Bajo el seudónimo de “Lizeth”, una joven de 26 años interna del Centro de Rehabilitación Santa María Magdalena en Parral, relata que su adicción a las drogas comenzó para saber “qué se sentía drogarse con cristal”; explica que comenzó a consumir esta sustancia en compañía de su padre y su hermano; poco a poco fue consumiéndose hasta que llegó a un punto donde no quería seguir, por lo que buscó ayuda y ahora permanece internada; durante tres años, Lizeth fue consumidora de cristal, acechada por las drogas, dejó a su familia para integrarse a la familia de mujeres en Parral que buscan un cambio en su vida.
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“Soy Lizeth, tengo 26 años; yo empecé a consumir por una tentación de que quería saber qué se sentía al fumar eso; ahora soy adicta al cristal”, explica la interna.
El Centro de Rehabilitación de Santa María Magdalena, que actualmente tiene a cuatro internas que viven su proceso de superar sus adicciones, mayormente, al cristal, quienes diariamente tienen actividades recreativas, espirituales y de autoempleo para poder disminuir sus niveles de ansiedad y de querer continuar en la adicción.
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Lizeth, una interna de este centro, cuenta que es originaria de Chihuahua capital y que tiene más de tres años consumiendo la droga identificada como cristal. Dijo que, durante esos tres años, su vida fue consumiéndose poco a poco, y que decidía quitar su adicción, pero la fuerza de voluntad no era tan grande y siempre recaía, hasta que se decidió a pedir ayuda.
En este sentido, relató que, en sus inicios, su interés por consumir droga fue “para quitarse la tentación", y que comenzó a consumir esta droga en compañía de su padre y su hermano y hubo un momento en que detectó que ya no podía salir sola y prefirió buscar donde recibir apoyo, ya que también se había alejado de su pareja y estó le causo un desequilibrio emocional.
Narra que tuvo un primer acercamiento en la ciudad de Chihuahua, en la Comisión Estatal de Atención a las Adicciones, donde le brindaron una beca para ser atendida en un centro de rehabilitación, pero que solo había en Parral y no tuvo otra opción más que tomar un “uber” y llegar sola hasta la puerta de Santa María Magdalena, donde fue bien recibida.
Explicó que, en cierta forma, sentía temor por lo que pudiera pasar, pues señala que había escuchado comentarios por su familia y amigos sobre que en los centros de rehabilitación utilizaban la violencia física y psicológica como mecanismo de aprendizaje, sin embargo, relata que en el centro de Parral eso está atrás, que ha sido “un milagro de Dios” encontrar este lugar.
“Un buen lugar, mucha atención, mucho tiempo que dedican a nosotras para estar bien, mucha terapias y reflexiones para valorarnos y aprender a que para poder valorar a otras personas hay que aprender a valorarse uno mismo”, relata.