…Como a las tres de la tarde. El primer aviso. Tres sujetos que estaban a orillas de la carretera en Satevó, luego un auto nos rebasó, para esperarnos más adelante. De allí el suplicio de una persecución hasta Parral... Crónica de una persecución en la rúa a Chihuahua, en la que abundan los peligros y escasea la vigilancia.
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No es una aventura más. Es la narración de una travesía por la carretera Corta, donde la inquietud surge desde el momento en que te subes al vehículo, las historias de asaltos se cuentan por decenas, más tarde sabes que estás a punto de ser otra de esas historias que siempre acaban en denuncias que son ejemplos de impunidad.
Es el testimonio de quien sufrió una persecución por más de cien kilómetros; por fortuna no les dieron alcance y lo puede contar, en síntesis: ¡corrimos -literalmente -y la suerte nos ayudó para estar aquí!
Manuel iba de copiloto de Ramiro -nombres ficticios-, habían salido de Chihuahua alrededor de las 2:00 de la tarde. Como a las 3:00 de la tarde atravesaron por Satevó. Al lado de la cinta asfáltica estaban unos sujetos con chalecos rojos fosforescentes, similares a los que trabajan en el mantenimiento en la carretera -tarde para ser sábado-, aunque se quedaron mirando no les inquietó.
Podría tratarse de los “halcones”. Los que alertan a los delincuentes y avisan de sus posibles víctimas. Unos kilómetros más adelante, al atravesar el puente del río San Pedro, desde donde se alcanza a ver a mano derecha una pintoresca cabaña, un auto plateado los alcanzó a gran velocidad. Era un Acord.
Mientras los adelantaban, los dos tripulantes del vehículo se quedaron mirándolos, querían saber cuántos eran en la camioneta. Los adelantaron y también al camión de carga que iba adelante de ellos. Ramiro alcanzó a ver la actitud de los ocupantes –uno de ellos de barba-. Era indudable que su camioneta les había llamado la atención.
Por un momento, pensó que se podría tratar de un asalto. Estaban atravesando justo por el tramo con más incidencias de asaltos en carretera. Decenas de personas han sido despojados de sus camionetas. Se trataba del sitio donde ¡no hay señal de teléfono! ¡El lugar idóneo para los delincuentes! ¡Estaban en despoblado y sin posibilidades de comunicación!
Por unos kilómetros no pasó nada. Al llegar a El Velduque, -donde tampoco hay señal telefónica-, en la cuesta arriba, en la cima estaba estacionado el auto. Era inconfundible. Los dos sujetos estaban abajo, junto a una camioneta de modelo atrasado, simulaban ayudar en un desperfecto, pero no era así. ¡Los estaban esperando!
Aunque estacionados en el acotamiento del carril contrario, al ver la camioneta los activos se pusieron en marcha, unos kilómetros más adelante les dieron alcance y se les “pegaron”. El conductor -Ramiro- se dio cuenta y aceleró. Iba a más de 150 kilómetros. El copiloto lo animaba a no detenerse y menos permitir que lo adelantaran.
Cuando llegaron a Valle de Zaragoza se sintieron a salvo y bajaron la velocidad. Pero sólo unos momentos. Al final del pueblo los alcanzaron y nuevamente se pegaron. Igual la reacción acelera pero aún más. Esta vez la cosa iba más en serio. Las señales de las luces les conminaban para que se detuvieran. Hicieron caso omiso. En Santa Cruz de Villegas, aunque más lejos, pero ahí seguían.
Cuando pasaron por Maturana había una unidad de la Policía Federal de Caminos, pero ¡no confiaron! Aunque iban a más de 150 no redujeron la velocidad. Era preferible una infracción a correr el riesgo. El único tripulante de la PFP ni se inmutó, sólo los vio pasar.
Hoy pasado el susto, Manuel decidió alertar: seguramente es que hay otras similares y nadie advierte. Hace unos días un ganadero fue asaltado y despojado de su dinero. ¡No hay vigilancia! nadie apoya, los ciudadanos estamos solos y por tanto solos nos debemos cuidar...