Isidora Hernández cumple ahora en enero 10 años de haber fundado el comedor “Elenita”, practicando con ello una de las enseñanzas de Jesucristo: “Dad de comer al hambriento”. Debido a que sanó de cáncer en el estómago, ella decidió hacer una obra para agradecer a Dios, es cuando debido a la pobreza que se vive en el sector donde vive, comenzó a darles de desayunar a los niños, actualmente atiende a 45 infantes más necesitados, donde ya lleva 10 años cumpliendo con esta labor social.
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La señora Isidora Hernández indicó que ella se vio muy mala de un cáncer de estómago hace ya más de diez años, dijo que gracias a Dios sanó y se recuperó de la enfermedad, es por ello que le nació del corazón hacer algo de bien a la comunidad, con la intención de agradecerle a Dios su ayuda para salir adelante.
Consideró que ese llamado pronto lo supo, comenzando a dar alimento a los primeros niños que se acercaban a su casa, el comedor “Elenita”, este primero de enero ya cumplió 10 años de su labor, actualmente atiende en promedio unos 45 niños pero en temporada vacacional le aumenta el número a 80, considera ella que no ha sido nada fácil y menos pensable que ya lleva un buen tiempo con esta obra de bien.
Comentó ella que en un principio todo se vio en su contra, ya que eran pocos los apoyos que recibió, e incluso, su mismo esposo se oponía a esta obra, y no estaba de acuerdo de ver a niños en su casa, menos que estuvieran comiendo e invadiendo el espacio de su hogar, en la actualidad, el esposo cambió es el que ahora le ayuda a servir y ordenar a los niños para que reciban sus alimentos, e incluso ya le ayuda a lavar los platos que dejan los infantes después de comer.
Dijo que estos 10 años no han sido fáciles, su misión se ha visto llena de obstáculos, e incluso, envidias de propios vecinos, pero agregó que Dios le ha dado lo necesario para continuar con su labor de dar alimento a la niñez más desprotegida.
Recordó que hay ocasiones en que sólo les ha dado galletas y agua, pero al día siguiente, gracias a los donativos de muchas personas que la han apoyado, los niños comen un caldillo, una sopita y hasta frijoles, ella no se explica cómo pone Dios las cosas para socorrerla, pero ha aprendido a dejar en manos de Dios cuando ve que el mundo se le cierra, no falta alguien que llegue con tortillas, otra persona con pan, agradece también a benefactores como las tiendas del ahorro que tanta ayuda le han dado para que se alimenten los niños.