El calor tiene un impacto significativo en el estado de ánimo de las personas, y es común escuchar que las altas temperaturas pueden provocar irritabilidad y mal humor. Esta relación entre el calor y el humor no es solo una percepción popular, sino que tiene fundamentos en la ciencia y la psicología.
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Primero, el calor excesivo afecta la fisiología del cuerpo humano. Las altas temperaturas provocan deshidratación y fatiga, lo que a su vez reduce la energía y puede llevar a una sensación general de malestar. Cuando el cuerpo está deshidratado, el cerebro también sufre, afectando la capacidad de pensar con claridad y de regular las emociones adecuadamente.
En segundo lugar, el calor intenso puede alterar el sueño. Las temperaturas elevadas dificultan el descanso nocturno, lo que provoca insomnio o un sueño interrumpido. La falta de sueño tiene un impacto directo en el humor, aumentando la irritabilidad y disminuyendo la paciencia y la capacidad de manejar el estrés.
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Además, hay una explicación psicológica relacionada con el confort térmico. Los seres humanos tienen una temperatura preferida en la que se sienten cómodos. Cuando esta temperatura es superada, el malestar físico se traduce en malestar emocional. Este concepto de confort térmico es fundamental para entender por qué ambientes muy cálidos pueden generar frustración y enojo.
Desde una perspectiva neurológica, el calor extremo puede afectar los neurotransmisores en el cerebro. La serotonina, un neurotransmisor relacionado con el bienestar y la regulación del humor, puede disminuir en condiciones de calor extremo, lo que contribuye a sentimientos de depresión e irritabilidad.
Asimismo, el calor puede agravar situaciones de estrés. En ambientes urbanos, por ejemplo, el calor suele ir acompañado de ruido, tráfico y aglomeraciones, factores que aumentan el estrés. Esta combinación de factores ambientales puede hacer que las personas se sientan más irritadas y menos capaces de manejar las tensiones cotidianas.
La sociabilidad también se ve afectada por el calor. En climas calurosos, las personas tienden a evitar actividades al aire libre y a reducir la interacción social, lo que puede llevar a sentimientos de aislamiento y soledad. La falta de interacción social puede aumentar el mal humor y la sensación de descontento.
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El comportamiento agresivo también puede aumentar con el calor. Estudios han demostrado que las tasas de violencia y agresión suelen ser más altas durante los meses de verano o en climas cálidos. Esta relación puede deberse a la acumulación de tensión física y emocional que no se libera adecuadamente.
Además, el calor puede afectar la capacidad de concentración y la productividad. En ambientes laborales o educativos, las altas temperaturas pueden hacer que las personas se sientan distraídas y menos motivadas, lo que puede provocar frustración y mal humor tanto en empleados como en estudiantes.
Finalmente, es importante considerar que la percepción del calor y su impacto en el humor puede variar entre individuos. Factores como la adaptación al clima, la salud física y mental, y las estrategias personales para enfrentar el calor juegan un papel crucial en cómo cada persona maneja las altas temperaturas y su efecto en el estado de ánimo.
La deshidratación, la falta de sueño, la incomodidad térmica, el estrés, la reducción de la interacción social, el aumento de la agresión y la disminución de la productividad contribuyen a esta relación. Entender estos factores puede ayudar a desarrollar estrategias para mitigar el impacto del calor en el estado de ánimo.