/ viernes 12 de octubre de 2018

Generación, la revista de contracultura que perdura

Sale en realidad cuando puede salir, cuando hay dinero y cuando el desmadre editorial se ha encauzado

Nadie pensaría posible que una revista contracultural que no deja dinero, que se arma de manera caótica, que tiene una periodicidad incierta, que aborda temas políticamente incorrectos y que es dirigida por un periodista erótico-dipsómano pudiera alcanzar las tres décadas de existencia.

Y sin embargo, Generación, de la mano de Carlos Martínez Rentería, ya llegó a los 30 años de vida ininterrumpida, dando espacio a las voces profundas de la sociedad que hablan de lo que los demás, por corrección y buenos modales, no se atreven a abordar: el sexo crudo, el alcohol, los amores, las drogas -legales e ilegales-, la vida urbana, la noche, los libros, la poesía, la novela policiaca, las transgresiones de todo tipo, la interculturalidad, todo tipo de marginalidad, los movimientos sociales alternativos, etcétera.

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Nunca le han faltado patrocinios y, lo más importante, nunca le han faltado lectores, y ya son tres generaciones de mexicanos pasadas por ese filtro.

Aun así, este extraño proyecto no nació con la idea de ser el gran referente contracultural que es hoy, a spiraba apenas a ser la expresión periodística cultural de un puñado de veinteañeros que además de la edad sólo tenían en común trabajar todos en la redacción del periódico El Universal, de la Ciudad de México, a finales de los años 80.

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El núcleo fundador tuvo dos incansables motores: el propio Carlos Martínez, quien era reportero de la sección cultural, que dirigía Paco Ignacio Taibo I y Américo Guerra, precoz periodista encargado de la agencia de noticias de ese periódico. Ellos concibieron un espacio propio de expresión, al que invitaron a otros tres colegas:

A Arturo Jiménez, miembro de la mesa de redacción. A mi, que me desempeñaba en ese entonces como editorial lista suplente en la página de Opinión y estaba encargado de la hemeroteca. Y a José Chávez Jaimes, un exmilitante del trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores, que había sido vocero de la campaña presidencial de doña Rosario Ibarra de Piedra.

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Muchas reuniones de café y alcohol en la librería Reforma, hoy convertida en un horroroso hotel trasnacional, fueron dando forma a un proyecto donde todas nuestras inquietudes tuvieran cabida. El logotipo salió del propio grupo fundador, los esquemas, los colaboradores. Nada se dejó a la suerte.

Con el desenfado y la desinhibición de Carlos, lo mismo fuimos a pedir apoyo a Juan Francisco Ealy, quien generoso nos regaló papel e impresión para el primer número, que con Enrique Gómez Corchado, el viejo cacique de la distribución de diarios en la ciudad, a quien le caímos bien y nos distribuyó en los puestos del Centro Histórico.

Cortesía

Sin pena fuimos a solicitar el respaldo de artistas como José Luis Cuevas y Juan Soriano para que nos hicieran portadas, y con Carlos Monsiváis y José Agustín para pedirles textos de solidaridad. Enrique Vila Matas, Luis Racionero, Gilberto Aceves Navarro, Héctor García y Pedro Valtierra también se sumaron. Me tocó presentar la revista a Vicente Leñero, Carlos Castillo Peraza, Víctor Flores Olea y al ingeniero Heberto Castillo, quienes respaldaron al proyecto, cada quien a su manera.

Todos aceptaron gustosos. Urgía oxigenar el panorama editorial dirigido a los jóvenes, tan solemne e impersonal en esa época, decían, dominado por magazines comerciales como la naciente revista Eres, patrocinada por Televisa. Que ya no se edita, por cierto.


FUERZAS BÁSICAS

El 8 de noviembre de 1988 vio la luz el primer ejemplar de Generación. Para nuestra sorpresa tuvo buena venta, aun sin publicidad que anunciara su nacimiento. Fue el año de la elección en la que “se cayó el sistema” y Salinas de Gortari le ganó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas la Presidencia de la República. Había un ambiente fértil para una oferta cultural variada y la discusión política. Por esas páginas pasaron todas las fuerzas básicas de los partidos políticos, entre otros, el entonces líder juvenil del PAN, Felipe Calderón Hinojosa.

Cortesía

Fuimos un imán. Se fueron acercando solitos los jóvenes creadores, los fotógrafos en ciernes, los politólogos de infantería, las musas de Carlos. Se publicaba sin miramientos, sin elitismo. Fueron resultando números cada vez más eclécticos e irreverentes. Hondos pensamientos políticos sobre el (para nosotros) inminente naufragio del sistema, junto a ilustraciones eróticas y poemas influenciados por Bukowsky.

