El Asilo de Ancianos en Santa Bárbara se ha convertido en un lugar en donde el tiempo se prolonga a la vez que el recuerdo reaviva la soledad y el olvido, siete adultos mayores encuentran en ello un espacio donde el cuidado y atenciones los hace sentir como en casa para aquellos que lograron tenerla y solo queda en el recuerdo.
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Un espacio que cuenta con el área de dormitorios destinados para hombres y otro para mujeres, un comedor pequeño pero acogedor, la cocina, el patio, salón de ejercicios físicos, y la capilla en donde acuden a misa como cada domingo.
Actualmente el Asilo de Ancianos del referido municipio ubicado en la calle Coronado, asiste a siete adultos mayores que oscilan entre los 76 y 89 años a quienes durante la mañana, personal de enfermería levantan para bañarlos, después de ingerir los alimentos a las 8:00 de la mañana comienzan a repartir los medicamentos lo cual a veces se convierte en una acción titánica, tomar los signos vitales y hacer el reporte.
Durante la tarde tienen actividades recreativas como juego de lotería, manualidades, otros cantan; no obstante, periódicamente estudiantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh) acuden para ayudarles con los ejercicios físicos.
Una de las tantas necesidades que se encuentran en el lugar, es mantener abastecida la despensa, los alimentos son variados ya que son establecidos por los doctores, mismos que indican qué pueden comer y qué no.
Este lugar de asistencia se sustenta principalmente del DIF municipal, que son quienes se encargan de pagar nómina, servicios básicos, abastecer los alimentos, y adquirir el medicamento de los adultos que lo requieren.
Luz Oralia Méndez Cabral, enfermera general y encargada del asilo comentó: “se llevan bien entre ellos, a veces pelean pero se ven como una familia, cuando uno de ellos está enfermo se preocupan o van a visitarlo, la mayoría de ellos llegó aquí porque los hijos pidieron un espacio ya sea porque nos los pueden cuidar o viven fuera, aunque hay otros que no tuvieron hijos y están solos”, señaló.
En el lugar laboran 11 enfermeras, dos cocineras, personal de intendencia, dos veladores mismos que perciben un sueldo y que es solventado por el DIF Municipal.
Los días pasan como si fueran el primero, en su interior albergan la esperanza de que un día sus hijos irán por ellos y regresarán a casa donde construyeron la mayor parte de su historia; sin embargo ese anhelado sueño no llega.
A veces amanecen tristes, resienten el abandono y preguntan el por qué sus hijos los olvidaron, para el personal es difícil responder a una cuestión que no tiene razón ni justificación, por ello de inmediato el nudo en la garganta impide la expresión.
“Lo que les decimos es que sus hijos se fueron a trabajar fuera y no pueden hacerse cargo pero continúan tristes, aunque tenemos visitas de escuelas y los alumnos se ponen a platicar con ellos de toda su vida”, declaró.
Por ello como cada año realizan el “Abuelotón”, una actividad para recaudar alimentos, artículos de limpieza, higiene y aseo personal, con lo cual logran mantenerse y se suman diversas instancias para apoyar esta sensible causa.
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