Hoy la Iglesia Católica celebra la solemnidad de Todos los Santos, donde hace presente la memoria de todas las personas que superando las debilidades y tentaciones, fueron dóciles a la acción del Espíritu Santo y ahora comparten la gloria de Cristo.
La solemnidad de Todos los Santos compite, en distintos ámbitos de la cultura, contra la “noche de Brujas” o también conocida como Halloween y su espíritu comercial y profano, por eso la iglesia exhorta a todos los hijos de Dios que no pierdan de vista aquello a lo que todo cristiano está llamado a ser, que es vivir la santidad y realizar todo bien que provenga de Dios.
Todos los fieles católicos se encuentran de manteles largos, pues recuerdan con alegría el triunfo de todos los hombres y mujeres que durante su vida trabajaron, aun y con fatiga, a veces pagando con el precio de la vida, por construir el Reino de Dios, es decir por la edificación de una sociedad donde reine la justicia, la verdad, fraternidad y amor.
La Iglesia celebra este día vestida de blanco, al verse confirmada como madre que convoca a sus hijos a la salvación; mientras que los hijos se ven fortalecidos por el ejemplo de quienes se adelantaron en la fe y la caridad.
Esta fiesta recuerda que todos los hijos de Dios pueden vivir ya desde ahora en la vida eterna, si se fortalece el compromiso de transformar este mundo con la fuerza de Dios y del evangelio.
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tan grande que era imposible destinar un día del año para recordar a cada mártir, entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
San Juan Pablo II, en la homilía de la misa dedicada a la Solemnidad de Todos los Santos, en noviembre de 1980, decía: “Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria”.
Debido a que esta solemnidad es un día propicio para compartir el júbilo por la obra salvífica de Dios a lo largo de los siglos, obra que no se detiene jamás y que se renueva, a cada instante, en cada ser humano que responde a la gracia de Dios, viviendo el llamado a la plenitud en el amor.