“Más vale prevenir que castigar”. Así lo mencionaron dos jóvenes egresados de la Facultad de Derecho de la UACh, quienes, preocupados por el aumento de conductas delictivas en Parral y en el estado, exhortan a las autoridades a crear propuestas que ayuden a la prevención del delito y no únicamente a la represión de los mismos, puesto que es mejor combatir el delito antes de que ocurra y no tener que castigarlo después.
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Érik Alejandro Lazcano Chávez y Kevin Eliud Guzmán, son dos jóvenes de 23 años de edad, recién egresados de la Facultad de Derecho de la UACH en Parral, que al ver que, durante los últimos años, ha ido incrementando la incidencia delictiva no sólo en Parral, sino en todo el estado y parte del país, decidieron exponer notas con la finalidad de modificar la concepción del delincuente y determinar factores del delito con el fin de que gobierno y sociedad apliquen mayores políticas criminales preventivas.
Según comentó Érik, durante los años de carrera que llevaron en la Facultad de Derecho, les fue impartida una materia de Criminología; misma que llamó su atención en los temas de las políticas criminales preventivas, al borde de querer hacer algo para prevenir y/o disminuir los delitos en la sociedad.
Decidimos iniciar una consulta seria de las causas del criminen, y al estudiar a expertos en la materia advertimos que gobierno y sociedad descuidan las políticas criminales preventivas. En ese sentido, de manera deseosa, exponemos notas interesantes con la finalidad de modificar la concepción del delincuente y determinar algunos factores del delito
“Exponemos notas de criminólogos destacados como Ruíz Harrell y Wael Hikal, para comprender que el estudioso del crimen tradicional, ortodoxo, partió de la noción de que la sociedad es un orden monolítico en el que priva el consenso y al que dirige una sola moral -uno y otra, fijados por la ley-.”
En esta concepción, según dijeron, el delincuente inevitablemente venía a resultar un ser marginal que formaba parte de una minoría que, por desviaciones morales, rechazaba el proceso de socialización que haría de él un individuo “útil en la sociedad”. El delincuente era, ante todo, un “anormal”.
Sin embargo, señalaron, que fue el tiempo y la realidad, quienes acabaron por imponer una visión de la sociedad del todo distinta y actualmente se le concibe como una suma de divergencias culturales y morales, de posiciones e intereses encontrados, de ideologías opuestas y subculturas en pugna por encontrar un reconocimiento y un espacio.
Una de las consecuencias de esa transformación, es que el criminólogo ya no puede seguir viendo al delincuente como un “anormal”, ni explicar sus actos como consecuencia de un proceso de socialización fracasado o incompleto.
“Han de abandonar la práctica tradicional de considerar cada delito como un mero acto individual. Si la marginalidad tiene visos de ser eterna e irreductible -una condición social-, y la criminalidad registra un explosivo crecimiento que es dueña de nuestra cotidianidad, ¿No será tiempo ya de investigar la delincuencia precisamente como eso, como un fenómeno social y precisar cuáles son las consecuencias que lo producen?, ¿No será tiempo ya de olvidarse del estudio de cada delincuente y prestarle atención a las circunstancias comunes de las que surgen todos los delincuentes?” Mencionó Eliud parafraseando al criminólogo.
Érik -analizando las notas- mencionó que los medios que conducen a reducir el fenómeno antisocial son necesariamente aquéllos que puedan oponerse a los factores que la ocasionan o favorecen. Siendo la criminalidad, en parte, un producto de la miseria, de la ignorancia y de la enfermedad mental y social, los medios hábiles para limitar en lo humanamente posible, son aquéllos que combaten esos factores, el Estado, por medio de sus instituciones y servidores públicos, debe dar ayuda a reducir los factores criminógenos.
“Si nos fuese dable encarcelar a todas las personas que delinquen en un año, en el siguiente habría, sin duda, muchos menos actos delictivos, más también es predecible que una nueva generación de delincuentes acabaría por llenar los espacios que antes ocupaban los que fueron enviados a prisión. Esto es así porque no cambiaron las causas que propician el crimen.” Explicaron con esa reflexión.
En cuanto a los factores que provocan estos comportamientos, Érik, señaló que hay algunos que son denominados de “carácter decisivo”, como los de índole económica.
Explicó que, en los datos y estadísticas hechas por los criminólogos consultados “resultó que en los países industrializados su influencia negativa se diluye, pero en los que están en vías de desarrollo -como el nuestro, Brasil o Egipto-, siguen siendo preponderantes. Aunque, no sólo la situación económica del país resulta determinante para el curso que sigue la criminalidad, hay otros factores que ejercen una influencia semejante y el más claro es el empleo, en este caso medido en términos de proporción que representa la población total la que cuenta con trabajo remunerado.
La relación con el crimen es también negativa; a más empleo menos delincuencia y cuando las fuentes de trabajo disminuyen, la delincuencia suele crecer
“El último caso que conviene destacar -no es que sean todos- es el de la disparidad en la distribución de los ingresos. Como bien se sabe en los últimos veinte años, sobre todo de 1983 a la fecha, ha venido aumentando la diferencia entre los ingresos de los que más ganan y los que menos reciben. En 1970 el 10 por ciento de la población que recibía los mayores ingresos ganaba lo mismo que el 54.4 por ciento de la población más pobre. En 1996, conforme a la encuesta nacional de gastos e ingresos de los hogares realizada por INEGI, los ingresos del 10 por ciento de los más ricos equivalían a los que recibía el 70.6 por ciento de la población más pobre. Esta inequitativa concentración hace de la riqueza, que, por supuesto hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres, no pasa desapercibida para el crimen y por cada punto porcentual que aumenta entre la diferencia entre unos y otros, la delincuencia crece 3 por ciento. Son datos a los que tenemos que prestar atención, mismos que pueden ser consultados”, dijo Eliud.
Concluyeron en que la prevención debe ser considerada como herramienta básica para la reducción de la criminalidad, la violencia y la inseguridad y tratada por los profesionistas en la materia; es decir, los criminólogos.
“El éxito de la prevención del delito se debe a las habilidades y conocimientos del criminólogo, este debe ejercer su profesión aplicando el sentido humanista. Muchos opinan que la prevención se logra con la pura intención de ayudar, cuando no es así. Es necesario que el encargado de la prevención esté especializado en el tema. La labor debe ser hecha por científicos y no por gente que tiene sólo tiene las ganas de hacerlo o por recomendación de alguien. El Estado debe buscar a los especialistas y lograr reducir la inseguridad con la que vive, no jugar por ensayo y error con los puestos políticos y los programas preventivos.”