mexicana ancestral: el Día de Muertos. La comunidad mexicana en Irlanda, aunque dispersa, encontró en esta celebración una forma de reconectar con sus raíces, y para Karen Saraí Silva Sifuentes, originaria de Parral, fue una oportunidad para compartir un pedacito de su cultura con el mundo.
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Saraí vive desde hace cinco años en Ennis, un pueblo que yace entre Limerick y Galway, y su vida en Irlanda le ha enseñado lo valioso de mantener vivas sus costumbres. “Entre más tiempo pasa, más disfruto celebrar mis costumbres y compartirlas con la gente que me rodea”, dice con emoción. Para ella, esta festividad fue una experiencia que la acercó a su tierra, en especial a su madre, con quien solía visitar el panteón de Parral para recordar a sus seres queridos.
Una fiesta de colores y sabores
La celebración del Día de Muertos en Limerick fue organizada por una escuela de inglés que recibe estudiantes de diversos países, un escenario multicultural ideal para mostrar las tradiciones mexicanas. “Fue en un ‘Market’ y los organizadores pensaron en todo: hubo proyecciones de la película Coco, actividades para niños, y una pared de ‘calaveritas’ para escribir versos en memoria de los difuntos”, relata.
“Se colocó un altar que fue una colaboración de todos, no sólo de mexicanos, con imágenes de Frida Kahlo y fotos de seres queridos y mascotas. Fue un símbolo de unión para los que vivimos lejos de nuestro país, un recordatorio de lo importante que es mantener viva nuestra cultura donde sea que estemos", indicó.
La jornada incluyó puestos de comida mexicana que transportaron a los asistentes al México profundo: quesadillas, sopes, tamales, pozole, pan de muerto y hasta dulces típicos. Todo estaba ahí, llenando el aire de aromas familiares para los mexicanos y de nuevos sabores para los irlandeses, ecuatorianos, chilenos y bolivianos que se acercaron para probar y conocer un poco más de esta milenaria tradición.
“Cada platillo, cada canción, me hizo sentir como si estuviera en México sin necesidad de volar”, dice Saraí. Aunque no fue parte directa de la organización, contribuyó de manera especial al ayudar a una amiga a crear su disfraz de Catrina, símbolo emblemático de la festividad. En una velada multicultural en casa de su amiga, junto con un irlandés, un ecuatoriano, una chilena y dos mexicanas más, armaron el atuendo desde cero con cartulinas y flores. “Fue un esfuerzo en equipo, todos querían entender y ser parte de la tradición, y eso me llenó de orgullo”, comenta.
La conexión con sus raíces
La celebración no se limitó a la fiesta. Saraí llevó pan de muerto y pan dulce, un regalo de un mexicano que tiene un negocio de comida en Ennis, para compartirlo en su oficina. La reacción de sus colegas irlandeses fue de asombro y curiosidad, ya que muchos encontraron similitudes con panes que conocían, pero querían saber más sobre el simbolismo de esos sabores únicos. “Esas conversaciones me hicieron sentir aún más orgullosa de mis raíces. Aquí, lejos de México, cada pequeño detalle de nuestras costumbres adquiere un significado especial y más profundo”.
Altares y tradiciones en comunidad
En Galway, otra ciudad cercana, la comunidad mexicana organizó un desfile de Catrinas y montó un altar de muertos en una escuela, adornado. Durante días, las redes sociales difundieron explicaciones sobre el significado de los altares y su relación con el recuerdo y respeto hacia quienes ya no están.
Saraí recuerda con nostalgia las celebraciones en Parral y cómo ahora, en Irlanda, el sentido del Día de Muertos ha cobrado una nueva dimensión. Al estar lejos, cada detalle de la tradición parece acercarla más a su México natal, donde solía acompañar a su madre al panteón. Hoy, ella sigue honrando a sus ancestros, pero en un contexto diferente y rodeada de personas que, aunque no compartan su origen, se interesan en conocer y ser parte de esta festividad tan especial.
Una catrina ganadora
En el concurso de Catrinas, la figura que Saraí ayudó a crear con sus amigos ganó el primer lugar, un logro que simbolizó no solo la creatividad, sino el entusiasmo y la dedicación de todos los involucrados en esta tradición. “Ver a nuestra Catrina ganar fue muy emotivo. No se trataba solo de un disfraz, sino de un homenaje a nuestra cultura y de cómo esta puede conectar a personas de distintos rincones del mundo”.
Con su relato, Saraí ilumina cómo el Día de Muertos, a miles de kilómetros de México, logra no sólo conectar a los mexicanos en el extranjero, sino también involucrar a personas de otras nacionalidades en el sentido profundo de esta festividad: el recuerdo, la unión y el orgullo de compartir el legado cultural de su país.