Estragos generados en la economía a causa de la pandemia. La señora Felipa Alvarado Vázquez, viajó a pie desde Durango, en compañía de su esposo Alberto Cruz, esta pareja, luego de nueve días caminando, lograron llegar al albergue de la ciudad, donde estarán sólo hasta hoy, ya que continuarán su travesía para lograr arribar a la capital, lugar donde doña Felipa espera que su marido consiga trabajo, pues el coronavirus ha generado que no puedan sacar para el sustento, ya que él se dedica a la albañilería.
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Diez de la mañana: Doña Felipa Alvarado salió a tomar el sol luego de nueve largos días que recorrió junto a su esposo, don Alberto, apenas antier lograron llegar a la ciudad. Con rostro cansado y una boca seca, narra cómo tuvieron que partir de su tierra de origen, Durango, ya que la falta de trabajo “le pegó “ a su pareja, quien se dedica a la albañilería y a la mecánica.
“No bajo bandera mijo, Dios que me ayude”, expresa doña Felipa, luego de narrar, la embolia que le dio, situación médica que generó que la señora, de 60 años, tuviera secuelas, perdiendo cierta movilidad de su lado izquierdo del cuerpo.
Desde hace casi 20 años, esta mujer ha tenido parálisis en la pierna izquierda, así como en el brazo izquierdo, pues desde el 2002 sufrió la embolia que le causó secuelas hasta el día de hoy, situación que derivó que la mujer utilice un bastón para apoyarse.
Más de una semana quedándose a dormir “donde la noche los agarraba”, fueron situaciones que tuvieron que experimentar doña Felipa y don Alberto, para poder arribar al albergue de la colonia Almanceña.
Contó su historia, cómo desafiaron durante nueve días las condiciones climatológicas recorriendo el camino para llegar a su destino, contó, con una sonrisa que decoró su rostro, cómo un señor les dio aventón en una de las rancherías, para poder llegar a Parral.
A pesar de su situación médica, de lo difícil que pueda ser atravesar un estado completo, sólo con la esperanza de mejorar, ellos caminan, sin importar todas las adversidades y obstáculos que el destino les interponga.
La esperanza es lo último que muere, ella detalló cuál era el plan que tenían su esposo y ella, ya que en la capital esperan conseguir un trabajo para poder rentar una casita; sin embargo, no le han depositado un dinero a su esposo, por lo cual no han podido salir de la ciudad. De esta manera, con una cara agotada, narra las dolencias que la acongojan.
Lo único que espera esta guerrera de la vida, que todos los días pelea contra los estragos de una enfermedad que cambió su vida rotundamente, es conseguir unos pesos para llegar a la capital, sin perder la esperanza, pues, no deja de pelear, se sujeta del bastón que la acompaña a todas partes y le planta cara al camino que la vida quiere que recorra.