En un catre, sin anestesia y solo un cuchillo de cocina, Pachita hacía operaciones a quienes padecían alguna enfermedad. Lo misterioso del caso recae cuando Bárbara Guerrero (Pachita), operaba de manera psíquica a sus pacientes, utilizando solo las energías y su disposición a escuchar a su “hermano”, como ella le decía al emperador Azteca Cuauhtémoc, quien supuestamente obraba a través de la persona de Pachita y materializaba órganos humanos para integrarlos a los cuerpos de los pacientes, para después cerrar la herida y no dejar alguna cicatriz. Lo anterior es la leyenda de quien fuera Bárbara Guerrero, mejor conocida como Pachita, una mujer que nació en la primera década del 1900 en la ciudad de Hidalgo del Parral, siendo abandonada por sus padres años después y con el paso del tiempo fue recogida por un africano a quien solo se le conoce como “Charles”, quien supuestamente le enseñó cómo trabajar las energías y la psíquica.
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Regresando en la historia, los datos establecen que Bárbara Guerrero, mejor conocida como “Pachita”, nació en Hidalgo del Parral a principios de 1900, quedando huérfana ya que, aparentemente sus padres la abandonaron en esta localidad al sur del estado de Chihuahua, lugar donde también conoció a un hombre de origen africano con quien se mudó a la Ciudad de México y de quien aprendió a trabajar la materia, la energía y la psíquica.
De acuerdo a la información, durante sus primeros años en la capital del país, Bárbara Guerrero tuvo varios empleos, desde cabaretera hasta sirvienta de casas bien ubicadas en colonias de alta alcurnia, y que tal fue el caso de su trabajo en la casa de Guillermo Lauder, una afamada persona que vivía en los departamentos Río de Janeiro en la colonia Roma, de la Ciudad de México, lugar donde Pachita realizaba sus trabajos de limpieza; sin embargo, su relación con Lauder cambió de manera repentina.
De acuerdo a las versiones, Pachita demostró su poder de materializar órganos, de curar a personas con tratamientos naturales y nada higiénicos, por lo que Lauder le brindó un espacio en el departamento mencionado, y cada viernes, Pachita atendía a cientos de personas. Desde dolores musculares, enfermedades venéreas y hasta las más graves, Bárbara Guerrero las atendía y les daba solución únicamente con su catre, a oscuras, una veladora y un altar al emperador azteca Cuauhtémoc, de quien se dice, es donde recibía el poder para curar a las personas.
Con el paso de los años, Pachita fue dándose a conocer en la sociedad y cada vez las personas le tenían más fe y acudían para ser sanados, aunque con el temor y miedo de sentir un cuchillo oxidado entrar directamente con la piel sin algún sedante para evitar el dolor, mismo que valía la pena, ya que los pacientes salían de aquella habitación de los departamentos Río de Janeiro de la colonia Roma sin cicatrices, sin dolor y sin enfermedades.
Guillermo Lauder regresó a Pachita a su natal Parral años más tarde ya cuando la chamana dominaba las energías y sus poderes psíquicos, por lo que su llegada al entonces San Joseph del Parral causó revuelo entre la sociedad. De acuerdo a Laura Baca, hija de Fabiola Castro de Baca, Pachita fue presentada a la familia ya que ellos tenían a su amigo Juan de Dios Pérez, dueño de la empresa impregnadora que se encontraba por el sector de donde hoy está el asilo San Vicente; dicho amigo era primo de Lauder, y en su visita a Parral con Pachita, fue presentada ante la familia Baca, con quien de manera inmediata hizo una amistad sincera y duradera, en específico con Fabiola Castro de Baca.
Psíquica, chamana y curandera
Al llegar a Parral, Pachita consolida su amistad con la familia Baca quien le da un espacio en su hogar ubicado en la colonia Del Parque, justo frente a lo que hoy es la delegación de la Cruz Roja. En dicho lugar, Pachita sostenía una amistad con los integrantes de la familia, sobre todo con Fabiola Castro de Baca, quienes después de su presentación se hicieron amigas y continuaron visitándose de manera constante, y tal es el caso que Fabiola le permitió a Pachita instalar un cuarto de consultas psíquicas en la sala de su casa.
Según la versión de Laura Baca, hija de Fabiola Castro de Baca, Pachita era una mujer bastante mal hablada, acostumbrada a expresarse con insultos, groserías y palabras altisonantes, pues señaló que cuando ella era aún una niña, su mamá y Pachita solían tener pláticas en la vivienda, recordando a la curandera como una mujer amable, cariñosa y muy tierna; señaló también que era una persona amante del danzón, y que incluso, después de atender a más de 150 personas en su casa, doña Fabiola organizaba una cena con Pachita y sus amigos y posterior a ello solían bailar al ritmo del danzón, creando un ambiente familiar y de convivencia.
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Explicó que la sala de su casa en El Parque se convirtió en un consultorio médico para Pachita, pues ella acomodó catres y asientos para brindar atención a los pacientes de Parral, señalando que a diario se formaba una fila de más de 150 personas afuera de su casa, y que uno a uno iban pasando al domicilio para recibir una receta, un tratamiento o una esperanza de vida.
“Ella consultaba aquí (Parral). Yo de lo que recuerdo es que llegaba gente que les habían dicho que tenía cáncer, y ella (Pachita) les picaba aquí, sin desinfectar la aguja, y la ponía en una laminita de vidrio y ya nada más la ponía contra sol y ya les decía si tenían o no la enfermedad”, recordó la entrevistada, quien recalcó que a ella le tocó convivir con Pachita durante su infancia, recordando vagos momentos durante su estancia en la ciudad. “Ella misma les decía si se iban a curar o no, no hablaba con mentiras, era muy sincera”, terminó Laura Baca, quien agregó que aproximadamente en 1970 Pachita estuvo en Parral y atendía a más de 150 personas diarias, y Laura Baca era la encargada de entregarles boletitos para entrar a la casa.
