/ domingo 31 de diciembre de 2017

Al menos 18 muertos por ataque en un funeral en Afganistán

Una explosión ocurrió durante el funeral de un exgobernador del distrito de Haska Mina, que había fallecido por causas naturales

Al menos 18 personas murieron y otras 13 resultaron heridas el domingo en un atentado cometido durante un funeral en el este de Afganistán, informaron las autoridades, cerrando un mortífero año para los civiles en el país.

Ningún grupo reivindicó el ataque, que las autoridades atribuyeron en un primer momento a un suicida, pero luego afirmaron que podría haber sido causado por explosivos atados a una motocicleta.

Los talibanes aseguraron en Twitter que el ataque no era obra suya.

"La explosión fue causada por una bomba en una motocicleta, concluyó nuestra investigación", declaró a la AFP el portavoz del gobernador provincial de Nangarhar, Attaulá Khogyani.

Según la oficina del gobernador, 18 personas murieron y 13 resultaron heridas en el atentado, ocurrido cerca de la capital provincial, Jalalabad.

El director provincial de Salud, Najib Kamawal, confirmó el nuevo balance.

La explosión ocurrió durante el funeral de un exgobernador del distrito de Haska Mina, que había fallecido por causas naturales, según un comunicado de la gobernación.

Los restos de una motocicleta, un popular medio de transporte en Afganistán, yacían en el suelo del cementerio.

Unas fotos divulgadas en Twitter y Facebook, supuestamente tomadas en el lugar de los hechos, mostraban prendas de ropa y zapatos esparcidos sobre charcos de sangre.

En otras imágenes aparecían cuerpos sobre la sangre y una negra humareda elevándose hacia el cielo.

Los asistentes al funeral, ancianos en su mayor parte, escaparon aterrorizados del lugar.

Año letal para los civiles

Aunque la mayor parte de los ataques de Afganistán sigan siendo obra de los talibanes, los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) han incrementado su actividad en el último mes.

El ataque se produjo días después del asalto de un centro cultural chiita de Kabul, reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI), que dejó 41 muertos y más de 80 heridos.

Este ataque siguió a otro ocurrido el día de Navidad, también reivindicado por el EI, cerca de un complejo de la agencia de inteligencia afgana en la capital del país, Kabul, que costó la vida a seis civiles. 

El 18 de diciembre, dos combatientes de ese grupo irrumpieron en un complejo de entrenamiento de los servicios de inteligencia afganos, en Kabul, y protagonizaron un intenso tiroteo con la policía que se saldó con la muerte de los atacantes.

El EI, que llegó a Afganistán en 2015, tiene una fuerte presencia en la provincia de Nangahar, situada en el este de Afganistán y fronteriza con Pakistán.

Así, mientras que el EI ha multiplicado los atentados en ese país, los talibanes han aumentado sus ataques contra las fuerzas de seguridad.

El año 2017 fue particularmente letal para los civiles afganos y dejó uno de los balances de víctimas más altos desde la caída de los talibanes, en 2001, cuando desembarcó una coalición internacional dirigida por Estados Unidos que abandonó el país en 2014.

Más de 8.000 civiles murieron o resultaron heridos en el conflicto durante los nueve primeros meses del año, según la misión de la ONU en Afganistán.

Las 11.418 víctimas —incluyendo unos 4.500 muertos— censados en 2016 ya constituían un récord desde que la ONU empezó a contar las pérdidas civiles en 2009.

Al menos 18 personas murieron y otras 13 resultaron heridas el domingo en un atentado cometido durante un funeral en el este de Afganistán, informaron las autoridades, cerrando un mortífero año para los civiles en el país.

Ningún grupo reivindicó el ataque, que las autoridades atribuyeron en un primer momento a un suicida, pero luego afirmaron que podría haber sido causado por explosivos atados a una motocicleta.

Los talibanes aseguraron en Twitter que el ataque no era obra suya.

"La explosión fue causada por una bomba en una motocicleta, concluyó nuestra investigación", declaró a la AFP el portavoz del gobernador provincial de Nangarhar, Attaulá Khogyani.

Según la oficina del gobernador, 18 personas murieron y 13 resultaron heridas en el atentado, ocurrido cerca de la capital provincial, Jalalabad.

El director provincial de Salud, Najib Kamawal, confirmó el nuevo balance.

La explosión ocurrió durante el funeral de un exgobernador del distrito de Haska Mina, que había fallecido por causas naturales, según un comunicado de la gobernación.

Los restos de una motocicleta, un popular medio de transporte en Afganistán, yacían en el suelo del cementerio.

Unas fotos divulgadas en Twitter y Facebook, supuestamente tomadas en el lugar de los hechos, mostraban prendas de ropa y zapatos esparcidos sobre charcos de sangre.

En otras imágenes aparecían cuerpos sobre la sangre y una negra humareda elevándose hacia el cielo.

Los asistentes al funeral, ancianos en su mayor parte, escaparon aterrorizados del lugar.

Año letal para los civiles

Aunque la mayor parte de los ataques de Afganistán sigan siendo obra de los talibanes, los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) han incrementado su actividad en el último mes.

El ataque se produjo días después del asalto de un centro cultural chiita de Kabul, reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI), que dejó 41 muertos y más de 80 heridos.

Este ataque siguió a otro ocurrido el día de Navidad, también reivindicado por el EI, cerca de un complejo de la agencia de inteligencia afgana en la capital del país, Kabul, que costó la vida a seis civiles. 

El 18 de diciembre, dos combatientes de ese grupo irrumpieron en un complejo de entrenamiento de los servicios de inteligencia afganos, en Kabul, y protagonizaron un intenso tiroteo con la policía que se saldó con la muerte de los atacantes.

El EI, que llegó a Afganistán en 2015, tiene una fuerte presencia en la provincia de Nangahar, situada en el este de Afganistán y fronteriza con Pakistán.

Así, mientras que el EI ha multiplicado los atentados en ese país, los talibanes han aumentado sus ataques contra las fuerzas de seguridad.

El año 2017 fue particularmente letal para los civiles afganos y dejó uno de los balances de víctimas más altos desde la caída de los talibanes, en 2001, cuando desembarcó una coalición internacional dirigida por Estados Unidos que abandonó el país en 2014.

Más de 8.000 civiles murieron o resultaron heridos en el conflicto durante los nueve primeros meses del año, según la misión de la ONU en Afganistán.

Las 11.418 víctimas —incluyendo unos 4.500 muertos— censados en 2016 ya constituían un récord desde que la ONU empezó a contar las pérdidas civiles en 2009.

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