El lado humano del General Francisco Villa poco se conoce, sin embargo, después de deponer las armas en la amnistía en su Hacienda de Canutillo, Durango y en el abandono de la vida política, emprendió un proyecto de trabajo y educación para erradicar el hambre, fomentar la solidaridad mutua y vivir en un lugar sin explotadores ni explotados, como lo fue uno de los ideales de justicia de la Revolución Mexicana.
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La Hacienda de Canutillo le fue concedida en propiedad al Centauro del Norte por sus servicios prestados a la Revolución, esto tras deponer las armas y a retirarse de manera efectiva de la vida política y militar activa el 26 de junio de 1920, año que significó profundas transformaciones en la lucha revolucionaria, que parecía que luego de casi 10 años de disputas podría llegar a su fin.
Tras firmarse el pacto de paz con el Gobierno, Villa y su gente se trasladaron a Canutillo para establecerse en lo que había sido antes de la Revolución una rica propiedad, sin embargo, prácticamente estaba destruida, el ganado había desaparecido, las tierras estaban abandonadas y todos los edificios estaban en ruinas.
Francisco Villa una vez instalado en Canutillo decidió intentar poner orden en su vida familiar, ansioso de recuperar el tiempo perdido, o tal vez por un presentimiento que le inducía a apurar la corta cuota de felicidad hogareña que le deparaba el destino, emprendió la tarea de reunir a sus hijos a fin de atender sus cuidados y educación, por lo que centró su interés en hacer progresar el lugar y aplicó su talento organizador a la reconstrucción y desarrollo de su propiedad.
La educación fue una de las mayores preocupaciones sociales de Francisco Villa, desde que fue gobernador de Chihuahua en 1913 había demostrado su interés por la educación, durante su breve Gobierno creó un gran número de nuevas escuelas e internados para los niños de la calle, fortaleció el Banco de Chihuahua y creó un fondo para pensionar a viudas y huérfanos de los combatientes de la Revolución.
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Ya en Canutillo, Villa dijo que escuelas es lo que México necesitaba por encima de todo. Si yo estuviera al mando de las cosas, haría muchísimas escuelas en las ciudades y pueblos y, además, pondría una escuela en cada hacienda y cada rancho.
¿Cuál era el proyecto de Pancho Villa en la Hacienca Canutillo?
No fue raro que uno de sus principales proyectos en Canutillo fuera construir precisamente una escuela, a la que le puso el nombre de Felipe Ángeles; a principios de 1921 y unos meses después de haber tomado posesión de las tierras, se encontraba ya en plena construcción el edificio de la misma y señalaba: “la estoy arreglando tan rápido como puedo. Todo está caído y los techos derrumbados, pero los estoy reparando y en pocas semanas tendremos aquí una escuela con cuatro maestros. Será la mejor que yo pueda hacer y asistirán todos los niños”.
Ya en 1922, la escuela que Villa había levantado era comparable con las mejores del país, y a ella asistían cerca de 300 niños que acudían no sólo de Canutillo, sino también de los ranchos cercanos y a todos esos niños se les proporcionaba alimento, vestido y calzado.
Tenía cinco maestros y no cuatro como originalmente había pensado Villa y aún cuando a éstos les pagaba su salario el Gobierno, Francisco Villa había dispuesto que se les diera una compensación en efectivo, así como alimentación y alojamiento.
Villa y su proridad por la educación
Villa no sólo se preocupó por la educación de los niños de la región, también la escuela funcionaba como nocturna para que los beneficios de la educación llegaran de igual forma a los trabajadores de la hacienda y a su escolta que le acompañaba, para que aprendieran a leer y escribir, ya que para él la educación era lo más importante y con la ayuda de su esposa Luz Corral formó una biblioteca que contaba con una magnífica colección de obras en las que figuraban libros de medicina, historia y obras literarias.
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El general valoraba en mucho la educación, por lo que solicitó al gobierno profesores normalistas y exigió que cada niño en el rancho asistiera a la escuela. Sin duda su mayor orgullo fue el plantel Felipe Ángeles, dirigido por el profesor Jesús Coello Avendaño y atendido por los maestros José Oviedo, Faustino Celaya y Pedro Bastida, sustituidos después por Alfonso de Gortari Pérez, Salvador Varela Reséndiz y Rodolfo Rodríguez Escalera, entre otros.
Así el progreso llegaba a Canutillo con el proyecto social y productivo que mostraba a un Villa distinto al líder revolucionario y después los edificios, establos y bodegas habían sido reconstruidos.
