Delicias, Chih.- Ser intubado a causa de las complicaciones del Covid-19 representa, en México, una sentencia casi segura de muerte, ya que según la Secretaría de Salud, hasta el 80 por ciento de los pacientes fallece después de someterse a la respiración mecánica. El caso de Armando Sánchez, un deliciense de 65 años de edad, fue la excepción a la regla. No sólo sobrevivió, sino que retomó su vida normal.
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Armando fue también el único de los internos del área de cuidados intensivos, de la clínica 11 del Seguro Social, que vivió para contar su experiencia. De cuatro pacientes intubados, entre ellos personas más jóvenes, sólo él salió del hospital.
“Es una experiencia muy difícil. Yo me interné el día 12 de octubre, yo me interné precisamente porque ya empezó a faltarme el oxígeno en mis pulmones. Llegué al Seguro Social, me hicieron la prueba de Covid; desafortunadamente salió positivo, ya llegué bastante malo de mis pulmones. Me internan ese mismo lunes 12 de octubre, como para el miércoles traigo un 30 por ciento de mis pulmones trabajando”, recordó el sexagenario.
Los médicos del IMSS hicieron todo lo que estuvo a su alcance para evitar que Armando fuera intubado, pero el sábado siguiente al internamiento sus pulmones ya no podían trabajar más.
“Él (el médico) me dice que soy candidato a intubarme, y me dijo: si para mañana domingo sigue igual, lo vamos a intubar. Yo ahí tomo la decisión de una vez intubarme, ¿por qué? Porque pensé: para el día siguiente voy a estar más malo. Y él me dice todo lo que me puede pasar, desafortunadamente son puras cosas malas: puede uno quedar mal de la mente, de sus extremidades, también que le puedan a uno fallar”, relató.
Fueron cuatro días los que Armando duró con la respiración mecánica. Durante ese tiempo permaneció en un coma inducido, que sintió como si estuviera dormido. Soñó con sus seres queridos ya fallecidos, quienes le hacían señas con las manos dándole a entender que él sería el próximo en partir. Pero en respuesta a las oraciones fervientes de familiares y amigos, ocurrió el milagro y su destino fue distinto al que le presagiaban cuando estuvo en brazos de Morfeo.
“Gracias a Dios salí, salí de eso; duré por todos veinte días internado. Gracias a Dios tuve muy buena, muy buena atención tanto de enfermeras como de doctores, muy buena atención”, expresó.
Sin embargo, la vida de Armando estuvo en riesgo grave debido a un problema con el tubo suministrador de oxígeno, de lo cual no se dio cuenta hasta que lo dieran de alta.
“Cuando estuve intubado, ahora me comentan, que se me mueve el tubo y que se me estaba yendo el oxígeno para otro lado, se me fue para el estómago y los médicos se alarmaron… resulta que yo creo el tubo se me movió y ahí mismo otra vez me intubaron cuando estaba dormido”, refirió.
También se enteraría después que de los cuatro pacientes internados en la unidad de cuidados intensivos, entre ellos un abogado joven, él sería el único sobreviviente.
La recuperación no fue fácil: sin masa muscular, el entrevistado era incapaz de caminar y de mover los brazos, por lo que pasaron tres meses de terapia para que pudiera recuperar la capacidad de desplazarse por sí mismo. Aunque su salud todavía no está “al cien”, Armando ya se reincorporó a su trabajo en la Junta Local de Sanidad Vegetal, donde se desempeña como técnico, pero lo vivido quedará para siempre en su recuerdo.
“Yo duré cuatro días en coma, en coma inducido, y afortunadamente logré superar esa crisis”, remarcó.