Don Vicente celebraba la Navidad en compañía de su esposa María de los Ángeles, su hija Isabel y sus tres nietos hace más de cinco años, donde todos se reunían alrededor de la mesa y al dar la media noche, en plena celebración de la Nochebuena, todos se daban un abrazo fraterno lleno de amor, además, los niños podían disfrutar abrir los regalos que su madre había conseguido. Hoy la Navidad para don Vicente será diferente, pues su esposa, doña María de los Ángeles y su hija María Isabel, ya están descansando en paz, y ahora él, a sus 75 años de edad, hace funciones de padre y abuelo a la vez.
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Una familia de cuatro personas radica en la colonia PRI, en la calle Isidora Loya, tratándose de tres menores y de un adulto mayor, quien explica que ahora hace funciones de mamá, abuelo, padre y es el pilar de todo el hogar, pues las dos mujeres de la casa han partido.
Moisés Hernández de 14 años de edad, Alex Alejandro de 10 años y la mayor de 16 años, viven en la casa de su abuelito, y buscan que esta Navidad puedan pasar en un espacio de amor, con comida y con juguetes, donde señalan, el asiento de su abuelita María quedará presente hasta siempre.
Vicente, el abuelo, cuenta la historia de cómo era la vida con su esposa María, quienes juntos, procrearon a dos hijos, un varón y una mujer, y que ambos tienen destinos diferentes y ahora él se hizo cargo de los tres niños menores y la casa en general, teniendo que pagar todo solamente con la pensión que le da el Gobierno.
Argumenta que con esa pensión tiene que pagar el servicio de suministro de agua, la energía eléctrica, dar alimento y, sobre todo, darles vestimenta, salud, educación y en fin, las labores de una familia, donde el pilar y la cabeza es un adulto de 75 años de edad.
Según relata, después de la muerte de doña María la tristeza inundó la casa, pues las ganas de continuar festejando el nacimiento del Salvador pasan desapercibidas y con el incremento de la comida es preferirle mejor dormirse temprano y al día siguiente realizar sus actividades cotidianas para “sacar pa' la comida”.
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Con mucho amor y tristeza, Vicente pide por sus nietos, para que puedan disfrutar de una noche diferente en Nochebuena, donde tengan un plato de comida servido en la mesa, regalos para los niños como juguetes y pasar así, una noche en memoria de su esposa María.
En este caso, el hombre cuenta una Navidad cuando vivían las dos mujeres del hogar: resalta que en una ocasión se encontraba junto a su esposa, limpiando la casa y preparando frijolitos para cenar y que su hija Isabel, o mejor conocida en la colonia como Chavelita, llegó con una bolsa negra llena de objetos y que en la madrugada, una vez sentados en la mesa, Chave les dio la sorpresa: la bolsa estaba llena de regalos y juguetes para los niños.
Fue, sin duda, uno de los momentos más entrañables que don Vicente guarda en su memoria, ya que primero el destino le arrebató la vida de su hija Chave, cuando fue acribillada en la misma colonia un final de año por sujetos desconocidos, y años después, la vida le arrebata a su esposa María, con quien compartió momentos inolvidables y le juró amor eterno.
“Dame un beso, ponme tus manos en las mías, híncate conmigo a rezar”, cuenta don Vicente que así fue el último día de su señora, y que, al terminar de rezar y recostarla, a María se le esfumó la vida en un abrir y cerrar de ojos, dejando una responsabilidad primordial: cuidar de los nietos.
La familia Hernández Flores viven en una pequeña casa de la colonia PRI y aunque fuere humilde, no deja de conservar eso que la vuelve familiar y unidos: el amor, pues entre los cuatro han sabido cómo no dejarse vencer por el dolor y los problemas que día a día surgen.
Más unidos que nunca, los Hernández buscan el pan para cada día, entre vendiendo en los tianguis, ayudando en tiendas, cada uno pone su granito de arena para vivir dignamente y contentos donde el amor y la comprensión nunca falta.
Por ahora, su casa humilde, con apenas tres camas para los habitantes del hogar, una estufa pequeña y una mesa que es usada a la vez para acomodar objetos, don Vicente se traslada de un cuarto a otro, mientras reza el Ave María, el Padre Nuestro y el Credo, pidiendo por todos y en especial, por María, su esposa amada.
Su función ha sido estar al pendiente de sus nietos, brindarles educación, alimentos y haciendo todo lo que esté en sus manos para que sean personas de bien y con ganas de superarse. Pide que esta Navidad, puedan tener un platillo para compartir y así, estar en familia a la llegada del Niño Dios.
Una cena y apoyo para la vivienda es lo que pide don Vicente, para no pasar desapercibida la Navidad durante este año, donde a pesar de que falte la dueña del hogar, doña María, su amor es el impulso para buscar las formas para salir adelante.