La antigua necrópolis de la hacienda de Guadalupe de Bagües en Coronado es el último osario en pie de la región sur de Chihuahua y está al borde del colapso para finalmente dejar sepultados los huesos que por más de 300 años fueron acumulados en su interior, dentro de una estructura piramidal elaborada a base de piedras y cantera labrada que fue testigo de Intervención Francesa en su paso por la entidad y que hoy doña Delfina, una de las últimas diez habitantes de la comunidad, lamenta su deterioro.
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En los límites de los estados de Chihuahua y Durango, en el municipio de Coronado, se resiste a desaparecer un peculiar osario o depósito de huesos que en la cúspide de una pequeña colina rodeada por huizaches era utilizado por las familias de la hacienda del Real de Guadalupe de Bagües, el cual, desde hace tres siglos ha sido el centro del cementerio y de un sinfín de leyendas relacionadas con tesoros enterrados.
Hoy es el último monumento funerario de este tipo en la región sur de Chihuahua, elaborado a base de cantera y piedra cuya forma piramidal ha resistido las inclemencias del tiempo y del olvido, así como la falta de uso, debido a que las tradiciones respecto al tratamiento de los difuntos han cambiado en Coronado y en toda la región.
Decenas de piezas óseas pueden ser observadas todavía al interior del vetusto depósito a pesar de que este sufrió un grave colapso en una de sus paredes derivado de las últimas lluvias, dejando a la vista los materiales que le dieron solidez por siglos y su característica forma, una pirámide que custodiaba el descanso de los muertos.
Se trata de uno de los elementos patrimoniales más excepcionales de la zona inscrito en el catálogo de monumentos históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia hacia la década de 1990, al estimar su construcción en el siglo XVIII, que por su lejanía con la cabecera municipal y otras áreas de interés turístico, ha sido víctima del abandono.
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Su composición estructural y colocación de los restos humanos, según expresan los locales, era en relación a la posición económica de los difuntos y las familias de la hacienda, teniendo los más acaudalados el derecho a depositar los huesos de sus seres queridos en los nichos laterales mientras que los demás lo hacían al interior de la pirámide como si se tratara de una fosa común.
El inmueble cuenta con ocho escalones que parten de una base de aproximadamente 1.50 metros de altura, la cual se compone de 12 nichos, dos en cada cara y uno por esquina, la mitad de ellos conservan estabilidad en el marco y los demás colapsaron o están cubiertos por tierra, rocas y vegetación.
En los muros que protegen la necrópolis también existen decenas de cruces rayadas en el estuco, de diferentes tamaños y profundidades, tratándose quizás de un protocolo religioso o producto de sacrilegios, creencias profanas o del popular temor hacia la muerte, pues los habitantes de Coronado aseguran que este recinto ha sido víctima de la profanación desde tiempos antiguos, ya que tienen conocimiento de saqueos que se han hecho en el lugar, a causa de que se dice que los difuntos de familias ricas eran enterrados con joyas e incluso monedas de metales preciosos.
Por su parte, doña Delfina, una de las últimas diez habitantes de Guadalupe de Bagües, lamentó el deterioro que sufre tanto el osario como el panteón, ya que indicó que no sólo es parte de la identidad de los pocos pobladores que quedan en la hacienda, sino de toda la comarca, señalando que todavía acude a este cementerio a llevarle flores y limpiar el lecho de sus difuntos.
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Expresó que a ella le gustaría terminar en ese mismo sitio junto a sus demás familiares, pero desconoce si en ese momento lo místico y especial del lugar se conserve en píe, pues reconoce que al osario y a la muralla que protege las lápidas no les queda mucho tiempo.
En dicho complejo, además del osario, todavía prevalecen al menos 15 monumentos funerarios de distintas épocas, siendo el más antiguo aquel que honra la memoria del señor Primitivo Pereda desde el año de 1896. Otras inscripciones en pedazos de cantera dispersos entre la maleza, posiblemente parte de la pirámide central inscriben fechas como 1811, 1841 y 1878.
Cabe destacar que este peculiar cementerio y la hacienda, de la cual quedan sólo el recuerdo de sus muros, fueron testigos del primer enfrentamiento en el estado entre el ejército francés y las fuerzas republicanas leales a Benito Juárez a finales de 1864, cuando los invasores pretendían ingresar a Chihuahua para establecer el Imperio de Maximiliano de Habsburgo y provocar la salida del presidente hacia los Estados Unidos, sin embargo las armas nacionales se cubrieron de gloria al haber derrotado a los galos en esa batalla.
El difunto historiador chihuahuense Francisco R. Almada, señaló en su extensa bibliografía que este sitio fue alcanzado por los franceses al mando del teniente coronel Dupont el 21 de noviembre de 1864, cuando sorprendieron a una partida de soldados republicanos que estaban destacados en el pueblo de Coronado.
De este acontecimiento se sabe que murieron fusilados tres militares mexicanos y otros 19 fueron hechos prisioneros de guerra, pero a pesar de ello, generales como Manuel Quezada afirmaron que el ejército europeo se desmoralizó en este punto de la intervención, ya que optaron por no entrar al estado de Chihuahua y emprender la retirada, sin embargo regresarían casi ocho meses después para apoderarse momentáneamente de ciudades como Parral y la capital del estado.