El primer viernes del mes de marzo encierra un especial significado para los feligreses católicos de Parral y su región, y es que la visita al Señor de los Guerreros es una tradición que ha perdurado durante generaciones en la memoria colectiva.
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Algunos a pie, otros en camionetas y caballos. No importa cómo, el caso es llegar hasta la pequeña comunidad de Las Ánimas, donde una vez al año las calles de tierra cobran vida y se llenan de creyentes, dolientes, penitentes, pedigüeños, vendedores y curiosos que de algún modo cumplen con la visita a la pequeña figura que se encuentra al interior de la capilla del lugar y que muchos aseguran cumple milagros.
Desde muy temprano, antes de que empiece a clarear el día, van avanzando a un lado del camino; llevan mochilas, gorras y botellas de agua en las manos. Los hay de todas las edades, desde los pequeños que apuran el paso para alcanzar a sus padres y los mayores que adelantan muy poco con sus pisadas lentas y arrastradas. A un lado de ellos pasa un camión 'echando' su primer viaje. Levanta el polvo y deja una nube densa que desaparece conforme transcurren los minutos.
Al llegar al poblado ya con la luz del día, los visitantes se topan con los primeros puestos de comida ofreciendo algún antojito para desayunar, también el café es indispensable en estos casos, donde la mañana sigue siendo fría a pesar de que falta menos de un mes para que llegue la primavera.
La música no podría faltar, Las Mañanitas dan por inaugurado de alguna manera los festejos de este año.
Conforme avanza la jornada, la fila en la pequeña iglesia va creciendo. Todos tienen la esperanza de pasar unos segundos frente al cristo y hacer de manera mental una petición. Las miradas fijas, la señal de la cruz, llanto, oraciones de rodillas, todo pasa en menos de tres minutos, y es que cuando la fé congrega a tanta gente, la premura es la moneda de cambio.
A la salida, la misa ya los espera. Cientos de personas buscan un acomodo en el espacio abierto en el atrio del templo. La mayoría tienen que permanecer parados, los más rápidos encontraron un lugar en las gradas que están a pocos pasos. Las manos orando y el murmullo de los rezos se hizo presente por espacio de una hora.
Pero al terminar ya los esperaba la romería, la fiesta del Señor de los Guerreros. Los matachines danzando llamaron la atención de los curiosos que detenían su andar por instantes para ver las coloridas plumas de los trajes de los danzantes, algunos músicos entonaban melodías que alegraban el ambiente con dejo religioso.
Más adelante decenas de puestos se levantaban entre la tierra para formar un pasillo de lonas multicolor donde se encuentran desde cazuelas, tazas, juguetes, comida, bolsos, recuerdos e incluso ropa. Es un día para caminar lento en Las Ánimas, ya que la gente no deja pasar.
Es tarde, pasó la hora de la comida y el sol comienza a caer, aún así los camiones y la gente continúa llegando. Piden sólo unos segundos frente a la imagen religiosa para después poder retirarse. Ya volverán el próximo año.