En el interior de la Hacienda de "Los Remedios" se conservan cuatro murales con una edad de 116 años, tomando como referencia la fecha de construcción de la Hacienda, 1906, la cual se encuentra plasmada con números labrados en cantera, en la parte principal de la construcción.
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Específicamente, los murales se encuentran en el pasillo del acceso principal del inmueble, frescos que se dividen en dos; dos en la parte derecha y dos en la parte izquierda del pasillo principal; ambas pinturas, divididas por puertas de acceso que conducen a lo que fueran recámaras, en los tiempos gloriosos de la Hacienda de "Los Remedios".
Plasmados en recuadros con forma de óvalos, los frescos ilustran escenas de cacería , así como flora y fauna típicas de los bosques de coníferas, muy diferente al medio físico y geográfico que rodea a la región de Jiménez, la cual es desértica. Probablemente, las presentaciones, son en referencia del lugar de donde provenían los dueños, paisajes y escenas típicas, de los países del viejo continente, específicamente de Inglaterra.
Pese a estar a punto de colapsar, la que una vez fuera una hacienda prospera en medio del desierto, debido a la falta de interés por parte de autoridades municipales, estatales y federales; el inmueble conserva de una excelente manera los cuatro murales, de un tamaño de un metro y medio por 50 centímetros; mismos que una vez colapsada la construcción, se perderán en el tiempo, quedando únicamente en el registro gráfico de las investigaciones, así como de curiosos que ingresan al lugar.
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Dos de los murales, narran una escena típica de cacaería de las familias adineradas y la nobleza, de los países del viejo continente; donde se aprecia a tres sujetos bien vestidos, con ropa color café y sombrero. Uno de ellos sostiene un arma, rifle o escopeta, con la que apunta o a un par de venados, ubicados en primer plano, uno de los cuales es impactado por el disparo, mientras el otro espécimen sale corriendo fuera de cuadro.
En la misma escena de la pintura, se aprecia un segundo sujeto levantando la mano, mientras un tercer sujeto, dispara a una parvada de patos.
En la continuidad de la escena, en otro mural, salen en escena un can de la raza Pointer Ingles, el cual puede ser la clave para corroborar la hipótesis de que los dueños provenían del viejo continentes, el cual sostiene en el hocico a un pato muerto, producto de la cacería; mientras una persona del sexo masculino, detrás de unos arbustos, lo observa fijamente.
Los otros dos murales, narran una escena de pastoreo de un rebaño de ovejas, en el mismo paisaje de frondosos bosques de coníferas y abundante pasto; mientras que en la parte trasera del rebaño, se localiza un sujeto con una túnica azul y un morral café, recargado sobre un bastón de madera, a la par que sostiene con un cordón a un perro de abundante pelo y hocico pronunciado, características de un perro de raza Collie de pelo largo, originario de los países del viejo continente.
Es así, como en algunos recovecos, aún se puede apreciar la pintura original de la Hacienda, además de otras señas y símbolo que se resisten a desaparecer; sin embargo, un día en que la naturaleza decida azotar con su fuerza, con una torrencial lluvia en esta región de Jiménez, se llevará consigo el rastro de que alguna vez hubo vida en medio del desierto, vida y construcción de la época de la Revolución Mexicana.
Aunque la naturaleza podría terminar con esta construcción, la intervención humana también ha generado graves daños, debido a que el monumento histórico ha sido ocupado como vivienda y actualmente como establo, para el resguardo de forraje para ganado, lo que acelera su destrucción, además de las múltiples visitas que recibe.
“Todo eso recorrí yo cuando era joven, me tocó llevar mucho ganado para esa hacienda y para la Sierra del Diablo, esas gentes tenían ganado para aventar para arriba, muy ricos los dueños, pero caciques”, narra el testimonio de Don Miguel; persona de muy edad avanzada edad, a quien le tocó conocer la Hacienda en sus tiempos de gloria, casi a la par, cuando Pancho Villa expropió de la misma Hacienda, a la famosa yegua Siete Leguas.