El 56% de los adolescentes a partir de los 13 años que habitan en los tres asentamientos indígenas que existen en Parral, se encuentran atrapados en la droga conocida como “cristal”, es decir, de aproximadamente 46 de ellos, sólo cerca de 20 llevan una vida sana. El coordinador de la comunidad de Los Carrizos, Ramón Rocha, destacó que dicha situación genera un preocupante aumento en la violencia familiar, robos y suicidios.
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Tres comunidades indígenas en Parral (San Andrés, Carrizos y el Venadito) se enfrentan a una crisis mientras luchan contra una creciente epidemia de drogadicción de metanfetamina en los adolescentes que ahí habitan.
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Lo anterior fue informado por el gobernador tradicional de la comunidad de Los Carrizos, Ramón Rocha, destacando que este hecho, ha generado un preocupante aumento en la violencia familiar, robos y suicidios.
La situación ha dejado a las comunidades en un estado de angustia, ya que los adolescentes a partir de los 13 años en estos asentamientos se ven afectados por esta adicción devastadora.
La metanfetamina mejor conocida como cristal, es una droga sintética altamente adictiva y peligrosa, ha penetrado en los cimientos de estos asentamientos indígenas, desencadenando una serie de problemáticas que ha dejado a las familias destrozadas y a las comunidades casi ruinas. La adicción a esta sustancia ha tomado un firme control sobre la vida de más de la mitad de los jóvenes, dejando en su estela un rastro de destrucción.
Destacó que de la totalidad de los adolescentes que habitan en los asentamientos que son aproximadamente 46, sólo entre 15 y 20 de éstos, lleva una vida sana alejada de las drogas, es decir que son contados los menores que no caen en ésta problemática.
Indicó que en la comunidad de Los Carrizos y en San Andrés, es más palpable la crisis, ya que los jóvenes adictos, llegan a robar incluso a los propios familiares, ocasionando, además, los problemas referentes al delito de violencia familiar.
La violencia familiar ha aumentado a un ritmo alarmante en estos tres espacios ya que los efectos de la metanfetamina transforman a personas que una vez compartieron lazos de amor y respeto en conflictos intensos y, a menudo, violentos. Las familias, que alguna vez fueron pilares de apoyo en estas comunidades, ahora se encuentran luchando para mantener la cohesión y la seguridad en sus hogares.
Además de la violencia intrafamiliar, los robos se han vuelto endémicos en estas comunidades. La necesidad de financiar sus hábitos destructivos ha llevado a los jóvenes adictos a cometer delitos en busca de la próxima dosis. Los residentes locales ahora viven con un miedo constante a ser víctimas de robo, lo que ha exacerbado aún más el clima de inseguridad en estas áreas ya vulnerables.
Aunado a lo anterior, relacionó el impacto emocional y psicológico de la adicción a la metanfetamina con la situación de los suicidios en algunos casos presentados en el albergue San Andrés, comunidad con mayor número de población Rarámuris.
Los líderes comunitarios, los profesionales de la salud y las organizaciones benéficas están luchando por brindar apoyo a aquellos que se sienten atrapados en el abismo de la adicción, pero parece ser que los programas efectuados en estos asentamientos no dan el resultado esperado.
El entrevistado reconoció los esfuerzos por parte de la Presidencia Municipal, quién a través del DIF y del Cappsifam han brindado programas para concientizar a los niños de asentamientos indígenas para evitar que caigan en éste lamentable vicio.
Sin embargo, indicó que hace falta el arribo de actividades culturales y/o deportivas, para que generar espacios que eviten que las juventudes indígenas sean atraídas por la adicción al cristal.
A pesar de los esfuerzos de algunas organizaciones locales para abordar esta crisis, se necesita una respuesta más coordinada y efectiva a nivel gubernamental y comunitario. La falta de recursos y programas de rehabilitación adecuados ha dejado a estas comunidades luchando solas en su batalla contra esta droga.