Soldados que predican en el desierto ante miradas

Tristemente no han hecho caso y ven la pandemia como algo lejano… ¡El ruido del parlante les molesta! No los deja contemplar el escenario que tienen enfrente. ¡Ellos viven otra realidad!

Sandra Vázquez | El Sol de Parral

  · jueves 9 de abril de 2020

Foto de Sandra Vázquez | El Sol de Parral

¿Predican en el desierto ante las miradas de las personas que están sentadas en la plaza o paseando en los lugares públicos? Apenas perceptible, se escucha una voz a través de la bocina que magnifica el sonido de lo que parece ser es un mensaje que dan los soldados, quienes recorren las diversas calles, que ante la contingencia del Covid-19 deberían estar desiertas… ¡Pero no es así!

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El mensaje en el altavoz suena sólo como un ruido, ya que para muchos esta advertencia no se escucha porque se predica en el desierto… donde es como si no hubiera gente, porque aunque la hay ¡no escucha!, ya que ignoran las advertencias.

Los elementos de Infantería pasan por diversas calles. Van vestidos color verde; sin embargo, posiblemente ni aunque fueran de blanco – del color que visten los médicos-, serían vistos porque no hay esa sensibilidad y ese cuidado hacia la salud.

Los elementos pasan por donde van unas personas en moto, quienes voltean a ver a los uniformados, luego continúan por la plaza, en donde hay gente sentada, quizá esperando…. ¡que llegue hasta su lugar el Covid!

Tristemente no han hecho caso y ven la pandemia como algo lejano… ¡El ruido del parlante les molesta! No los deja contemplar el escenario que tienen enfrente. ¡Ellos viven otra realidad!

No se ponen a pensar que esa realidad ¡no es sólo de ellos! Ya que de llegar a enfermarse se involucrarían posiblemente a su vecino, un familiar o su familia entera, al médico y enfermera que conocen. ¡Solamente por no acatar las disposiciones de quedarse en casa!

Hoy el reloj marca en sus manecillas no sólo tiempo, sino dolor para quienes ya tienen el Covid… incertidumbre… para los casos sospechosos… Y llanto para los familiares que han tenido que despedir a quienes ha vencido esta enfermedad.

Quizá cuando el tiempo se detenga en uno de ellos, en alguien de su familia, de aquellos que todavía salen a la calle por actividades no esenciales y toque a su puerta el invitado no deseado, será cuando se pongan a pensar que, en su momento, les llegó el predicar del desierto… Porque sus oídos estaban cerrados, al igual que sus ojos y se preguntarán: ¿por qué no escuche esa voz?

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