La talabartería es uno de los oficios que está por desaparecer, sin embargo es tan antiguo como el oficio del herrero, ya que tiene que ver con los caballos y con la vida campirana. Por medio de la talabartería se crean las monturas de caballo, las chaparreras, cintos, fundas de navajas, cuartas, las correas de las espuelas y otras cosas más que se requerían para la vida en los ranchos.
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Alan Díaz Barrón lleva una tradición familiar como talabartero por más de 30 años, este oficio lo aprendió de su padre el señor Víctor Díaz, quien consideraba a la talabartería como el amor de transformar el cuero en piezas que van a ser apreciadas por la gente. La talabartería, uno de los pocos negocios en su ramo en la ciudad, donde se menciona que solo quedan dos de ellos.
La familia Díaz fundó su negocio en la calle Cuauhtémoc y aún permanecen en esta dirección, Alan Díaz continúa con la tradición donde llevan más de 50 años de trabajar el cuero. Ha sido el sustento familiar por dos generaciones y fundada por el señor Víctor Antonio Díaz, que junto con su esposa, la señora Merced Barrón, fueron los que comenzaron este negocio, en el cual, ya va la segunda generación, convirtiéndose en toda una herencia familiar.
Así también, mencionó Díaz Barrón que la talabartería es el arte de transformar la vaqueta en objetos que van a servir al vaquero o al hombre que vive en la ciudad, ya que también se hacen fundas para celular, laptop o para lentes, sin embargo uno de los trabajos que requieren de mayor destreza es la fabricación de monturas, esta es una labor que necesita de paciencia y la creatividad es importante para hacer un encargo de calidad.
Además dentro de la talabartería, como menciona su encargado, se hacen trabajos en la reparación de bolsas para dama, chamarras de piel, guantes de béisbol, molduras de llantas para extra, moldura de un volante, fundas para diferentes navajas, según el pedido del cliente y una infinidad de objetos que continúan teniendo uso en esta época moderna.
Para Alan la talabartería es el amor de transformar el cuero en piezas que van a ser apreciadas por la gente cada vez que las use. Este negocio ha sacado adelante a su familia, ya lleva más de 50 años de haber sido fundada por su padre, donde él ya tiene 30 años en este oficio. Mencionó que gente de municipios cercanos acuden a su talabartería para encargos de chaparreras, reparación o fabricación de una silla de montar, fundas de navaja o machetes que son muy pedidos para su uso en el campo.
Consideró que para hacer una silla de montar se lleva alrededor de tres días, dependiendo de los grabados es el precio; esta montura en liso puede costar alrededor de 7 mil pesos, ya con los grabados que se le hagan el precio puede elevarse hasta los 13 a los 14 mil pesos, así también un cinto salen en unos 350 pesos la pieza, una funda de navaja en alrededor de 100 a 150 pesos.
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Mencionó que para la costura se requiere de una máquina especial tipo industrial, la máquina que utiliza es de fabricación Alemana de los años 50, la cual fue adquirida a una persona que la tenía arrumbada en una bodega de la ciudad de Jiménez, en el año de 1998 se la ofrecieron a la familia por la cantidad de tres mil pesos, el dueño de ella les comentó que si aún funcionaba se las vendía, para sorpresa de la familia Díaz sólo requirió de mantenimiento y hasta la fecha no se les ha descompuesto.
Con la máquina de coser hacen obras de arte con el cuero, infinidad de piezas han sido hechas en esta talabartería, como los son los cintos grabados, carteras para caballero, bolsas para dama, fornituras, fundas para celular, chaparreras, alforjas para las motocicletas, así como también la hechura y reparación de monturas, chamarras, guantes de béisbol, maletas y forros para sillas.
Para finalizar, Alan Díaz señaló que la talabartería es el arte de transformar la vaqueta en objetos que van a servir. Consideró que la talabartería es el amor de transformar el cuero en piezas que van a ser apreciadas por la gente, sobre todo para la gente de rancho, ya que se fabrican utensilios y objetos que van a ser empleados para las tareas del campo, sin embargo este oficio no pierde vigencia en la vida cotidiana, ya que también se crean objetos que sirven como protectores de la tecnología como celulares, tablets o laptops.