Se suele comentar que no hay mejor sitio para hallar meteoritos que la Zona del Silencio; sin embargo, pese a los cientos de leyendas, no se han encontrado meteoritos tan significativos o de dimensiones tan colosales, como los hallados en el Municipio de Jiménez, mismos que se encuentran expuestos en el Palacio de Minería de la Ciudad de México.
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Producto de una lluvia meteórica, tres grandes fragmentos de meteorito, penetraron la atmosfera de la Vieja Huejoquilla, hoy municipio de Jiménez, impactándose en dos ubicaciones geográficas del municipio; en la sierra de Chupaderos y las Adargas, rocas del espacio que permanecieron entre el suelo árido y la flora y fauna del desierto de Jiménez, hasta su descubrimiento.
Antes de la llegada de los primeros exploradores al territorio de México, el avistamiento de fenómenos astronómicos, se remonta a los tiempos prehispánicos, como los náhuatl y sus astrónomos conocidos. Hasta tiempo después, en el año de 1792, que en la Nueva España, hoy México, se funda el Real Palacio de Minería, donde se inician las primeras colecciones de rocas y minerales, tomando gran importancia la colección y búsqueda de rocas del espacio.
Luego de haber iniciado el proyecto de coleccionismo de rocas terrestres y del espacio, esta toma fuerza en el año 1803, con el arribo del geógrafo, astrónomo, explorador y naturalista alemán, Alex Humboldt, a la Nueva España; quien, junto con su amigo francés, el médico Aimé Bonplan, comienzan una intensa búsqueda de meteoritos por todo México; con especial interés en los llamados meteoritos Zacatecas, Charcas, Toluca y Durango, que en realidad cayó en Chupaderos, municipio de Jiménez.
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El meteorito Durango se hizo famoso a nivel mundial
El llamado meteorito Durango fue de gran interés para el científico alemán, el cual fue buscado por mucho tiempo entre las fronteras de Durango y Coahuila con Chihuahua; sin embargo, ya había sido descubierto por Humbold, sin el mismo saberlo; puesto que a raíz del análisis de unos fragmentos que llevó consigo de retorno a Europa, se pudo determinar que el meteorito Durango, como Humbold lo conocía, no había caído en realidad en el estado del alacrán, sino en Chihuahua, done los análisis revelaron que se trataba de la roca celeste caída en Chupaderos.
El meteorito Durango, descubierto por Alexander Humbold, que en realidad era el de Chupaderos, de Jiménez, Chihuahua, es uno de los meteoritos más importantes de México y el mundo, el cual ha sido estudiado ampliamente.
“Chupaderos I de 14 toneladas, el Chupaderos II de 6.8 toneladas y el Adargas de 3.4 toneladas. En Huejuquilla, Chihuahua, se halló el meteorito El Morito o San Gregorio, de un peso aproximado de 10 toneladas, que era usado como punto de referencia en las rutas indígenas de la región de Hidalgo del Parral".
"El meteorito Adargas o Concepción fue hallado en tiempos de la colonia y se cree que de él se extrajeron los fragmentos que Humboldt presentó como los del Durango. Este meteorito fue transportado desde la sierra de Adargas, a la Hacienda La Concepción, donde en alguna ocasión, un herrero trató de fundirlo, más tarde fue expuesto en el Palacio de Minería, pero después se llevó a la entrada del Instituto de Astronomía de la UNAM, donde aún permanece”, información extraída del texto 'Meteoritos a la mexicana' de Octavio Alonso Lara Lima.
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Los restos de meteoritos son llevados a la Ciudad de México
A raíz de su descubrimiento, no fue hasta el año de 1893, en que el ingeniero Antonio del Castillo, trasladó los dos fragmentos de meteoritos, conocidos como chupaderos y Adargas, a la Ciudad de México, para ser exhibidos en el Palacio de Minería.
Del municipio de Jiménez, para el mundo y todo México, los meteoritos de Chupaderos y Adargas, están compuestos en un 89% de fierro y 9.97 de níquel, con presencia de otros elementos en menor grado, como cobalto, fósforo, azúfre, galio y germanio.
Durante el año 2008, la caída de un meteorito en dirección a la sierra de Chupaderos, alumbró gran parte del campo a su paso, causando expectación entre quienes pudieron apreciar el paso del fenómeno, del cual hasta al momento no se ha hecho mención alguna de algún descubrimiento, que pudiera ser de la roca estelar caída en el año del 2008.