Un nuevo estudio ha probado que los estímulos visuales provocan que tengamos ganas de comer, (incluso si no sabemos que los estamos recibiendo), lo que dificulta la lucha contra el sobrepeso.
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Todos sabemos cómo se come sano. Tenemos claro qué alimentos nos dan lo que necesitamos y nada más, y cuáles no nos benefician para nada (hablando de comida en modo antojitos). A pesar de este conocimiento, muchos de nosotros seguimos teniendo dietas que fallan, no por falta de alimentos, sino por exceso.
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Según el INEGI de la población en la zona rural mexicana el 16.1% son mujeres y el 13.1% son hombres con algún tipo de sobrepeso; en tanto, en la urbana el 23.1% son mujeres y el 15.5% son hombres.
De la vista nace... ¿el hambre?
El cerebro se activa con los estímulos visuales de comida, aunque no seamos conscientes de haberla visto.
Y la solución parece tan fácil, ¿no? Solo hay que parar, qué controlarse, de razonar con nosotros mismos y preguntarnos si realmente tenemos hambre, si repetir el delicioso platillo es realmente lo que necesitamos o si se trata solo del impulso producido por nuestra gula. Pero no es así, controlarnos es más difícil de lo que parece a simple vista, y un nuevo estudio elaborado por la Universidad Metropolitana de Osaka ha confirmado que determinados estímulos visuales pueden afectar a tus hábitos alimentarios incluso sin que tú seas consciente.
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Esto tiene especial importancia si tenemos en cuenta que el exceso de masa corporal no solo tiene un serio impacto en nuestra imagen, sino también en nuestra salud, tanto física como mental. El sobrepeso y la obesidad se han relacionado ampliamente en un sinfín de estudios científicos con determinadas enfermedades como el infarto de miocardio, los ictus, el cáncer, síndrome del ovario poliquístico, infertilidad, disfunción eréctil, hígado graso, hernias, depresión, apnea del sueño, hipertensión... y la lista sigue y sigue.
Claro está, estas condiciones son una absoluta prioridad para el personal médico, que intenta controlarlas por todos los medios posibles. El primero de ellos es un 'control' dietético, un plan por el que los pacientes puedan alcanzar índices de masa corporal menos peligrosos para la salud. Pero, como se ha demostrado en varios estudios, la mitad de esas personas que en un principio consiguen perder peso vuelven a recuperarlo en un plazo que no excede los 5 años.
Como explican los investigadores, una de las hipótesis principales es que el proceso de ingesta de alimentos no es un acto consciente, al menos no en su totalidad, sino que los procesos neurales de nuestro subconsciente juegan un importante papel en el control de la conducta alimentaria. A pesar de esto, hasta el momento "no había estudios que hubieran examinado la validez de esta hipótesis a nivel de actividad neuronal".
El equipo de la Universidad Metropolitana de Osaka, liderado por el profesor Takahiro Yoshikawa, ha revelado que en la parte inferior de las circunvoluciones cerebrales frontales (área del cerebro encargada de controlar el comportamiento alimentario), la actividad neurálgica varía (proporcionándole al sujeto de estudio estímulos visuales basados en la comida, como fotos y vídeos) dependiendo de si estos acicates se presentan de forma consciente o inconsciente.
Los resultados revelaron que, dependiendo de nuestro nivel de sobrepeso, la forma en la que nuestro cerebro interpreta la información relacionada con la comida es diferente. Y lo que es peor, es diferente incluso si no sabemos que estamos recibiendo estímulos visuales alimentarios que provocan que tengamos una predisposición a querer (e incluso necesitar) comida.
Esto tiene un gran impacto en nuestra salud, sobre todo para aquellos que necesitan perder peso a toda costa pero, por mucho que se esfuercen, es su subconsciente el que les está poniendo las cosas realmente difíciles a la hora de lograr sus objetivos. Esto, según explica el profesor Takahiro Yoshikawa, "puede ser muy relevante a la hora de desarrollar métodos más efectivos para controlar y regular las conductas alimentarias".