¿Te imaginas estar afuera de tu casa durante una tormenta y observar lo que parece una farola alta brillando con llamas color azul? Probablemente pensarías que se trata de un incendio, pero luego observas que el agua no parece apagarlo. Pues ese extraño fenómeno celeste es conocido como el fuego de San Telmo, y es uno de los espectáculos menos estudiados de la naturaleza.
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El incendio de San Telmo es un fenómeno meteorológico que implica una brecha en la carga eléctrica. Es como un relámpago, pero no del todo. Y aunque se ha confundido con un rayo, tampoco lo es, y definitivamente no se trata de fuego.
Los primeros observadores del fenómeno fueron marineros en altamar durante tormentas eléctricas.
Personajes tan famosos como Magallanes, César y Colón vivieron el fuego de San Telmo en sus viajes, así como Plinio el Viejo, que parece haber documentado absolutamente todos los fenómenos naturales allá por el siglo I d.C., se adelantó a todos los demás cuando describió llamas azules que aparecían de la nada durante las tormentas eléctricas.
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¿En qué consiste el fuego de San Telmo?
De manera similar a los relámpagos, el fuego de San Telmo es plasma o aire ionizado que emite un resplandor. Pero mientras que un rayo es el movimiento de la electricidad desde una nube cargada hasta el suelo, el fuego de San Telmo es simplemente una chispa, algo así como un disparo de electrones al aire.
Es una descarga de corona y ocurre cuando hay un desequilibrio significativo en la carga eléctrica, lo que hace que las moléculas se rompan, lo que a veces produce un ligero silbido.
Para generar el fuego de San Telmo se requiere de una tormenta eléctrica, ya que cuando se produce, hay una diferencia de carga entre las nubes de tormenta y el suelo, y esta diferencia crea voltaje o presión eléctrica.
Entre las nubes y el suelo, los átomos del aire sufren cambios; por lo que los electrones se alejan más de los protones, creando un entorno que les permite moverse libremente. Es decir, el aire se convierte en un buen conductor.
Una vez que el aire es propicio para el movimiento de los electrones, éstos últimos continúan aumentando la distancia entre sus contrapartes cargadas positivamente, los protones. Esto es ionización y el plasma es simplemente aire ionizado. El fenómeno que provoca el fuego de San Telmo es una dramática diferencia de carga entre el aire y un objeto cargado.
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Leyenda sobre el fuego de San Telmo
En tiempos antiguos, este fenómeno era observado comúnmente por los marineros sobre los mástiles de sus barcos durante tormentas, el suceso era acompañado de una alteración en las brújulas, creando confusión y miedo a la tripulación.
Es por eso que se le llama fuego de San Telmo, en honor al santo patrono de los marineros, a quien se encomendaban quienes observaban dicho fenómeno y creían que se trataba de una señal maligna.
También se cree que el fuego de San Telmo puede aparecer en los ranchos, sobre los cuernos del ganado y en los objetos afilados, sobre todo cuando un tornado se está formando.
Los habitantes de la antigua Grecia lo llamaban “Helena”, por su significado original de “Antorcha”, y en caso de aparecer dos fuegos a la vez, se les llamaba “Cástor y Pólux”, en honor a los gemelos de los mitos griegos.
Durante la época medieval, el fuego de San Telmo era asociado con hechizos de fuego y criaturas míticas como la salamandra; es decir, seres elementales.
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Centellas y fuego de San Telmo
El fuego de San Telmo está muy relacionado con otro fenómeno meteorológico conocido como centella o rayo globular, el cual es una rara forma de relámpago que aparece con forma de esfera, de unos 30 centímetros de diámetro.
Las centellas también aparecen durante descargas eléctricas y tienen un movimiento sumamente rápido, bajando desde las nubes hasta la superficie para luego explotar o desaparecer sin dejar rastro.
Debido a su rareza, hasta los mismos científicos dudaban de la existencia de las centellas, hasta que fueron documentadas de manera oficial en el año 1960.
Se han propuesto muchas hipótesis sobre el origen de las centellas a lo largo de los siglos; no obstante, los datos científicos sobre los rayos globulares naturales siguen siendo escasos, y su verdadera naturaleza continúa siendo un misterio.