Feligreses celebran el Miércoles de Ceniza, dando inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma, la Iglesia como madre exhorta a cada católico a practicar el ayuno, la oración y la limosna durante 40 días para reencontrarse con Dios, el hermano y en lo individual, dando sentido a cada una de estas acciones que permiten hacerse presente en la vida de los demás.
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Hoy la Iglesia comienza un camino de preparación a la Pascua, un camino de oración en el que cada persona está llamada a dejar lo superfluo de la vida, para reencontrarse con Dios, en el que están llamados a encontrar el rostro de Jesús en el hermano necesitado, hoy comienza un camino de 40 días a semejanza de Jesús en el desierto, acompañados del Espíritu Santo.
Esta celebración solemne se inaugura con un signo peculiar que es la ceniza símbolo de humildad y penitencia, con la que cada católico manifiesta su deseo de convertirse y el gesto de la ceniza es signo de anonadamiento, de muerte porque se reconoce lo caduco que es la vida pero también la necesidad de volverse a Dios.
En su homilía el presbítero, Miguel Gamboa, comentó que hoy la comunidad católica se encuentra frente a una invitación del Señor a sus discípulos, misma que se actualiza, acerca de cómo debe ser una preparación espiritual profunda para reencontrarse con Dios, con el hermano y en lo individual.
“El Señor nos propone tres cosas, la limosna, la oración y el ayuno, cuando decimos limosna se nos viene a la cabeza darle un poco de ayuda casi por lastima a una persona, pero nos referimos a la ayuda generosa, a la donación de nosotros mismos hacia las necesidades de los hermanos, no solamente la ayuda material, eso ya se supone, sino también a la donación de todas aquellas cosas que son las más valiosas como es la donación de nuestro tiempo, nuestra escucha y de nuestra compañía al que lo necesita, estar siempre disponibles para el hermano”, mencionó.
El sacerdote enfatizó que hay ocasiones que las personas piensan que el necesitado es aquel que está lejos, que es necesario cruzar medio mundo para encontrar a quien requiere ayuda; sin embargo, el que necesita está a un lado de cada uno, en la propia casa o en el trabajo.
Detalló que cuando el Evangelio aborda la oración, habla de un tiempo especial “cuando vayas a orar entra a tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre que está ahí en lo secreto, porque tu Padre que ve en lo secreto de recompensará”.
Resaltó que este tiempo de oración que propone la Palabra de Dios, es la oración que sale de lo profundo del ser humano, es el diálogo con Dios y que no busca el aplauso de los demás, ni el reconocimiento.
“Tratar de entrar en comunión con Dios, pero sin estridencias, sin esperar las luces o los reflectores, los aplausos, Él siempre se manifiesta en los sencillo, en lo secreto, frente a los ojos del mundo se manifiesta en lo más pobre y rechazado, pensemos cuando nace, no fue en medio de palacios, nace en medio del rechazo y lo más pobre”, dijo.
El presbítero destacó que el Evangelio habla también del ayuno y que la iglesia lo pide junto con el Viernes Santo, el cual no se trata de prescindir del alimento sin ningún sentido, sino que la intención de quitarse el alimento va orientado a compartirlo con aquellos que no tienen “si yo me abstengo de ello es para dárselo al que ayuna a fuerza todos los días porque no tiene que comer”.
Señaló que el ayuno va muy de la mano con la caridad, para repensar en todas aquellas cuestiones materiales o espirituales que las personas acumulan y que no tienen alguna funcionalidad y que pudieran servir a otra persona.