Cusihuiriachi, es una antigua comunidad fundada en plena época colonial, en el año de 1688, como una localidad minera. Como tal llegó a tener gran importancia económica y demográfica para la, entonces, Nueva Vizcaya, atrayendo a todo clase de personas de diferentes partes del mundo que iban a dar ahí atraídos por la propera minería. Y es la historia de uno de esos viajeros la que le dejó a “Cusi” uno de sus símbolos más importantes “El Cristo Sangrante”, un ícono religioso envuelto en el misterio y el misticismo.
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Se desconoce la fecha exacta, pero, de acuerdo al libro “Leyendas de Chihuahua” de Oliver Barona, fue a mediados del siglo XVIII, en el el apogeo minero de aquel tiempo, cuando un viajero con una mula bien cargada arribó al pueblo que en aquel entonces llevaba el nombre de Santa Rosa de Cusihuiriachi.
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Se hospedó en la posada principal del pueblo, pero dejó su mula sin descargar y despareció. Otras versiones dicen que no hubo viajero, y la mula llegó sola al pueblo. En lo que sí coinciden es que al pasar de las horas, el posadero se compadeció de la mula abandonada y llevando bultos en el lomo, la descargó y le dio agua y pastura. Como nadie apareció para reclamar al animal y a su equipaje, en algún momento la gente decidió abrir las cajas que había abandonado el viajero.
La sorpresa fue enorme al descubrir que se trataba de una figura de Cristo de tamaño natural tallada en madera, que representaba su agonía durante el Viacrucis. Los pobladores llevaron la estatua al recién inaugurado Santuario de Guadalupe, un templo construido dado el esplendor económico por el que atravesaba Cusihuiriachi, que en ese entonces tenía una población de 25 mil habitantes.
Milagros y leyendas
De acuerdo a la leyenda, la estatua del Cristo Sangrante colocada en el Santuario de Guadalupe aparecía por las mañanas afuera del templo de manera inexplicable, a pesar de haberla colocado en su interior en repetidas ocasiones.
"El Cristo parece no querer permanecer aquí", concluyeron perplejos los vecinos. Decidieron entonces trasladar la figura al templo más antiguo de la localidad, consagrado a Santa Rosa de Lima. Desde entonces, nunca más se movió de allí.
La gente asegura que se trata de un Cristo prodigioso que, a lo largo de más de 250 años, ha concedido innumerables bendiciones a los fieles que imploran su intercesión. Además, algunos afirman haber presenciado cómo la estatua se desplaza y argumentan que la sangre que la recubre no es producto de la pintura, ya que en ocasiones se torna líquida y llega a fluir hasta el suelo.
En la actualidad, el pueblo de Cusihuiriachi que es una de las entradas a la Sierra Tarahumara, no atraviesa por una época de esplendor, y cuenta con menos de 100 habitantes, sin embargo, su importancia histórica y cultural sigue siendo relevante. Y sus leyendas brindan color al pensamiento popular y a la religiosidad de Chihuahua.