Parral, Chih.- En los últimos 60 años el oficio de zapatero ha tenido un abandono. Con el paso de las décadas el gusto por la reparación del calzado fue perdiendo interés por parte de los jóvenes, ya que no se quieren dedicar eso porque disminuyó la clientela y sus ganancias. En épocas como los años 60 había hasta cinco trabajadores por establecimiento debido a la alta demanda. En cambio, hoy se calcula que existen cinco establecimientos en toda la ciudad, mientras que en aquellos años había hasta 30 talleres de reparación.
“Si no lo tenemos, le buscamos; y si no, lo encontramos, se lo hacemos”. Son las palabras de Antonio “Tony” Cárdenas Hinojosa, un zapatero con experiencia de casi 60 años.
Narró que allá por el año 1963 cuando apenas era un chico de 18 años, acudió al taller de “Pacheco”, un conocido, con el fin de que le enseñara el oficio que hoy práctica.
Explicó que llegaba desde primeras horas del turno, sólo para barrer lo que se tiraba en el taller, observando e intentando absorber la mayor cantidad de trucos posibles.
Este puesto de ayudante lo estuvo ocupando durante algún tiempo hasta que su jefe le dio la confianza de empezar a hacer “sus propias chambitas”.
Según lo contó, su mentor “Pacheco”, cuyo taller se ubicaba donde hoy está el bar “New York”, le daba lecciones todos los días, ya que trabajaban hasta cinco zapateros debido a la alta demanda del servicio.
El entrevistado expuso que en aquel entonces era más solicitado el trabajo porque el calzado se fabricaba de mejores pieles y calidades. En cambio, ahora la mayoría está hecho de materiales sintéticos, razón por la cual “no conviene repararse”.
Prueba de lo anterior es que en décadas pasadas, según lo que contó don Tony, había al menos 30 zapateros, mientras que hoy hay uno en la calle Bernardo O'Higgins, avenida 20 de Noviembre, calle Raúl Soto Reyes de la colonia PRI; además el entrevistado que se le encuentra en la Melchor Ocampo.
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Aseveró que, con el paso del tiempo, este trabajo dejó de ser atractivo para los jóvenes debido al tiempo que se le tiene que invertir cada vez que se solicitan servicios.
A pesar de que ya no hay la misma demanda, el negocio se sostiene de las botas vaqueras que se arreglan cambiándose las suelas.
Otro cliente regular son las damas que utilizan tacones, que por lo regular, buscan que les cambien las “tapitas”.