Sanitizados sois vosotros desde ahora. A las seis treinta de la mañana empezaban a calentar motores. Se preparaba con cuidado la alquimia del rocío, la que se derramaría por las sedientas tierras parralenses. En las mismas que habita gente noble que cree y perdona todo, hasta los desplantes histriónicos de sus políticos que sueñan con los estudios hollywoodenses.
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Los motores estremecían el fuselaje del avión, imperdible a la vista por su color amarillo castigador de pupilas. Su palidez contagiaba las esperanzas de un remedio para la pandemia. La ¡innovación… circense! Fue de estreno mundial ¡Única en su tipo!
El encargado de vigilar el proceso, atento desde las alas que van al cielo se dejaba fotografiar, ¡mercadeo luego existo! Inspecciona la preparación del compuesto, tan meticuloso cómo verifica escrupulosamente la cantidad de cloro que se vierte en el bote antes de trapear.
El show aéreo fue generoso. No escatimó en tiempo; más de cuatro horas de sostener la máquina fumigadora sobre la mancha urbana. Mucho terreno para poca agua. Ínfimo reactivo ozonificante. La milésima distribución por hectárea fue imperceptible, pero no por ello desestimable, hace recordar que la fe no necesita ser grande, basta con que alcance el tamaño de un grano de mostaza. En tiempos de sequía hasta la más mínima brisa se agradece.
La aspersión fue opacada a la vista por momentos. La acostumbrada bruma que genera a diario una empresa maderera local la perdió en momentos. Esas enormes sábanas de humo recorren una vía libre de coronavirus. En el ambiente el virus no existe, no flota. Así… ¡qué fácil es ganar una batalla… Sin contrincante! ¡Eres el mejor!
Abajo: a nivel de tierra, donde los sueños y las mentiras se aterrizan, todo sigue igual. Ciudadanos de compromiso se resguardaron en casa, pero no se pierden el show. Desde su ventana, expectantes observan y comentan ¡sepa Dios que sea! Otros salen a la jungla de cemento y asfalto, son gladiadores urbanos; retan al coronavirus y lo que caiga del cielo... Es más peligrosa el hambre.
La sanitización en sitios públicos sirve de poco, refrenda el doctor Arturo Valenzuela en la conferencia mañanera estatal. El remedio calma las ansias mediáticas, pero no las sanitarias. Las medidas efectivas son unipersonales; la sana distancia, evitar contacto personal, eludir aglomeraciones; ¡reuniones no! Y en esto último la autoridad terrenal si puede hacer mucho… cuando baje del cielo.
Las patrullas policiacas son un excelente disuasivo, más efectivo que el ozono. Cuando quieren hacerlo. La excepción confirma la existencia del influyentísimo. Horas antes de iniciado el aeroshow hacían disimulo a la norma impuesta para evitar la propagación del coronavirus.
Los patrullajes no son parejos o no los dejan. Esa noche no hubo presencia policial en todas las colonias. Donde había compromisos de fiestas ni se pararon, pese a los estridentes sonidos de banda que delatan el sitio. ¡inocultable! Ni siquiera se detienen en la víspera de la “sanitización”. Doble discurso municipal, en la noche uno y de día otro. En la tierra son unos y en el cielo otros.
Las alabanzas para el salvador y vencedor de la historieta del ozono y aeroshow no se escatiman en las redes sociales. La permanencia en la nómina obliga. Nada nuevo bajo el sol, es la vieja técnica priista que ahora los compromete a levantarse a horas inusuales y desplegar generosas loas al jefe.
Pero bueno… El show debe continuar, la lucha contra el Covid-19 apenas inicia. Los afanes del camerino alistan ya la próxima presentación de este montaje. Están a la espera de la llegada de hordas provenientes de pueblos de diferentes latitudes en busca de ese brebaje mágico que termine con esta salvaje tensión del coronavirus, en la que los más afamados científicos e investigadores no dan una, ¿será porque no son de Parral?