Todos conocemos alguna historia de fantasmas; alguna vez habremos tenido la seguridad de haber visto u oído algo extraño, y en Juárez las historias de fantasmas abundan, desde cuadros embrujados, seres extraños que presagian un mal futuro y enfermeras fantasmas que cuidan a los pacientes en las salas de los hospitales.
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Pero de entre tantas historias, una de las leyendas o rumores que rondan con más fuerza entre los juarenses es el avistamiento de los espíritus de niños que juegan en el Panteón de los Niños, donde algunos vecinos afirman que hacen travesuras y se les puede escuchar jugar por momentos.
¿Qué son los fantasmas?
La palabra fantasma proviene del latín phantasma que significa aparición o visión y es como se le describe, según la RAE, a la imagen que queda impresa en la fantasía.
De manera cultural, para muchos se trata del alma de los muertos que llegan a manifestarse entre los vivos por distintos motivos, como misiones que dejaron pendientes en vida o por no poder reconocer su muerte; todas estas creencias surgen de leyendas y mitos que se han aprendido o enseñado entre la sociedad.
Y aunque no se sabe con certeza desde cuándo surge la idea de “fantasmas”, se cree que una de las primeras historias oficiales que involucra a espíritus o seres inexplicables proviene de Inglaterra en el siglo XVI, en un monasterio de Yorkshire que reportó eventos extraños en la zona.
¿Cuál es la leyenda del panteón de los niños?
El Panteón Senecú, también conocido como el Panteón de los Niños, es popular debido a que alberga numerosas lápidas con inscripciones indican el fallecimiento de niños y recién nacidos, cuyas tumbas tienen algunas coronas de flores y dulces, entre otros tipos de adornos u ofrendas.
Se ubica en Vereda Segovia, Parcelas Ejido Jesús Carranza, 32472, cerca del boulevar Francisco Villareal Torres y Juan Pablo II y muchas de las lápidas señalan fechas del siglo pasado, por lo que también podría explicar el motivo de que muchas se encuentren descuidadas y deterioradas.
Vecinos que residen cerca del lugar relatan haber escuchado risas de menores a altas horas de la madrugada, mientras que otros aseguran haber visto sombras correr entre las cruces del lugar o tocar las puertas de los inquilinos para luego huir y desaparecer.
También indican quienes se han aventurado a ir de noche que al estacionar el auto han visto marcarse huellas inexplicables de pequeñas manos en el coche.
Todo este conjunto de historias ha impulsado a investigadores o exploradores urbanos a visitar este sitio y averiguar por su propia cuenta si se trata de un mito o una realidad:
Pese a que no se puede confirmar o negar las historias, no cabe duda de que se tratan de anécdotas impactantes y que nos hace preguntarnos qué es lo que nos espera después de la muerte.
Nota publicada en El Heraldo de Juárez