El 20 de julio de 1923, el General Francisco Villa, uno de los líderes más emblemáticos de la Revolución Mexicana, fue asesinado en la ciudad de Parral, Chihuahua. Villa, conocido por sus tácticas guerrilleras y su lucha por la justicia social, había dejado la vida militar y se encontraba retirado en la hacienda de Canutillo, en Durango. Sin embargo, aquel fatídico día, se dirigía a Parral para resolver asuntos personales y comerciales. Villa no viajaba solo; lo acompañaban varios de sus más cercanos colaboradores y amigos.
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Amigos y compañeros de Villa durante la Revolución
Entre los acompañantes de Villa se encontraba su asistente personal, Tranquilino Almada. Almada, quien había sido un leal seguidor de Villa durante muchos años, era responsable de la logística y la seguridad del General. Su cercanía a Villa le permitió estar presente en muchos momentos cruciales de la Revolución, convirtiéndolo en un testigo y confidente de las decisiones del Centauro del Norte.
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Otro acompañante importante era el coronel Miguel Trillo, secretario privado de Villa. Trillo había servido junto a Villa durante la Revolución y era conocido por su lealtad y habilidades administrativas. Su papel era fundamental para mantener los asuntos de Villa en orden, especialmente en tiempos de paz, cuando Villa se dedicaba más a la vida agrícola y comercial en su hacienda.
También estaba Ramón Contreras, un joven soldado que había ganado la confianza de Villa gracias a su valentía en el campo de batalla. Contreras era uno de los muchos jóvenes que se habían unido a las fuerzas de Villa buscando justicia y un futuro mejor. Su presencia en Parral aquel día era una muestra de la confianza que Villa depositaba en su capacidad para protegerlo.
Jesús Chávez, chofer de Pancho Villa
Jesús Chávez, otro de los acompañantes, era conocido por ser un hábil conductor y mecánico. Él tenía la responsabilidad de mantener el automóvil de Villa en perfectas condiciones. El automóvil, un Dodge, era una adquisición reciente y símbolo del progreso y la modernización que Villa buscaba para su región. Chávez estaba al volante cuando la emboscada ocurrió.
Candelario Cervantes y Claro Huerta, dos de los guardaespaldas de Villa, también formaban parte del grupo. Ambos eran veteranos de las campañas revolucionarias y habían demostrado su lealtad y valentía en numerosas ocasiones. Su misión era proteger a Villa de cualquier amenaza, pero aquel día, la emboscada fue demasiado rápida y letal para que pudieran reaccionar a tiempo.
Finalmente, estaban Rafael Madreno y Daniel Tamayo, quienes también formaban parte del círculo cercano de Villa. Ambos hombres habían trabajado estrechamente con el General durante la Revolución y en los años posteriores. Su presencia en Parral reflejaba la red de confianza y camaradería que Villa había construido a lo largo de los años con sus hombres más leales.
El asesinato de Pancho Villa fue un evento cuidadosamente planeado por sus enemigos políticos. En una emboscada en las calles de Parral, un grupo de hombres armados abrió fuego contra el automóvil en el que viajaba Villa y sus acompañantes. El General fue alcanzado por múltiples disparos, muriendo casi instantáneamente. Sus acompañantes también sufrieron heridas, algunos fatales, mientras intentaban defenderlo.
El legado de Pancho Villa y de aquellos que lo acompañaban en sus últimos momentos sigue siendo recordado y estudiado en la historia de México. Sus vidas y acciones representan un capítulo crucial en la lucha por la justicia y la igualdad en el país.