/ sábado 19 de diciembre de 2020

Doña Piedad, una vida difícil entre la necesidad y la soledad

Encuentra sustento en la venta de caramelos y paletas de hielo, así como en el poco trabajo que recibe su hijo

Para algunas personas el significado de “la suerte” tiende a expresarse de manera negativa, lo que afecta con mayor potencia cuando va dirigido a adultos mayores, ya que este sentir se acrecienta en temporada decembrina. Mientras unos tienen a sus abuelitos para felicitarles, otros están en casa solos en donde la Navidad pasa a ser un día más.

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Para doña Piedad, de 74 años de edad, la vida no ha sido fácil, pues ha perdido a dos de sus hijos; uno ahogado en un accidente; otro, en su labor como militar, quedando sólo uno de ellos en vida. Mientras que la enfermedad que padece le impide laborar.

Este año no sólo la pandemia le afectó su manera de subsistir, sino que también una caída le afectó una de sus rodillas; accidente que ahora le obliga a caminar con la ayuda de un andador para vender paletas y golosinas en su domicilio de la periferia del sector oriente de nuestra ciudad.

Lamentablemente, sus ventas bajaron aún más ahora que inició la temporada de intenso frío, pues nadie quiere una paleta helada.

Mientras porta una chamarra, el sustento que le da de comer radica cuando su hijo puede lavar los carros de los vecinos en la calle “Padre Agustín Pelayo”, quienes le echan la mano, aunque este realmente no pueda.

Ella es ampliamente conocida en el antiguo barrio de La Talleres, donde al cumplir una avanzada edad volvió desde Villa Ocampo, Durango, al separarse de su pareja; aunque vivió mucho tiempo en vivienda de alquiler, tuvo que migrar a la colonia San José, en donde gracias al apoyo de gobierno logró hacerse de un cuartito donde ahora mora con su hijo.

Al preguntarle qué hará de cena en esta Nochebuena, lamentó: “mi estufa no sirve”, pues no sabemos qué comeremos. Y con la voz resquebrajada, lamenta: “El año pasado estuve pidiendo un pavo en los apoyos y nunca nos llegó. Hace días un vecino estaba amarrando despensas afuera de su casa y me atreví a pedirle y cerró la bolsa diciéndome que ya estaban regaladas. Por eso me da vergüenza pedir”, dijo tristemente.

Sueña con que su hijo menor tenga una lápida en su sepultura y para ello tiene la esperanza de que el trámite de Afore se solucione, no puede estar yendo al centro dadas las condiciones que sufre a raíz de la caída.

Su morada es un cuarto de block. En el interior, el altar a sus hijos fallecidos es lo primero que puede observarse. No tiene televisión. Su único entretenimiento es un aparato donde se reproduce un disco con cánticos religiosos que le tranquilizan el llanto diario…

Añadió que si llegara a tener un regalo de Navidad sería una cenita que pueda cocinar y pañales para adulto, pese a la ausencia de la televisión no la solicitó en ningún momento. Al pasar las horas del día el recuerdo de sus familiares difuntos y el llanto están en la casa.

Doña Piedad dijo no tener calentón, por ello el dolor en su pierna se acrecienta sobre todo en las noches; y si el termómetro baja a las temperaturas menos cero no puede ni caminar.

Son muchas las carencias que Piedad padece. La vida no ha sido fácil. Es probable que la Nochebuena sea difícil. Más para ella y su hijo, pues Santa Claus no entra a las casas sin chimenea…

Para algunas personas el significado de “la suerte” tiende a expresarse de manera negativa, lo que afecta con mayor potencia cuando va dirigido a adultos mayores, ya que este sentir se acrecienta en temporada decembrina. Mientras unos tienen a sus abuelitos para felicitarles, otros están en casa solos en donde la Navidad pasa a ser un día más.

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Para doña Piedad, de 74 años de edad, la vida no ha sido fácil, pues ha perdido a dos de sus hijos; uno ahogado en un accidente; otro, en su labor como militar, quedando sólo uno de ellos en vida. Mientras que la enfermedad que padece le impide laborar.

Este año no sólo la pandemia le afectó su manera de subsistir, sino que también una caída le afectó una de sus rodillas; accidente que ahora le obliga a caminar con la ayuda de un andador para vender paletas y golosinas en su domicilio de la periferia del sector oriente de nuestra ciudad.

Lamentablemente, sus ventas bajaron aún más ahora que inició la temporada de intenso frío, pues nadie quiere una paleta helada.

Mientras porta una chamarra, el sustento que le da de comer radica cuando su hijo puede lavar los carros de los vecinos en la calle “Padre Agustín Pelayo”, quienes le echan la mano, aunque este realmente no pueda.

Ella es ampliamente conocida en el antiguo barrio de La Talleres, donde al cumplir una avanzada edad volvió desde Villa Ocampo, Durango, al separarse de su pareja; aunque vivió mucho tiempo en vivienda de alquiler, tuvo que migrar a la colonia San José, en donde gracias al apoyo de gobierno logró hacerse de un cuartito donde ahora mora con su hijo.

Al preguntarle qué hará de cena en esta Nochebuena, lamentó: “mi estufa no sirve”, pues no sabemos qué comeremos. Y con la voz resquebrajada, lamenta: “El año pasado estuve pidiendo un pavo en los apoyos y nunca nos llegó. Hace días un vecino estaba amarrando despensas afuera de su casa y me atreví a pedirle y cerró la bolsa diciéndome que ya estaban regaladas. Por eso me da vergüenza pedir”, dijo tristemente.

Sueña con que su hijo menor tenga una lápida en su sepultura y para ello tiene la esperanza de que el trámite de Afore se solucione, no puede estar yendo al centro dadas las condiciones que sufre a raíz de la caída.

Su morada es un cuarto de block. En el interior, el altar a sus hijos fallecidos es lo primero que puede observarse. No tiene televisión. Su único entretenimiento es un aparato donde se reproduce un disco con cánticos religiosos que le tranquilizan el llanto diario…

Añadió que si llegara a tener un regalo de Navidad sería una cenita que pueda cocinar y pañales para adulto, pese a la ausencia de la televisión no la solicitó en ningún momento. Al pasar las horas del día el recuerdo de sus familiares difuntos y el llanto están en la casa.

Doña Piedad dijo no tener calentón, por ello el dolor en su pierna se acrecienta sobre todo en las noches; y si el termómetro baja a las temperaturas menos cero no puede ni caminar.

Son muchas las carencias que Piedad padece. La vida no ha sido fácil. Es probable que la Nochebuena sea difícil. Más para ella y su hijo, pues Santa Claus no entra a las casas sin chimenea…

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