De una vida normal y de ensueño, la curiosidad, la falta de criterio y una inmadurez camuflada por la supuesta inteligencia, llevaron a Saúl a las lontananzas de un “trip “ que lo sumergió en la fosa más profunda de la adicción, desde María hasta Blanca y Lucy con un sorbo de mezcalina, compañías de apariencia agradable, pero que a más de una década permanecen en la memoria de a quien tanto dañaron.
Muchas son las cifras que componen la estadística de las adicciones, pero pocas son las historias de quienes entran en ese mundo, aceptan contar su experiencia, pero sobre todo, salir de ese abismo.
Saúl, hoy de 36 años, se remontó a dos décadas atrás, hijo de una maestra de secundaria y de un supervisor de calidad en varias plantas maquiladoras de la entidad, siempre fue un alumno ejemplar en la ciudad de Parral, la escuela nunca supuso un gran reto para él, incluso, podía darse el lujo dedicarle bastante de su tiempo a su pasión, la música.
Desde el rock and roll, hasta el hard rock y el heavy metal, explorando la psicodelia, el black, el doom y el trash, géneros que dominaba en la batería y el bajo eléctrico, y que siempre detrás de los sonidos y los tiempos, encerraban múltiples historias, mitos y hasta leyendas que hicieron famosos a sus ídolos más allá de los escenarios y estudios de grabación.
Aquellas historias de canciones que hoy son himnos que han trascendido las generaciones, que resultaron ser producto no solo de la virtuosidad musical, o inspiración, sino de algún viaje con ácidos o experiencia de alguna sobredosis, fueron el primer acercamiento de su curiosidad con las drogas.
A sus 18 años llego el momento de estudiar una carrera, ciudad Juárez sería el lugar adecuado para ello, sus padres ya habían arreglado las cosas para que el hijo de unos amigos, quien también estudiaba en la frontera, lo acogiera como su “room mate”, en lo que cursaba su ingeniería en manufactura.
Maletas con su ropa, un bajo eléctrico y un amplificador fueron el equipaje que llevó a ese viaje cuyo destino resultó ser totalmente distinto al que planteaba el itinerario inicial, y aunque de manera inicial pareció agradable, solo fue un espejismo.
No pasó mucho tiempo para que Saúl hiciera nuevos amigos que además de las materias compartieran su afición por la música, por lo que además de la escuela, rápidamente encontró un empleo tocando en bar.
Sin embargo, sus nuevos amigos no solo eran aficionados a la música, toda la banda eran asiduos fumadores de marihuana, pero que en esta ocasión, llamaremos “María”, una tentación que Saúl evitó por mucho tiempo.
Pero no hay pie que no deslice en terreno fangoso, y menos si de por medio se encuentra aquella frase del legendario McCartney, quien incluso en televisión, aceptó que María lo hacía feliz y creativo, por lo que lejos de alertar a Saúl, fue una motivante para empezar esporádicamente con ella, hasta llegar al punto en que sus encuentros eran diarios.
“Se agita mi corazón, mi mente no se detiene, me estoy desvaneciendo lentamente, ya no siento ni mis manos, ya no siento el dolor, estoy perdiendo todo el control, fue lo que dije y pensaba en mi interior las primeras veces que estuve con María. Después ya todo era relajante y ataques de falsas carcajadas que en su momento parecían autentica felicidad”, explicó Saúl.
María se mantuvo como un amorío secreto, las citas siempre eran fuera de la casa de compañero de casa, y nunca fueron un impedimento para responder de buena, o incluso de manera sobresaliente en la escuela, así que nadie se imaginaba.
“Y es que la neta, hasta ese punto conseguir la droga era fácil, los chavos con quien tocaba se encargaban de conseguirla, la pagábamos con lo que sacábamos por tocar, y en Juárez, es más fácil conseguir un trip o una loquera que un trabajo”, manifestó el entrevistado.
Así pasó el tiempo y María resultó ser una compañera aburrida, depresiva y que combinada con el exceso de alcohol, dificultaban otro tipo de actividades como socializar o convivir con el sexo opuesto.
