Hace seis años, Tabaré Alonso partió de su tierra natal, Uruguay, dejando atrás las comodidades de una vida segura, un empleo, amigos y familia para emprender un viaje hasta Alaska a bordo de su fiel amiga, una bicicleta sencilla de color blanco, con la que ha recorrido más de 15 países, hasta llegar actualmente a México, al municipio de Jiménez, travesía que ya suma más de 30 mil kilómetros.
Con una ligera sonrisa, Tabaré Alonso relata cómo en el año 2016 partía de casa, en Uruguay, como parte de un proyecto personal con el cual pretendía recorrer el continente del punto A al punto B.
“Yo vengo del sur de Uruguay, de Sudamérica, la meta es llegar hasta Alaska, al principio era una idea, como que lleva todo uno a papel, de decir bueno, yo puedo ir por este camino a esta distancia, tales fronteras, el tema económico, y fue que poco a poco ha tomado forma este viaje”, relata.
Antes de emprender el viaje épico, en el cual ha interactuado con diversas culturas, tradiciones y costumbres de cada uno de los países por los que ha transitado, Tabaré trabajaba en el área de sistemas, trabajo donde duró diez años.
Pese a tener un empleo y una vida segura en Uruguay, existen ciertos sentimientos internos, por los que, en marzo del 2016, emprende el que sería el viaje de su vida y que hasta el momento sigue sin retorno.
Cruzando la primera frontera que fue Argentina, para después dirigirse a los países de Bolivia, Perú, Brasil, Venezuela, Colombia; para luego dirigirse hasta Centroamérica a Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice y hasta llegar a México, donde en los últimos meses ha recorrido los estados de Durango, Coahuila y Chihuahua.
Después de estar en Chihuahua, Tabaré relata que sigue como destino Sonora y Baja California, último estado en donde dará por concluido su viaje por Latinoamérica, para continuar por Estados Unidos de Norteamérica, en donde pretende conocer al menos 28 estados de la unión americana, para después avanzar con destino a Canadá, con el propósito firme de ir siempre en la bicicleta.
“Ya van casi seis años que salí de mi tierra, el Covid me ha hecho detenerme bastante, estuve un año sin poder moverme, por lo que me instalé en Puebla, para después moverme y continuar, yo iba a abandonar pero algo me decía que no; en ese tiempo escribí un libro, en el cual narra un poco las cosas positivas que han pasado en Sudamérica y Centroamérica, pero de nueva cuenta dije, tengo que seguir y aquí estoy en Jiménez” mencionó.
Travesía por el desierto de Durango, Coahuila y Chihuahua
Una bicicleta que carga la bandera de Uruguay, mochilas, casa de campaña, herramienta y miles de historias y experiencias, así como a su jinete, Tabaré se dirigió a dos de los sitios más emblemáticos del estado de Coahuila, Cuatro Ciénegas, en donde disfruto de los acuíferos del sitio y las dunas de yeso; luego de una breve estadía continuó su viaje con rumbo a Químicas del Rey, donde fue recibido con gran emoción y amabilidad por los habitantes del lugar.
El Estado de Coahuila se perdió entre los valles y serranías del desierto, en una travesía que no tiene tregua, Tabaré avanzó con rumbo al mítico sitio de la Zona del Silencio en el Estado de Durango, experiencia que se ha convertido hasta el momento, en la mejor vivencia de su viaje.
“Conocimos la Zona del Silencio que fue un privilegio increíble, gracias a las autoridades que nos dieron permiso para poder ingresar, una maravilla de verdad increíble”, señaló.
Luego de varias lunas en la Zona del Silencio, reanudó su viaje con rumbo al estado grande, Chihuahua, cuyo primer ingreso fue por Loma Prieta, ejido La Soledad, Carrillo y Escalón; en donde antes de llegar a la cabecera municipal de Jiménez, Tabaré se dirigió a las aguas termales de Los Remedios, donde pernoctó por al menos tres días.
Conociendo los rincones más bellos del municipio de Jiménez, partió el sábado 12 de febrero rumbo a la cabecera municipal, en donde pernoctó durante la noche del sábado en la cima del cerro de los reyes, en una fría noche típica del desierto.
A la mañana del 13 de febrero recorrió la ciudad de Jiménez, para en la tarde convivir un rato con los habitantes, practicando uno de los deportes más típicos de la región, el lazado de ganado.
El lunes 14 de febrero pernoctó en la Plaza Principal de Jiménez, planeando la próxima ruta para continuar con su viaje.
“Lo más difícil fue el comenzar, cuando uno inicia, lo más difícil es llevarlo a cabo, imaginarlo, planearlo, después ejecutarlo; pero antes de eso, comentarlo con la familia, decirle a mi mamá a los jefes, miren voy a dejar esto por andar en bici. Al principio como que no hay mucha aprobación, te tratan de loco por cosas a veces que no tienen sentido, pero es lo que uno quería hacer”, comentó.
En el trayecto épico, dos veces ha sido objeto de robo, la primera en Brasil donde le robaron su bicicleta, por la cual tuvo que pagar rescate y la segunda vez en Honduras por la Mara 18, pero a pesar de todo esto, son más las cosas bonitas que le han pasado.
"Antes de llegar acá para el norte si tenía miedo, por todo lo que dicen haya en el sur", expresa, panorama que no fue tal como se lo platicaron, ya que a su ingreso a los estados norteños ha sido recibido con gran afecto, y más por las personas de los ranchos.
“El norte para mí ha sido una gran sorpresa, que personas que no te conozcan te inviten a sus ranchos a un café, y te hacen parte por lo menos unas horas, un rato de lo que son ellos, y mostrarte con mucho orgullo la región”, dijo.