"Seremos, seremos, calabacitas queremos", es lo que se escucha por cada calle del Valle de Allende durante esta noche en que cientos de niños salieron de sus casas para ir en busca de dulces conforme a la costumbre local de los "Seremos". Acompañados de sus padres o tutores y en grupos de hasta 5 personas, los menores hacen un ritual antes de pedir dulces en cada vivienda.
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Esta tarde - noche se llevó a cabo el tradicional "Seremos", una costumbre única al norte del país y que se celebra al sur del estado de Chihuahua y para ser exactos en el Valle de Allende, uno de los municipios más antiguos de la entidad.
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Dicha celebración lleva años desarrollándose en el poblado en donde incluso, sus habitantes rechazan otras culturas extranjeras como el Halloween, mismo que se celebra el 31 de octubre, un día antes, pues la celebración de los "Seremos" es cada 01 de noviembre.
Año con año, los menores esperan ansiosos este día para salir en busca de dulces y golosinas y dando vigencia a la tradición que durante años, ha permanecido en el poblado. Vestidos de angelitos o de civiles, acompañados de sus padres y de sus amigos, los menores acuden a las viviendas para pedir dulces de manera tradicional.
La costumbre del Valle de Allende radica en que los menores llegan a un domicilio y se acuestan justo afuera de la puerta, luego son cubiertos por una sábana color blanca y comienza el rezo de un Ave María y un Padre Nuestro para terminar con la melodía clásica.
"¡Angelitos somos, del cielo bajamos a pedir limosna y si no nos dan, puertas y ventanas nos lo pagarán. Seremos, seremos, calabacitas queremos!", es el canto que interpretan los menores al exterior de las viviendas y es la forma en que piden sus dulces o golosinas para después recibirlas.
Según expuso Jorge Baca, un habitante de esta localidad, el origen de esta tradición tiene una pauta importante en la historia pues según señaló, en la época de los hacendados, el único lugar para sepultar a un difunto era en la Iglesia o en la Plaza, pero hacerlo ahí era un lujo.
Baca refirió que como había en la comunidad familias con escasos recursos la solución era que dejaban al difunto afuera de la vivienda de los dueños del cementerio y pedían que les dieran permiso de sepultarlo en sus tierras, de este modo podría descansar en paz.