Mujeres, principales víctimas del desplazamiento forzado en la sierra

Han tenido que dejar su tierra “con lo único que traen puesto” y caminar por horas para comenzar de nuevo

Alejandra Pérez | El Sol de Parral

  · miércoles 20 de octubre de 2021

Foto: Archivo | OEM

Hablar de desplazamiento es hablar de miedo, necesidades, riesgo, dolor y olvido, esto es lo que viven las familias que se ven en la necesidad de salir de su tierra a consecuencia de la violencia impune y latente en las zonas de la sierra “una salida forzada”, pues tienen que dejar atrás años de esfuerzo, de trabajo y de recuerdos, todo para conservar sus vidas, las mujeres principales testigos oculares del delito, pues les han matado esposo, e hijos, se ven en la necesidad de desplazarse “con lo único que traen puesto”, salir de noche es a veces la única alternativa pues el temor de ser vistas y detenidas las orilla a caminar durante horas para comenzar de nuevo y ofrecerle un futuro a los únicos hijos que la violencia les dejó.

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Desde el 2017, la organización que atiende a las familias desplazadas ha registrado más de 100 familias al año, que tienen que salir de sus hogares, debido a la violencia que se vive en el entorno en donde se desarrollan.

El desplazamiento es visto como un tema “fuera de la agenda” de muchas autoridades, es por ello que las familias viven en soledad, ellas tienen que valerse por sí mismas, ya que en muchas ocasiones las autoridades de seguridad pertenecen a uno de los grupos que generan violencia, y el poner una denuncia es “firmar una sentencia de muerte”.

Las familias “salen con lo único que traen puesto”, no les es posible llevar consigo lo que por tantos años les ha costado construir, una casa, una tierra donde sembrar, amigos, parientes, educación, pues eso queda en el olvido cuando el anhelo de sobrevivir es su principal objetivo.

Sus pies aterrados registran cada batalla a la que se enfrentan, horas de camino paso a paso les toma llegar a algún lugar para mantenerse a salvo, las mujeres se han convertido en la mayoría de los casos, en testigos oculares de los delitos cometidos, sus esposos victimados, sus hijos desaparecidos, un día los vieron y al otro ya no está más que el recuerdo.

Las amenazas y muerte son el pan de cada día, las madres salen con sus hijos pequeños en brazos, sin nada más que el anhelo de vivir en paz, la noche se convierte en su cómplice, pues tienen que salir cuando todo esté en la quietud por temor a ser sorprendidas queriéndose ir, pues esto les traería “en el mejor de los casos” la muerte, a ellas y a sus hijos.

Guadalupe y Calvo, Balleza, Guachochi, Guanaceví, Morelos y Ciudad Juárez se convierten en epicentro de actos de violencia, donde impera el deseo de sojuzgar a los más débiles y humildes con la intención de apoderarse de la dignidad humana y crear una sociedad desvirtuada y desvalorizada.

El principal motor de las mujeres y padres de familia que los impulsa a salir y dejar todo, son sus hijos, las niñas, niños, y jóvenes que aun viviendo en un entorno de violencia desean construir un futuro donde se pueda vivir y dormir en paz, donde las condiciones básicas sean adecuadas para poder desarrollarse como personas y sean valoradas como tal.

El fin último de los desplazados es llegar a un lugar en donde puedan trabajar en el campo pues es la única oportunidad de comenzar a construir algo nuevo, Parral, Jiménez, Delicias, el Valle de Allende se convierten en esas posibilidades para desarrollarse, pues cansados de tanto caminar, se albergan en casas donde llegan habitar hasta 16 personas que sufren por la misma causa.

Todas estas familias, tienen nombre y apellido; sin embargo, han perdido la confianza hasta en aquellos que desean ayudarlos, pues tanto ha sido el daño causado por la violencia, que viven con el temor de que sus esperanzas se vean estropeadas y solo quede en el recuerdo una lucha sin término.