Llegaron de pronto los relevos brillantes, que llevarían a finales de los años 90 y durante el nuevo milenio a la revista al siguiente nivel: Columba Vertiz, hoy flamante editora cultural de la revista Proceso, y la presencia fundamental de Guillermina Escoto, por mucho tiempo soporte sentimental y físico de Carlos. Estuvieron Laura Castellanos, Guillermo Fadanelli, J.M. Servín, Edgardo Bermejo, Ulises Castellanos, Janet Aguilar, Javier Giles, Antonio Calera, Carlos Blas Galindo, Gabriel Santander, la Congelada de Uva, Arturo García Hernández, Jorge Luis Sáenz quienes le dieron el tono contracultural definitivo que mantiene hasta la fecha, mientras el núcleo fundador encontraba su camino en el periodismo formal.

Cortesía

Américo Guerra y José Chávez Jaimes murieron muy jóvenes. Arturo Jiménez hizo carrera en La Jornada y yo en El Universal. El que se mantuvo al frente del timón fue Carlos, quien, a diferencia de nosotros nunca envejeció, su enorme carisma mantuvo nucleado --y mantiene hasta la fecha— a un grupo cada vez más fuerte de escritores y poetas jóvenes. Sorprende cómo saca juventud de sus nuevos colaboradores y de sus nuevas conquistas. El alcohol y el sexo lo mantienen escandalosamente joven, pese a las enfermedades producidas por los excesos.

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Como reseñara con precisión Roberto Ponce en la revista Proceso: “A lo largo de esta ruta rodada por Generación destacan temas dedicados a las expresiones marginales de la cultura juvenil en el postmodernismo: músicas alternativas y de rock; chaviza punk, cholos, pandillas y tribus urbanas; teatreros de protesta y paradoja, del strip-tease y del performance; onirismos y psicologías demenciales, poesía Beat o crónicas bukowskianas, y narrativas de la llamada Generación del Crack, amén de montones de artículos provocadores sobre arte fronterizo y poder político, feminismo, drogas, alcoholes, hedonistas y plurisexualidades, con generosas dosis ilustrativas de cuerpos humanos a calzón quitado.”

Ha vivido de becas institucionales y del generoso patrocinio de algunos empresarios. Se distribuye sólo en librerías verdaderamente culturales, en todo el sur de la ciudad de México y en universidades. El que la busca, la encuentra. Lo ideal es que salga bimestralmente, pero sale en realidad cuando puede salir, cuando hay dinero y cuando el desmadre editorial se ha encauzado.

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Hay quienes jamás han escrito en sus páginas pero recuerdan con nostalgia “las fiestas de Generación”. Verdaderas bacanales de cultura y algunos excesos, que marcaron la vida cultural del México de noche, sobre todo de los años 90 y los primeros diez del nuevo milenio. Sólo asisten quienes aspiran o ya son alguien en los libros, en el diseño, en el arte y el periodismo underground. Actualmente tiene dos sedes, el bar Barba Azul, de la colonia Obrera, y la pulquería Los Insurgentes.

Se rehúsa a hacer algún tipo de marketing o a institucionalizar procesos. No tiene Twiter, ni Instagram, si acaso alguna tímida y mal llevada página de Facebook, todo lo demás es orgánico; así ha vivido y así seguirá.

Esta semana la Fundación Elena Poniatowska recibirá una colección completa de la revista, para albergarla y cuidarla en su sede, donada por el estupendo fotógrafo Ulises Castellanos, quien la fue armando con paciencia y perseverancia. Quedará ahí como testimonio de este esfuerzo de tres generaciones de mexicanos inquietos por contar aquello de lo que no suele hablarse y mucho menos escribirse.

Larga vida a Generación

Nadie pensaría posible que una revista contracultural que no deja dinero, que se arma de manera caótica, que tiene una periodicidad incierta, que aborda temas políticamente incorrectos y que es dirigida por un periodista erótico-dipsómano pudiera alcanzar las tres décadas de existencia.

Y sin embargo, Generación, de la mano de Carlos Martínez Rentería, ya llegó a los 30 años de vida ininterrumpida, dando espacio a las voces profundas de la sociedad que hablan de lo que los demás, por corrección y buenos modales, no se atreven a abordar: el sexo crudo, el alcohol, los amores, las drogas -legales e ilegales-, la vida urbana, la noche, los libros, la poesía, la novela policiaca, las transgresiones de todo tipo, la interculturalidad, todo tipo de marginalidad, los movimientos sociales alternativos, etcétera.

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Nunca le han faltado patrocinios y, lo más importante, nunca le han faltado lectores, y ya son tres generaciones de mexicanos pasadas por ese filtro.