“Un día terminando una tocada ya no sabía de mí, tras vomitar varias veces solo quería dormir, pero la banda ya tenía planeado el after, así que un tipo, al cual jamás había visto, pero que nos invitó a seguirla a su casa, comenzó a hablar de ella…” dijo Saúl.
Se llamaba Blanca, alguien de quien Saúl ya había escuchado y que al menos para él, tenía mala fama, compañera de “buchones” y “cheros”, siendo casi un insulto ponerse al nivel de ellos con tan peculiar compañía.
Pero todo prejuicio hacia Blanca quedó olvidado, ya que sería la “Celestina” que lo ayudaría a salir del mal viaje o el bajón que María y el alcohol le habían provocado, y poder acercarse a una joven de verdad, así que, sin dudar, dejó que Blanca lo sedujera por el olfato.
Sin embargo, su encuentro con aquella joven resultó ser meramente casual, al poco tiempo se enteró que ella no estaba interesada en convivir con alguien que tuviera amistades tan peculiares como María y Blanca.
Estas últimas se convirtieron en amantes constantes para Saúl, a veces por separado, otras haciendo trío. No pasó mucho tiempo para que Saúl se diera cuenta de que sus damas no eran compañías baratas.
Fuera del tema, pero importante para la cronología y parte medular en la bitácora de esta travesía, se dio la oportunidad de acudir a un festival Cervantino en Guanajuato. De ello solo el recuerdo de una chica de Chihuahua quedó, no se encelaba por María y Blanca, en cambio, se llevaban muy bien.
La amistad entre los ahora tres amores de salud, los llevó hasta Real de Catorce, no por los atractivos del pueblo, sino por curiosidad y las ganas de un verdadero viaje, místico y espiritual, una experiencia que solo el peyote y su mezcalina pueden dar.
Desafortunadamente, el recorrido por el subconsciente llevó a esta chica por senderos escabrosos que convirtieron el “trip” en un ataque de pánico y angustia, dejando a Saúl solo en medio de la huasteca potosina…
“El dinero nunca fue problema, pero con estos vicios que yo aseguraba podía dejar en cualquier momento por el simple hecho de ser un buen estudiante, me dejaban sin excusas para pedirle más dinero a mis papás, hice lo… diría que lo más bajo, pero aún no llegaba a ello”, comentó el entrevistado con mueca de ironía.
En el campus donde estudiaba, nadie dejaría ir la ganga de comprar una computadora a buen precio, así que antes de empezar la segunda hora de clases, Saúl ya era un experimentado vendedor.
Dinero en la cartera y una historia sobre el robo de su mochila en un descuido, esa misma noche lo llevaron en compañía de uno de sus “amigos”, así entre comillas, a petición de quien relata, a uno de los famosos “pockets bar” de ciudad Juárez.
Ahí su “amigo” le presentó a un hombre al que apodaban “El Cali”, ya que supuestamente venía de California, y con quien no dudaron en platicar sobre sus experiencias con las damas extravagantes.
No pasó mucho tiempo para que “el Cali” presentara a otra amiga, su nombre era “Lucy”, la misma que Lennon inmortalizara en su canción, describiéndola como la chica que volaba en un cielo con diamantes.
“Como dicen, la primera vez es gratis, así que ni la pensé, del pockets fuimos a dar a la Chaveña, a una como vecindad donde solo vivía “El Cali”, en la mente solo tenía viajarme mientras escuchaba el Dark side of the moon, de Pink Floyd, así que por ser nuevo cliente potencial, me dejaron ponerlo”, recordó Saúl, quien tras varias horas de alucinaciones, ni cuenta se dio que no había llegado a dormir con su room mate.
De pronto ya o había música, su bajo eléctrico y el resto de su “gear” terminó mal baratado en un casa de empeño. Tampoco había escuela, pero eso solo lo sabía él, quién tras fingir desacuerdos con su compañero de casas, dijo a sus padres que ahora viviría con un compañero de clases, quien resultó ser nadie más que “El Cali”.
Pero María, Blanca y Lucy, solo serían amores de verano, pronto llegó el verdadero amor para Saúl, alguien que lo hacía sentir completo, relajado, feliz, enamorado, la heroína del cuento, conocida como “La Chiva”.
