En el municipio de Jiménez, tres comunidades indígenas Tarahumaras enfrentan una realidad devastadora: el 100 por ciento de su población vive en condiciones de pobreza extrema. Este dato, revelado a través de una solicitud de transparencia, pone en evidencia una problemática estructural que combina marginación histórica y carencias materiales.
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El municipio alberga tres asentamientos principales: el Albergue del Jornalero, el Asentamiento del Molino y el Asentamiento del Río. En el primero viven 39 adultos y 33 niños, agrupados en 76 familias. En el segundo, habitan 35 adultos y 22 niños, conformando 81 familias, mientras que el tercero acoge a 16 adultos y 10 niños, divididos en 26 familias. Aunque estas comunidades tienen pocas personas en número absoluto, su situación refleja un abandono que va mucho más allá de las cifras.
La pobreza extrema afecta todos los aspectos de la vida de estas comunidades. La falta de acceso a servicios básicos como salud, alimentación adecuada y educación se agrava por el impacto del alcoholismo, que, según los registros del municipio, consume gran parte de los ingresos familiares. Las comunidades enfrentan además graves problemas de higiene y vivienda, a pesar de que el municipio les ha otorgado casas gratuitas. Estas, por lo general, carecen de condiciones dignas, y aunque las autoridades intentan promover mejores hábitos de higiene, los avances son mínimos.
En el ámbito educativo, las escuelas locales cuentan con infraestructura y materiales adecuados, así como programas como La Escuela es Nuestra (LEEN). Sin embargo, la deserción escolar sigue siendo alarmante, alcanzando el 40% en el Albergue del Jornalero. Aunque los niños tienen acceso a educación, esta no es prioritaria para muchas familias, lo que perpetúa el círculo de marginación.
El alcoholismo es un problema transversal que agrava la situación de estas comunidades. Gran parte del dinero que ganan los adultos se destina al consumo de alcohol, dejando a las familias en una constante crisis económica y emocional. Esto genera violencia intrafamiliar, abandono infantil y explotación de menores. Niñas y niños, en muchos casos, son obligados a salir a las calles a mendigar, exponiéndose a riesgos durante las noches, mientras los ingresos obtenidos suelen ser utilizados por sus padres para continuar bebiendo.
La migración también tiene un impacto significativo, especialmente en el Albergue del Jornalero, donde el 100% de la población se encuentra en constante movimiento. Esto dificulta la generación de vínculos comunitarios y la implementación de políticas públicas efectivas que atiendan sus necesidades de forma sostenible.
Los esfuerzos municipales son limitados y en su mayoría insuficientes para atender la magnitud del problema. Actualmente, se brindan apoyos como el programa de cocina escolar indígena, que distribuye despensas en colaboración con COEPI, y el programa de Atención a la Niñez Migrante, que opera en el Albergue del Jornalero.
La inseguridad es otro desafío crítico. Los altos índices de violencia intrafamiliar, el abandono infantil y la explotación de menores son comunes en estas comunidades. Aunque las autoridades intentan intervenir, las costumbres tradicionales suelen impedir que se apliquen las leyes necesarias para proteger a los grupos más vulnerables, como mujeres y niños.
En este contexto, las comunidades Tarahumaras de Jiménez enfrentan un futuro incierto. Sus principales necesidades en áreas como infraestructura, salud y educación siguen sin ser atendidas de manera integral. A esto se suma la falta de continuidad en las políticas públicas y la ausencia de registros históricos que permitan implementar estrategias a largo plazo. La realidad es clara: mientras no se aborden de manera profunda las causas estructurales de su marginación, estas comunidades seguirán atrapadas en un ciclo de pobreza extrema y olvido institucional.