Fabe González Linares es madre de Juan Carlos y Jonathan Alejandro Delgado González, la delincuencia se los arrebató. "No sólo se los llevan a ellos, nos llevan a todos", lamenta Fabe, quien forma parte del colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos en Jalisco (FUNDEJ), que agrupa a más de 500 familias. Sin embargo, la crisis de desapariciones en Jalisco ha dado lugar a la creación de 32 colectivos adicionales de búsqueda.
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Actualmente, FUNDEJ instala un módulo a las afueras de la Fiscalía del Estado para ofrecer información, orientación y acompañamiento a las familias de personas desaparecidas. El horror infligido por los criminales ha alcanzado nuevos niveles: los cuerpos que se encuentran suelen estar mutilados, sin tatuajes y sin huellas dactilares, lo que hace más difícil su identificación.
Febe participó en el Encuentro de Colectivos de Experiencias de Búsqueda en Chihuahua, junto a buscadoras de Durango, Quintana Roo, Guanajuato, Morelos y Chihuahua. Su hijo Charly desapareció en 2019 a los 30 años, mientras que Jonathan, su otro hijo, desapareció el año pasado a la misma edad. El dolor se ha multiplicado para Febe, quien ha pasado de ser una madre buscadora a una abuela cuidadora de los hijos de Jonathan. Los pequeños aseguran que su padre no está desaparecido, sino que "los hombres del rifle se lo robaron".
"Ni a los que se llevaron a mis hijos les deseo el dolor que sentimos, ni lo que estamos viviendo", afirma con tristeza. Charly desapareció tras salir de su trabajo en una institución bancaria. Cinco días después, un amigo le informó a la familia que lo habían secuestrado. “Charly era un levantado, porque en mi día a día no consideraba a una personas desaparecida. Yo veía las manifestaciones, a las madres buscando, pero jamás pensé que a mi me fuera a pasar. Mis hijos eran cariñosos, padres de familia, casados y con muchos planes por delante", recuerda Fabe.
Jonathan trabajaba en un taller particular especializado en la instalación de redes, cámaras y circuitos cerrados. Al parecer, lo contactaron para colocar cámaras de seguridad en una residencia, pero al negarse, se lo llevaron.
Febe recuerda con dolor el momento en que Charly desapareció. No supo de su ausencia hasta 20 días después, ya que la Fiscalía la envió primero al Servicio Médico Forense (Semefo), donde le indicaron que debía levantar una denuncia. "No sabía que existía una fiscalía de desaparecidos, ni que hubiera una Comisión de Búsqueda o Atención a Víctimas. Nunca imaginé que terminaría en una oficina de Derechos Humanos", relata.
Cuando la enviaron al Semefo, Febe pensó que su hijo ya estaba muerto y que solo iba a reconocer su cuerpo. Fue en ese momento cuando dejó de ser "Charly el levantado" para convertirse en "Charly el desaparecido".
"Fue muy doloroso estar del otro lado, con esas señoras que gritaban. Cuando me uní, me di cuenta de cómo habían pisoteado mis derechos", confiesa. Pasaron cinco años antes de que sus emociones se estabilizaran, y en ese tiempo, Febe comenzó a participar en búsquedas foráneas. "Jalisco tiene nueve Semefos", mencionó, mientras narraba su experiencia buscando en vida y en fosas. Durante estas búsquedas, han encontrado bolsas con restos humanos, con la esperanza de hallar algo que les permita identificar o localizar a sus hijos.
Habían pasado los años, y aunque el dolor por la desaparición de Charly seguía presente, Febe había aprendido a sobrellevarlo. Sin embargo, cuando Jonathan desapareció, fue una nueva herida que la derrumbó por completo. Una vez más, tuvo que tocar puertas y recorrer los Semefos. "Esta vez es aún más doloroso, porque a Jonathan se lo llevaron frente a sus hijos, cuando los recogía de la escuela". Los niños tenían 4, 6 y 9 años cuando presenciaron el secuestro.
Los hijos de Jonathan fueron golpeados en el proceso. "Ha sido un calvario inmenso. Soy madre buscadora, pero ahora también soy abuela cuidadora, tratando de sobrellevar esta situación", cuenta Febe. Los niños afirman que los señores con rifle se robaron a su papá. “No aceptan la desaparición, para ellos está robado”.
Hasta la fecha, no hay pistas sobre el paradero de Jonathan. "La promesa siempre es la misma: si encontramos algo, les avisamos", relata Febe, con desesperanza. Han venido a Chihuahua a dejar su muestra genética debido a que se han percatado de que sus seres queridos desaparecen en un lugar y aparecen en otro.
En Jalisco, cada semana encuentran una fosa por semana, donde los cuerpos están segmentados, las cabezas por un lado, les quitan los tatuajes, les cortan las manos o cercenan sus huellas dactilares.
“Ha sido muy difícil el proceso de identificación”, afirma Febe. Las madres se han hecho expertas en armar los cuerpos que localizan cercenados. El dolor no se calma, tienen miedo porque han desaparecido a compañeras, pero el amor es más fuerte. Febe jamás se cansará hasta encontrar a Charly y a Jonathan.
Nota publicada en El Heraldo de Chihuahua