Pese a las historias que figuraban en internet y de tantos de sus ídolos que terminaron rotos por esta “mujer”, para Saúl era lo máximo, pese a lo posesiva y exigente que era, al tal grado que en vacaciones o días de asueto, obligaba a Saúl a inventar trabajos eventuales, cursos extra de la escuela, y demás pretextos para no viajar a la Capital del Mundo a ver a su familia.
Ello encendió una alerta en la madre del entrevistado, quien veía que su hijo ya no hablaba de la misma forma ni tan frecuente como antes, y siendo la gota que derramó el vaso, una fotografía que mostraba a otra persona que no era su hijo.
Una visita sorpresa confirmó la sospecha de su madre, “en plena loquera le dije a mi mamá que vivía en la Chaveña, ni supe que me dijo o que más le dije, así que yo creo la visita sorpresa tal vez ni fue sorpresa, sorpresa la que se llevó luego de preguntar con vecinos donde vivía exactamente y encontrarme inconsciente, gracias a Dios, El Cali andaba vendiendo su veneno, sino capaz que hasta le hubiera hecho algo y eso no me lo hubiera perdonado”, expresó.
“En fin, todo mi teatro se había caído y de repente ya estaba en Parral sin cara para ver a mi papá y al resto de mi familia, a la que le pedí perdón y juré rehabilitarme, no pasó ni una semana cuando de nuevo ya andaba dando la vuelta con María y Blanca, no vi a Lucy ni a la Chiva nomás porque no supe dónde encontrarlas aquí” dijo Saúl.
A partir de ahí ya no hubo consideraciones, un engaño de un viaje para visitar a una tía en Guadalajara, lo llevó a insultar de la peor manera a mis padres, unos policías llegaron, lo esposaron y lo llevaron a un centro de rehabilitación.
“Es lo más difícil que te puedes imaginar, sientes odio por quienes te llevan ahí, y aunque estas consiente de tu adicción, sigues pensando que todos están mal menos tú, y que las personas que están ahí son la basura de la sociedad, y oh sorpresa, tu eres de la misma basura”, puntualizó.
Y eso es solo conflicto emocional, a ello se le debe de sumar la reacción del organismo a la abstinencia, “gritas, lloras, pataleas, blasfemas y te golpeas, pero llegas a un punto donde ya no puedes hacerte más daño del que ya e hiciste a ti y los tuyos”, expresó Saúl.
La fe y el contacto con tu familia una vez que logras aceptar tu error, son pieza clave para poder conseguir lo más difícil de este proceso, pedir perdón y perdonarse a uno mismo por los daños causados, “yo engañé a mis padres y a toda mi familia, ellos esperaban que regresara un ingeniero, en cambio, fueron a recoger a un drogadicto”.
Ya limpio y sobrio, llegó el momento de volver a Parral, las redes sociales en su apogeo, fueron el medio para aquella joven del Cervantino que lo dejó en el avión en la Huasteca Potosina, contado líneas atrás, le envió una solicitud de amistad.
“La verdad ni la recordaba, fue al paso de varias conversaciones que logré ubicarla y recordar su nombre, que irónicamente es Cristal, así que puedo decir que también conocí el cristal ja… me contó cómo pudo enderezar su vida, y yo, como lo estaba haciendo, estudiando en línea, pues pese al perdón de mi familia, jamás sentí la misma confianza como para irme a estudiar fuera de Parral”.
El contacto entre Saúl y Cristal siguió por algunos años gracias a la tecnología, hasta que llegó el día de volverse a ver, resultando ser ella su verdadero amor, no como María, Blanca, Lucy y la Chiva.
Ahora son una familia que radica y labora en ciudad Jiménez, donde sus viejos amores y amistades abundan, pero con la convicción y objetivo de ser un ejemplo para sus hijos, de quienes esperan sean más maduros que ellos, aprendan a decir no, pero sobre todo se amen a ellos y su familia.
“Es una mentira lo de las malas amistades y el entorno, puedes venir de una familia acomodada o una familia humilde, de padres ausentes o responsables, la decisión final siempre es tuya y de ti depende decir no, o bien, por trillado que se escucha, tocar fondo”, concluyó Saúl.