Una de las grandes tradiciones de la región sur del estado es que, a pesar de los nuevos tiempos, se mantiene en el gusto de las familias la compra y consumo de pan, ya sea blanco o dulce. Sin embargo, en la víspera de las festividades del 1 y 2 de noviembre sale a relucir el delicioso pan de muerto.
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En esta temporada la demanda suele “dispararse” de manera significativa y al igual que el año pasado ahora no será la excepción, comentan panaderos como José Alfredo Vázquez, quien tiene 26 años de experiencia en este noble y ancestral oficio de la elaboración de pan.
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Pan de muerto en la cultura mexicana
La historia del pan de muerto tiene su origen en la época de la Conquista, la referencia más antigua que se conoce procede de las crónicas de los españoles. Sin embargo, en México el culto a los muertos es una tradición que se practicaba desde antes de la llegada de los españoles.
Así, los pueblos prehispánicos preparaban panes de diversas formas, aunque para la celebración dedicada a los muertos había uno hecho a base de pan tostado de amaranto y maíz seco llamado Papalotlaxcalli, un vocablo del Náhuatl que significa “Pan de mariposa”.
De acuerdo con la Gaceta de la UNAM, nuestro país se caracteriza por muchas tradiciones, pero una de las más arraigadas es la que gira en torno al Día de Muertos y para rendir tributo a esta conmemoración no puede faltar el pan, el cual se utiliza como ofrenda y para consumo, asegura el chef Carlos Ramírez Roure. Las familias mexicanas suelen utilizar este producto de la panadería mexicana para sus ofrendas y disfrutarlo en familia, normalmente acompañado de chocolate caliente o café. Y aunque al principio se caracterizaba por su sabor a naranja azahar, hoy en algunas regiones del país se puede encontrar de más sabores y formas; hay para todo tipo de gustos y paladares a lo largo y ancho del territorio nacional.
¿Cómo lo elaboran los panaderos parralenses?
Y entre los diferentes gustos y sabores que existen en las panaderías regionales, está, por ejemplo, la Panadería “Mennys, la Pastelería Parral, la Panificadora Victoria, entre otras más, incluso hasta en el vecino municipio de Santa Bárbara, de acuerdo a lo que opinan nuestros lectores, donde cada quien le da su toque muy particular con el secreto al momento de su preparación, lo que los mantiene el gusto del paladar.
Previo a la celebración del 1 y 2 de noviembre los aromas, colores y sabores se empieza a ponderar en la ciudad, en sus barrios y sus gentes, preparando el “pan de muerto” que se ofrecerá, ya sea en ofrenda del altar o para el consumo en el hogar, como parte de la tradición de rememorar a los que ya se nos adelantaron en el camino.
Está el caso de José Alfredo Vázquez, quien narra que, en su experiencia, comenta que para la elaboración se utiliza la masa del bizcocho, le ponen naranja, relleno de cajeta y espolvoreado con azúcar, además de la mantequilla para que quede más sabroso, afirma.
Agrega que para la cocción ellos utilizan la leña para hornearlo y a una pieza de pan de muerto se le puede dar diferente forma, aunque la más tradicional es redondo con una cruz arriba en forma de hueso. Pero puede variar un poco de acuerdo a la región del país de que se trate.
El pan de muerto tradicionalmente es redondo, ovalado y se puede elaborar en lo individual o para una familia desde los 60 gramos hasta los dos kilogramos. El pan de muerto es uno de los productos más tradicionales en la cocina mexicana y parte, como ya comentamos, de nuestra cultura.
Así, pues, como el lector puede percibir, actualmente hay una gran variedad y forma de hacer el pan de muerto, que va desde lo tradicional con ajonjolí o azúcar, hasta los rellenos y decorados. Lo interesante en este tema es preservar la tradición, que no desaparezca con las nuevas generaciones, sino que la costumbre de elaborar pan de muerto perdure en la cocina familiar parralense, por su significado secular y espiritual.