“Cada día que pasa es como una ruleta rusa, vives con el miedo de que algún día te toque a ti la bala” así lo describió la enfermera Karla, quien desde que iniciaron los casos de Covid-19 en nuestra ciudad, día a día arriesga su salud por mantener a salvo la de otros.
RECIBE LAS NOTICIAS DE EL SOL DE PARRAL ¡AHORA EN TELEGRAM! SUSCRÍBETE AQUÍ
Karla, es madre de dos pequeños y enfermera desde hace 10 años, mencionó que el vivir diariamente con el miedo a contagiarse del Covid-19 es un reto total, pues el miedo a contraerlo o contagiarlo a sus familiares, en ocasiones, no la deja descansar.
Ella, mencionó que en toda su carrera, nunca había vivido algo similar, pues en ocasiones pasadas, no había tenido que arriesgar la salud de su familia sólo por hacer lo que le gusta; ayudar a los demás.
De igual manera, destacó que es cansado estar ocho horas los seis días a la semana, brindando la atención a pacientes con Covid-19, pues, aunque no estén en situación de salud grave, una vez que entra a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para brindar la atención, no vuelve a salir ni a tomar un respiro hasta finalizar el turno.
“Todos los días es lo mismo, me despido de mi familia, conduzco hasta el trabajo con un cambio de ropa distinto al que llevó, el cual echo en una bolsa de plástico –de esas que pueden sellarse-, al llegar tomo mi equipo que consta de una bata azul, tres pares de guantes, un overol, una careta y cubre bocas, y al cruzar por la puerta de la sala de aislamiento, ya no vuelvo a ver la luz solar hasta finalizado mi turno”.
Al finalizar el turno, Karla dijo que debía quitarse el equipo para lo cual, a un costado de la sala UCI, se encuentra una pequeña habitación donde entre ellos – quienes estuvieron laborando en la otra sala- se rocían con cloro y/o alcohol, posteriormente se retiran el primer traje – overol- y los tres pares de guantes, la careta y por último la bata azul, posteriormente, indicó que toman una ducha en las regaderas del nosocomio y proceden a utilizar el cambio de ropa adicional que llevaban desde un principio.
Todos estos trajes, van a dar a una bolsa color rojo que también está sellada, el servicio de lavandería del hospital, nos apoya con el lavado del uniforme, el cual al momento de salir ya se encuentra desinfectado y listo para utilizarlo
Sin embargo, ahí no termina todo, al salir del hospital para regresar a casa también es una lucha constante, pues el miedo a ser agredido por el simple hecho de trabajar en un hospital, se ha vuelto latente.
Todos los días debo salir por esa puerta con miedo a que me vayan a golpear o agredir, como ya ha pasado en ocasiones anteriores que te rocían con cloro, es por ello que, como medida preventiva, al salir no llevamos el uniforme, sin embargo, podría haber personas que nos reconozcan y por creer que no estamos desinfectados, comienzan a agredirnos
Mencionó, que antes de llegar a casa, se asegura de que su esposo, le tenga un cambio de ropa esperando en la entrada, pues, aunque anteriormente ya se haya “sanitizado” entre la ropa puede traer residuos de la enfermedad, por lo que, se cambia nuevamente al entrar a su casa para luego recibir a su familia.
“Antes de llegar a casa, llamó a mi esposo para que me tenga listos un par de sandalias y un cambio de ropa en la entrada, le pido que retire a los niños al cuarto en lo que me cambio y saco mi ropa al patio, me doy otra ducha y listo, ahora sí puedo disfrutar de mi familia. Luego al siguiente día, vuelve a ser lo mismo.” Resaltó.