Las ideas revolucionarias del Centauro del Norte en favor de la población rural, se convirtieron en acciones concretas que cambiaron la vida de los campesinos y en el lugar organizó el trabajo comunal, convirtió la iglesia en un depósito de productos agrícolas, compró maquinaria para trabajar la tierra e instaló talleres.
¿Cómo era la Hacienda Canutillo en los tiempos de Villa?
Canutillo se convirtió en un pequeño pueblo con su propia forma de gobierno y organización; había correo, telégrafo, carpintería, zapatería, sastrería, herrería, tienda, molino, talabartería y planta de luz.
Los mecánicos atendían el mantenimiento de infinidad de implementos agrícolas; los talabarteros asistían la conservación de monturas y arneses del semoviente agrícola.
Los herreros fabricaban piezas para la reparación de maquinaria y, sobre todo, hacían las herraduras para los caballos.
Yo soy agricultor, ingeniero, carpintero, mecánico, hasta albañil. Si todos los mexicanos fueran otros Franciscos Villa, otra cosa sería de mi patria, de mi raza, a mí sólo me faltó cultura
dijera el Centauro del Norte al presumir el progreso de su Hacienda de Canutillo.
Francisco Villa es un referente de la Revolución Mexicana de orígenes modestos, sus aventuras como bandolero, donde “quitaba a los ricos para dar a los pobres”, lo llevó a que, cuando fue Gobernador de Chihuahua hizo una proclamación a fines de 1913 y declaró que, cuando obtuviera la victoria la Revolución, las haciendas confiscadas se las devolvería en parte a los campesinos, después se darían las restantes a los soldados, para fundar colonias militares, y una parte de las haciendas se utilizaría para financiar las pensiones a viudas y huérfanos.
Villa quería expropiar las grandes propiedades de los terratenientes y dotar con tierras a los soldados que hubieran combatido por la Revolución, quienes las cultivarían sin dejar las armas ni abandonar su entrenamiento militar, su proyecto se basaba en el ejemplo de las antiguas colonias militares que habían existido en Chihuahua.
Cuarteles, granjas y escuelas serían los componentes de esas colonias militares que Villa proyectaba y que había idealizado como solución al problema agrario, donde tres días a la semana se trabajaría y otros tres días se recibiría instrucción militar para enseñar a todo el pueblo a combatir.
Aunque Canutillo estaba muy lejos de ser una colonia militar como la había idealizado Villa, sobre todo porque sus soldados vivían en las tierras cercanas y a él lo acompañaba sólo su escolta y los trabajadores de la propia Hacienda. Las tierras agrícolas, después de varias experiencias para su producción, se trabajaban por el método de aparcería.
Villa proporcionaba las semillas, caballos, maquinaria y herramientas necesarias para el trabajo y los campesinos hacían el trabajo, conservando ellos la tercera parte de la cosecha.
En la tienda de la Hacienda, Villa había dispuesto que los productos que se tuvieran que traer de fuera se vendieran estrictamente al costo, mientras que los productos y alimentos que se producían en Canutillo eran gratuitos para los trabajadores.
En efecto Villa pasó los últimos años de su vida al lado de sus compañeros más fieles; pero no en la paz que deseaba sino temeroso de una emboscada que al final fue lo que terminó con su vida. Las colonias militares no habían de fructificar en México.
El hogar que Villa estaba edificando con tanto ahínco habría de disfrutarlo por escasos tres años, antes de que la traición cortara su existencia, al ser asesinado en Parral y con ello, acabó el proyecto de trabajo y educación para sus hijos y para todos quienes trabajaron con él hasta su muerte.
¿Qué frases usaba Villa?
Frases célebres atribuidas a Francisco Villa son: “Yo prefiero pagar primero a un maestro y después a un general”, “La igualdad no existe, ni puede existir. Es mentira que todos podemos ser iguales; hay que darle a cada quien el lugar que le corresponde”, “Los ejércitos son los más grandes apoyos de la tiranía. No puede haber dictador sin su ejército”, “Compañeros de armas y señores. No crean ustedes que el que les va a hablar es un filósofo, soy un hombre de pueblo, pero ustedes comprenderán que estos hombres, cuando hablan, hablan con el corazón” y “No crean ustedes que el que haya yo asumido esta actitud de paz, sea porque no puedo sostenerme. Villa puede sostenerse el tiempo que quiera”.