Se desborda la fe en ejido Zaragoza, centenares de creyentes acudieron a la capilla erigida en honor al Señor de los Guerreros en dicho lugar. Ofrendas florales, familias enteras y puestos de vendimias fueron parte del panorama de dicho festejo, el cual estuvo envuelto entre el aroma del incienso mezclado con el olor de los sopes, gorditas y demás antojitos.
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Como cada primer viernes de marzo, el día de hoy la iglesia Católica conmemoró el día del Señor de los Guerreros, por lo que miles de fieles realizan la peregrinación hacia el estado de Durango, específicamente al pueblito del Tizonazo, para venerar esta imagen, ya sea para agradecer o pedir algún favor, o simplemente motivados por su fe.
Sin embargo, no todos los creyentes pueden acudir hasta el Tizonazo, por lo que optan por visitar la capilla del Señor de los Guerreros que se ubica en el ejido Zaragoza, en el municipio de Jiménez, poblado que al igual que en Durango, se viste de gala para la ocasión.
Tal es el caso que, cientos de creyentes arribaron al citado poblado para venerar al Señor de los Guerreros, por lo que la capilla erigida en su honor se vio abarrotada por la feligresía que acudió a su encuentro.
Personas con ofrendas florales, familias completas, e incluso parejas de jóvenes pudieron verse en el lugar, donde hubo quienes manifestaron que habían acudido para agradecer el haberse curado de una enfermedad complicada.
Por lo anterior, la fe de muchas otras personas se ha visto acrecentada, por lo que también hubo quienes manifestaron que era la primera vez que visitaban la imagen del Señor de los Guerreros para pedirle encontrar un empleo.
El olor a enchiladas, sopes y gorditas, inundaba los alrededores y resaltaba entre los aromas que emanaban de los puestos de comida, los cuales a su vez fueron abarrotados por la feligresía y paseantes que disfrutaban del festejo religioso e inicio de fin de semana.
Vendimias de libros religiosos, rosarios, crucifijos, escapularios, medallitas y estampitas con oraciones no pudieron faltar en esta fiesta, donde además se ofertaba ropa, joyería, accesorios, artículos para el hogar, juguetes, botanitas y demás.
El señor de los globos caminando a los alrededores coincidía esporádicamente en su andar con el señor de los algodones de azúcar, cuyas presencias eran evocadas por los más pequeños que querían adquirir alguno de los citados productos.
Familias completas e incluso algunas que dejaban ver a varias de sus generaciones reunidas, paseaban en el lugar, otras degustaban y compartían el pan y la sal a las afueras de un templo vestido de gala a la altura de la festividad.
El ambiente era amenizado por el repicar de las campanas y en otros momentos por melodías populares que a más de dos parejas pusieron a bailar, mientras quienes tomaban la sombra en las bancas y sillas que se colocaron en el lugar, observaban atentos los ritmos y pasos de danza.