Ingresando por la carretera Jiménez-Camargo cuota de norte a sur, y sobre el puente carretero que atraviesa el cauce del río Florido; dirigiendo la vista a la izquierda, es posible observar las cúpulas de una de las construcciones arquitectónicas más emblemáticas del municipio de Jiménez, la parroquia del Santo Cristo de Burgos, que destaca del resto de arquitectura con apariencia urbana, siendo un punto de referencia simbólico de la ciudad.
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Asimismo, desde la carretera conocida como La Curva, a pocos metros del puente que atraviesa el cauce del río Florido y conecta con parte del centro histórico de la ciudad, se aprecian las cúpulas de la parroquia desde otro ángulo y desde la parte trasera del templo, mismas que al atardecer se fusionan con los colores naranjas del cielo.
Al ser una de las construcciones arquitectónicas más emblemáticas de Jiménez y albergar al santo patrono del municipio, Santo Cristo de Burgos, cobra relevancia e importancia el valor cultural que tiene el Camino Real de Tierra Adentro.
Con sus casi tres mil kilómetros de extensión, el Camino Real de Tierra Adentro (que va desde la Ciudad de México hasta Santa Fe, Nuevo México) fue una ruta muy importante impulsada por el gobierno Novohispánico desde el siglo XVI para desarrollar el comercio, las campañas militares y la colonización de nuevos territorios para la Corona Española. En lo que hoy conocemos como Ciudad Jiménez, fue un punto estratégico en la ruta por la seguridad que brindaba a quienes recorrían la región.
Salvador Mendoza Rede, cronista de Jiménez, platica que lo que antes era el Real Presidio de Huejoquilla de Santa María de las Caldas, fue clave para el tránsito por el noreste de la Nueva Vizcaya (primera provincia explorada y fundada en el norte de México, que conforman los estados actuales de Durango, Chihuahua y Coahuila), esto, a partir de su fundación en el año 1753. “Dos años antes, las autoridades virreinales encontraron que los presidios de la cordillera ya no eran funcionales; los indios ya no se acercaban y eran puestos fijos sin movilidad.
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“Por otro lado, el oriente limitado con Coahuila era un terreno inhóspito, seco, con pocas fuentes de agua y en donde merodeaban tribus indígenas muy belicosas, como los mezcaleros, los salineros, apaches y comanches, que se desplazaban al norte”, explica Mendoza.
Por lo anterior, surgió la necesidad de construir un presidio en este punto, que permitiera asentar una compañía volante que pudiera salir a los caminos a defender y auxiliar a los viajeros y a las caravanas que transitaban de sur a norte, y viceversa, así como tener una vía más directa entre Jiménez y Chihuahua, y una conexión con pueblos como Valle de San Bartolomé, Santa Rosalía, Conchos, Guanaceví, El Florido y después con Cuatro Ciénegas.
“Más que todo fue un punto de descanso y seguro para los viajero que ansiaban llegar, por el temor a ataque de indios o bandoleros”, enfatiza Mendoza. No obstante, hubo también tránsito de mercancías, se estableció una fábrica de mezclilla, se procesó trigo, hubo venta de ganado y transporte de metales; asimismo, se desarrollaron festividades como la del Santo Cristo de Burgos, patrono de la ciudad, la de la Virgen de Las Caldas y de San Isidro.
Aunque actualmente, muchos tramos del Camino Real de Tierra Adentro son desconocidos, el de Jiménez representó un punto esencial para el intercambio cultural. Cabe señalar que entre los caminos reales autorizados por la Corona Española, es considerado el más antiguo y extenso de América, y gracias a la riqueza cultural de sus ciudades, conjuntos arquitectónicos, haciendas, presidios, infraestructura caminera, entre otros, en 2010 logró la inscripción como Itinerario Cultural dentro de la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, en el que destacan 60 elementos a lo largo de 11 entidades de la república.