Abarrotado el panteón de ciudad Jiménez, al celebrarse el Día de los Fieles Difuntos, la muerte se convierte en una gran fiesta adornada con la romería de los puestos de vendimias multicolores y amenizada con la música de los conjuntos, todo ello en memoria de aquellos que pese a que ya no están de manera física entre nosotros, permanecen en los recuerdos y corazones de sus familias.
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Este sábado como cada dos de noviembre se celebró el Día de los Fieles Difuntos, fecha que pese al dolor que representa la pérdida de un ser querido, se convierte en una gran fiesta adornada con el colorido de la romería.
Miles de personas abarrotaron las inmediaciones de panteón municipal para remozar las tumbas y convivir con sus familiares que ya no están en este mundo pero cuyo recuerdo prevalece en las memorias y corazones de su familia.
En los accesos al campo santo, centenares de personas ataviadas con cubetas, palas, picos, azadones y arreglos florales fueron una constante en el panorama, el cual era amenizado con diversas melodías de fondo ejecutadas por conjuntos musicales que tocaban canciones que en vida disfrutaran los difuntos al lado de su familia.
Desde “amor eterno” del divo de Juárez, hasta “tragos de amargo licor” y “el rey” de José Alfredo Jiménez, entre otras, componían el repertorio de los músicos que encontraron una buena fuente de empleo con el festejo mortuorio.
Para otros en vez de fiesta, el Día de Muertos significó trabajo para poner en forma o remozar las tumbas de sus difuntos para posteriormente elevar una oración en su memoria y sentarse a recordarlos con anécdotas.
De igual forma se pudo ver como jóvenes y niños buscaban allegarse de recursos en este día, buscando quien los empleara para limpiar alguna sepultura, por lo que iban ataviados con cubetas, rastrillos y azadones en búsqueda de trabajo a cambio de alguna propina por sus servicios.
También el sector salud aprovechó el día para trabajar, ya que el seguro social instaló un módulo de vacunación contra la influenza, situación que a más de un pequeño le borró la sonrisa pues sus padres decidieron vacunarlos.
Asimismo se pudo ver a los elementos de Protección Civil, Seguridad Pública y Vialidad realizando recorridos en el interior del cementerio alertas a cualquier contingencia que pudiera presentarse, pero que afortunadamente al cierre de esta edición registró un saldo blanco.
A las afueras era donde estaba la mayor parte de la fiesta, crisantemos, claveles, rosas, tulipanes y una que otra flor de cempasúchil adornaban con sus colores las vendimias, donde “el pásele”, “llévele llévele”, y “barato para que salga”, invitaban a la concurrencia a adquirir desde un juguete para el niño del hogar, hasta una figura religiosa o una prenda para la dama.
Y es que no sólo el oído y la vista se deleitaban con la romería, ya que a varios metros de distancia ya se podían oler los aromas de los tacos, chicharrines, cocteles y los antojitos instalados y que invitaban a la jefa del hogar a no cocinar al menos por este día.
No podía faltar la venta de un producto típico y propio de esta temporada, la caña de azúcar, de la cual más de un vendedor ofertaba en diferentes presentaciones, entera, o cortada y pelada con chile y chamoy.