Destacó que mucha gente de la ciudad solo la requería para recetas y tratamientos de curación, refiriendo que lo que recetaba para la diabetes era hervir canela y agregarle un clavo oxidado y tomarse la bebida y la enfermedad desaparecía. Aunque es de mencionar, Pachita era una curandera muy afamada en todo el país, y su energía la llevó a no solo dar tratamientos naturales, sino a practicar operaciones de alto riesgo sin usar algún tipo de anestesia o material limpio, todo era con un cuchillo de cocina, sus manos y un catre donde acostaba a las personas.
Laura mencionó que en su casa no operó Pachita debido a que era un hogar con mucha luz y paso de personas y que, para hacer esa práctica, Bárbara Guerrero necesitaba de cero iluminación y concentración total. Así pues, dijo que Juan de Dios Pérez, el primo de Guillermo Lauder, le construyó un cuarto en la periferia (en lo que hoy está el asilo San Vicente) y en aquel lugar Pachita practicaba sus operaciones psíquicas.
Cuchillo de cocina, sin luz y con meditación
De acuerdo a las diversas investigaciones que se realizaron en torno al tema y los testimonios de personas que fueron curadas, se dice que Pachita no necesitaba tener material esterilizado, únicamente necesitaba su cuchillo a la mano, un catre y cero iluminaciones para comenzar hacer su trabajo y salvarles la vida a las personas. Así pues, Laura Baca coincidió en que Pachita hacía una meditación previa a la operación, y en dicha meditación se conectaba con el espíritu de Cuauhtémoc, el emperador azteca y a quien ella se refería como “El Hermanito”; una vez que lograba la comunicación, el hermanito empezaba actuar a través de ella y comenzaba a abrir el cuerpo del paciente solo con el cuchillo, haciendo sentir dolor a las personas al momento de que el cuchillo penetraba la piel directamente sin algún tipo de anestesia, luego, en medio de su cuarto y en el catre, Pachita extraía el órgano o la parte del cuerpo dañada y posteriormente materializaba uno nuevo y sano, lo ponía en su lugar de origen y cerraba la herida solo juntando sus manos, sin dejar cicatrices ni algún dolor posterior.
En Hidalgo del Parral, Pachita hizo varias operaciones a los locales y visitantes del pueblo quienes acudían a su casa cerca de la Impregnadora, donde ahora es el anillo perimetral norte, y es en ese cuarto en donde Bárbara Guerrero operaba de manera psíquica. A la fecha, hay parralenses que recuerdan a Pachita como una mujer amable, respetuosa, inteligente y como la “curandera”. Fue el 29 de abril de 1979 cuando el mundo se despidió de Pachita en la Ciudad de México, y que, hasta su muerte, como su vida, fue misteriosa.
El misterio de su muerte y su espíritu deambulante
Bárbara Guerrero murió a causa de un infarto a las 11 de la mañana del día 29 de abril de 1979, según se ostenta en el acta de defunción del departamento del Registro Civil del Distrito Federal de aquella época, en donde se aclara que su nombre completo es Bárbara Guerrero Salas, hija de José Guerrero Rangel y de Romana Méndez Salas. Así también, se informó que su cuerpo fue inhumado en el panteón Jardines del Recuerdo, en la delegación de Tlanepantla, Estado de México.
De acuerdo a las fuentes nacionales, Pachita falleció dos días de lo que marcó el acta de nacimiento, pese que el cuerpo ya no tenía vida, este permanecía aún caliente, a diferencia de los cuerpos fenecidos que de manera rápida pierden calor, por lo que se creía que aún tenía vida, sin embargo, dos días después ese calor se apagó y su muerte fue aceptada. Años más tarde de su muerte, en 1994 desapareció Jacobo Grinberg, un conocido científico que estudió la sintérgica y su relación Pachita, ya que se divulgó que el científico estaba intrigado por la reputación de esta, por lo que siguió sus procedimientos durante alrededor de un año. Llegando a la conclusión de que la habilidad de Pachita para sanar era el resultado de dos diferentes realidades: por un lado, la presencia de un campo neuronal que rodea los cerebros como, por el otro, la presencia de una red espacio-temporal. No obstante, su investigación sobre la curandera cesó tras haber desaparecido el 8 de diciembre de 1994 a la edad de 47 años, dejando dudas y sobre todo, el misterio.
Es de mencionar que durante un recorrido hecho en las inmediaciones de los departamentos “Río de Janeiro”, en la Ciudad de México, o mejor conocido como La Casa de las Brujas, hoy son locales comerciales en la parte baja, mientras que en los pisos superiores continúan siendo alquilados por visitantes, excepto el cuarto de Bárbara Guerrero, del cual, se menciona que se encuentra cerrado bajo llave y no se permite el acceso a nadie. Asimismo, los comerciantes expresaron que hay ocasiones en que la vibra del lugar se siente pesada, tensa y hasta pueden llegar a sentir miedo, ya que algunos inquilinos han manifestado haber visto sombras, escuchado lamentos o ruidos extraños en los cuartos aledaños al de Pachita. Concluyen en que el espíritu de la chamana más poderosa de México se encuentra aún en su cuarto, en la Casa de las Brujas de la colonia Roma de la Ciudad de México.