Mal armados y algunos desempleados, 40 hombres iniciaron la revolución en Parral con la toma del emblemático Cerro de la Cruz el 21 de noviembre de 1910 y aunque fracasaron en su intento por apoderarse de la ciudad, según el historiador Reidezel Mendoza, este movimiento hizo posible que la guerrilla se extendiera al norte de Durango y la Sierra Tarahumara, precediendo la lucha de personajes como Francisco Villa.
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Hace 114 años inició formalmente uno de los movimientos revolucionarios que transformó la vida política y social del país, la Revolución Mexicana de 1910, en respuesta a los más de 30 años de gobierno que encabezó el general Porfirio Díaz, un presidente que en la actualidad es sujeto de análisis históricos y de discusiones que intentan definirlo como un personaje malo o bueno, incluso coyuntural y necesario para su época.
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Los levantamientos armados surgieron de manera esporádica en gran parte del territorio nacional, motivados por diferentes circunstancias como las económicas, las sociales y de manera particular las políticas que orillaron a personajes como Francisco I. Madero a encabezar una lucha de carácter democrático contra la reelección. En ese momento se hablaba de ideales, pero también de situaciones que resentían los mexicanos que coincidieron a principios del siglo XX.
Devaluación de la plata y la sequía como antecedente
Para el caso de Parral y la región sur del estado de Chihuahua, Reidezel Mendoza Soriano narra en su libro “Guillermo Baca Ronquillo. Comerciante, antirreeleccionista y guerrillero”, las particularidades de esta zona y los protagonistas en la etapa inicial del conflicto, señalando de primera mano la reforma monetaria de 1905 como una de las principales causas de la Revolución Mexicana, que para el caso de Chihuahua se le suman las sequías que azotaron a la entidad.
En el texto del historiador chihuahuense y a manera de introducción, Roberto Baca indica que las circunstancias de esta eventualidad fueron muy variadas y que, en Chihuahua, por la observación de los personajes que tomaron las armas en 1910, que en su mayoría pertenecían a la clase media, el móvil de su lucha no era necesariamente la restitución de tierras como ocurría en estados del sur, sino por las reformas monetarias que afectaron a los pequeños propietarios, comerciantes y mineros.
La evolución en los precios del oro y la plata, que durante siglos permanecieron estables, fue una de las condicionantes, en particular el abaratamiento del segundo metal por su elevada producción. Mendoza Soriano sostiene que muchas minas, particularmente las pequeñas, dejaron de ser costeables, afectando incluso a vecinos prominentes de Parral como Pedro Alvarado.
Guillermo Baca Ronquillo, el comerciante revolucionario
En este sentido, Mendoza Soriano retoma la figura del comerciante Guillermo Baca Ronquillo como uno de los principales líderes de la Revolución en Parral, cuyas inquietudes lo orillaron a sumarse al Partido Antirreeleccionista, que estaba conformado por el descontento de todos los estamentos sociales: obreros, campesinos, comerciantes y gente acomodada, pero de manera predominante la clase media.
El movimiento en esta ciudad estalló el 21 de noviembre de 1910 y no el 20, debido a que Baca y sus correligionarios temían ser descubiertos, además de que la convocatoria fue minúscula. A las 5:00 de la mañana de ese día, sólo 40 hombres mal armados, de los 500 que se esperaban, encabezados por el citado comerciante, se reunieron en lo alto del Cerro de la Cruz.
Estaban, según indica la obra, Pedro T. Gómez, Miguel Baca Ronquillo, Dionisio Baca, Maclovio Herrera Cano, Margarito Villalobos, Guadalupe Lugo Espejo y otros hombres más, varios de ellos mineros que habían sido despedidos por las compañías que radicaban en Parral. La mayoría no estaban armados y los que sí portaban pistolas y rifles viejos. Como primer movimiento, tres jóvenes bajaron del cerro para exigirle a las autoridades la entrega de la Jefatura Política a nombre de la “Revolución”.
No obstante, la misión fracasó y ante las negociaciones infructuosas que se emprendieron por horas, casi al mediodía los insurrectos decidieron ocupar la plaza. Dicho movimiento tuvo complicaciones, ya que Parral era una población clave para los intereses de los gobiernos del estado y federal, era la segunda ciudad más importante de Chihuahua y formaba parte del corredor minero de la región sur.
Debido a que llegaron refuerzos de otras partes del país, la toma no fue posible y el pequeño contingente de hombres se dispersó a otras localidades cercanas rumbo a la Sierra Tarahumara, como Valle de Rosario, acción que posibilitó que la guerrilla de Guillermo Baca se extendiera más allá de Parral y obtuviera relevancia para la prensa nacional e internacional durante los casi tres meses que se mantuvo activa hasta la muerte del revolucionario.
La guerrilla en el sur de Chihuahua
Para el autor Reidezel Mendoza, la participación de Baca le imprimió características muy particulares a la revolución en el sur de Chihuahua, puesto que en esta latitud el movimiento va a estar encabezado por civiles, comerciantes como fue en este caso concreto, perfiles no diestros para las armas, pero que tendrían una gran capacidad para penetrar en las localidades a raíz de sus diversos contactos.
Sostiene que el caso de Parral encendió la chispa para que la corriente maderista se extendiera por toda la zona, pues fue Guillermo Baca quien fundó los clubes antirreeleccionistas en Jiménez, Rosario, Valle de Olivos e incluso la serranía chihuahuense.
Sobre la guerrilla de este comerciante, el historiador destaca la eficiencia con la que operó al ser rápida y dar golpes certeros, a pesar de que el contingente se mantuvo fluctuante entre los 60 y 200 hombres. Sin embargo, menciona la extensa zona que pretendieron abarcar fue un problema debido a que muchos de los guerrilleros decidieron desertar y que en algunos momentos se optó por sumar a sus filas a bandoleros que tenían experiencia y dominio de las armas.
Otro tema que Mendoza Soriano desarrolla en su libro es el enigmático asesinato de Guillermo Baca a finales de 1911, como él le llama “el misterioso crimen de la Quebrada Verde” en el norte de Durango, el cual cree que se trató de un robo que salió mal y resultó en su muerte, pero que Luis Herrera no tuvo nada que ver ni su familia, ya que ellos siempre hicieron lo posible para mantener su liderazgo.