Ascender hasta el cerro Mohinora a pie es una conquista. Más allá de mostrar un fascinante paisaje te enseña de que estás hecho. El esfuerzo, la fatiga y los dolores musculares son parte de una experiencia que sólo pocos se atreven a realizar.
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Tal vez levantarse temprano para subir una cuesta no sea la mejor idea, sin embargo, para un grupo de amigos fue una total experiencia jamás vivida, la recompensa es tan grande que todo el sacrificio valió la pena.
El cerro Mohinora es conocido por ser el más grande de todo Chihuahua, pues alcanza una elevación de 3 mil 300 metros sobre el nivel del mar. Ubicado a 24 kilómetros del centro de Guadalupe y Calvo, las maravillas que ofrece son únicas.
Así lo describe la licenciada Lila Chávez, quien a sus 55 años de edad, junto a su grupo de amigos, emprendió este reto, a diferencia de otros que suelen subirlo en bicicleta o en automóvil, ellos decidieron subirlo a pie.
Lila Chávez indicó que esta idea surgió desde hace varias semanas, cuando su amigo Héctor García Aguirre y su esposa Luz Elba Ramos le propusieron la fascinante idea de subir a pie el Gran Cerro Mohinora a fin de disfrutar de un rato ameno, hacer deporte y ¿por qué no? Imponer un nuevo récord, pues a su parecer, nunca nadie se había atrevido a realizarlo.
Fue así, que este viernes decidieron reunirse en punto de las seis de la mañana, en la salida al Mohinora para calentar un poco y adentrarse en la aventura, a la cual, se unieron también los hijos del matrimonio García Ramos y una de sus amigas con quien ya ha realizado otro tipo de retos.
Para ello, las botellas de agua fueron indispensables, cómodo calzado y vestimenta, lentes de sol y fuerza de voluntad, una vez listos, comenzaron el largo y accidentado camino.
“Salimos de Guadalupe y Calvo, subiendo por el cerro para salir a la carretera que conecta a la comunidad de El Pinito”
Tras tres horas de recorrido, el grupo de amigos decidió hacer la primera parada, lugar donde aprovecharon para sacar unas cuantas fotos y “selfies” y disfrutar de la vista, claro está que, para recuperar las energías, la “botana” no podía faltar.
Para ello, solicitó el apoyo de sus hijos, quienes, en automóvil, decidieron llevar el desayuno. Luego de unos minutos de descanso, la comida reposada, y las fuerzas recuperadas, se pusieron de pie y decidieron continuar con la larga caminata.
Dentro de este recorrido, la licenciada Lila Chávez comentó lo increíble que es el paisaje que la combinación de las montañas ofrece a esta altura, la fantástica variedad de flora que sólo en Guadalupe y Calvo se puede observar; pinos, pinabete espinoso entre otros.
Tras otras tres horas de camino, destacó que llegaron al lugar conocido como “El muertecito”, en donde decidieron descansar por otros 10 minutos para recuperar el aliento y continuar hasta la meta.
Hasta este punto los pies ya duelen, los músculos piden descanso, pero el panorama te hace olvidar todo.
Posterior a ello, emprendieron de nueva cuenta la caminata y luego de 20 kilómetros de recorrido, fueron alcanzados en vehículo por sus hijos y hermanos, quienes los abastecieron de agua y aprovecharon para sacar otras fotos del lugar.
Si hasta este punto, creen que ha estado pesado el camino, no ha sido nada, pues la señora Chávez mencionó que aún no habían llegado ni a las faldas del Cerro Mohinora.
Ahora sí viene la conquista. Continuando por el empedrado del camino, después de seguir caminando por aproximadamente 21 kilómetros, se empieza a sentir el pesado camino de subida hacia el Mohinora, el cual, desde este punto, ya no hay desniveles, sólo subidas.
“A partir de este punto ya se siente bien pesado, el sol ya comenzaba a calar, las gotas de sudor se hacían presentes, sin embargo, cada paso que dábamos nos acercaba más a nuestra meta, por lo que no fue motivo suficiente para echarnos para atrás”.
Fue así que tras varias horas del resto de lo que fue lo último del recorrido, ahí estaba, el lugar prometido, la punta del cerro Mohinora. “El Cielo Héctor… el cielo de Chihuahua. Nadie tiene la dicha como nosotros de tocar el cielo”. Fueron las primeras palabras de la licenciada Chávez, tras 29.7 kilómetros de recorrido desde Guadalupe y Calvo.
Valió la pena el entrenamiento, la preparación física y psicológica, el sudor y el dolor muscular.
Por último, destacó que esta experiencia, ha sido la mejor que ha vivido, asimismo, resaltó que espera que sea el comienzo de lo que pueda ser una tradición, para lo cual, reiteró la invitación a todas las personas de dentro y fuera de la ciudad a realizar esta caminata, misma que promete llenar de increíbles vistas a quien se atreva a hacerlo.