Aun así, este extraño proyecto no nació con la idea de ser el gran referente contracultural que es hoy, a spiraba apenas a ser la expresión periodística cultural de un puñado de veinteañeros que además de la edad sólo tenían en común trabajar todos en la redacción del periódico El Universal, de la Ciudad de México, a finales de los años 80.

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El núcleo fundador tuvo dos incansables motores: el propio Carlos Martínez, quien era reportero de la sección cultural, que dirigía Paco Ignacio Taibo I y Américo Guerra, precoz periodista encargado de la agencia de noticias de ese periódico. Ellos concibieron un espacio propio de expresión, al que invitaron a otros tres colegas:

A Arturo Jiménez, miembro de la mesa de redacción. A mi, que me desempeñaba en ese entonces como editorial lista suplente en la página de Opinión y estaba encargado de la hemeroteca. Y a José Chávez Jaimes, un exmilitante del trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores, que había sido vocero de la campaña presidencial de doña Rosario Ibarra de Piedra.

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Muchas reuniones de café y alcohol en la librería Reforma, hoy convertida en un horroroso hotel trasnacional, fueron dando forma a un proyecto donde todas nuestras inquietudes tuvieran cabida. El logotipo salió del propio grupo fundador, los esquemas, los colaboradores. Nada se dejó a la suerte.

Con el desenfado y la desinhibición de Carlos, lo mismo fuimos a pedir apoyo a Juan Francisco Ealy, quien generoso nos regaló papel e impresión para el primer número, que con Enrique Gómez Corchado, el viejo cacique de la distribución de diarios en la ciudad, a quien le caímos bien y nos distribuyó en los puestos del Centro Histórico.

Cortesía

Sin pena fuimos a solicitar el respaldo de artistas como José Luis Cuevas y Juan Soriano para que nos hicieran portadas, y con Carlos Monsiváis y José Agustín para pedirles textos de solidaridad. Enrique Vila Matas, Luis Racionero, Gilberto Aceves Navarro, Héctor García y Pedro Valtierra también se sumaron. Me tocó presentar la revista a Vicente Leñero, Carlos Castillo Peraza, Víctor Flores Olea y al ingeniero Heberto Castillo, quienes respaldaron al proyecto, cada quien a su manera.

Todos aceptaron gustosos. Urgía oxigenar el panorama editorial dirigido a los jóvenes, tan solemne e impersonal en esa época, decían, dominado por magazines comerciales como la naciente revista Eres, patrocinada por Televisa. Que ya no se edita, por cierto.


FUERZAS BÁSICAS

El 8 de noviembre de 1988 vio la luz el primer ejemplar de Generación. Para nuestra sorpresa tuvo buena venta, aun sin publicidad que anunciara su nacimiento. Fue el año de la elección en la que “se cayó el sistema” y Salinas de Gortari le ganó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas la Presidencia de la República. Había un ambiente fértil para una oferta cultural variada y la discusión política. Por esas páginas pasaron todas las fuerzas básicas de los partidos políticos, entre otros, el entonces líder juvenil del PAN, Felipe Calderón Hinojosa.

Cortesía

Fuimos un imán. Se fueron acercando solitos los jóvenes creadores, los fotógrafos en ciernes, los politólogos de infantería, las musas de Carlos. Se publicaba sin miramientos, sin elitismo. Fueron resultando números cada vez más eclécticos e irreverentes. Hondos pensamientos políticos sobre el (para nosotros) inminente naufragio del sistema, junto a ilustraciones eróticas y poemas influenciados por Bukowsky.

Llegaron de pronto los relevos brillantes, que llevarían a finales de los años 90 y durante el nuevo milenio a la revista al siguiente nivel: Columba Vertiz, hoy flamante editora cultural de la revista Proceso, y la presencia fundamental de Guillermina Escoto, por mucho tiempo soporte sentimental y físico de Carlos. Estuvieron Laura Castellanos, Guillermo Fadanelli, J.M. Servín, Edgardo Bermejo, Ulises Castellanos, Janet Aguilar, Javier Giles, Antonio Calera, Carlos Blas Galindo, Gabriel Santander, la Congelada de Uva, Arturo García Hernández, Jorge Luis Sáenz quienes le dieron el tono contracultural definitivo que mantiene hasta la fecha, mientras el núcleo fundador encontraba su camino en el periodismo formal.

Cortesía

Américo Guerra y José Chávez Jaimes murieron muy jóvenes. Arturo Jiménez hizo carrera en La Jornada y yo en El Universal. El que se mantuvo al frente del timón fue Carlos, quien, a diferencia de nosotros nunca envejeció, su enorme carisma mantuvo nucleado --y mantiene hasta la fecha— a un grupo cada vez más fuerte de escritores y poetas jóvenes. Sorprende cómo saca juventud de sus nuevos colaboradores y de sus nuevas conquistas. El alcohol y el sexo lo mantienen escandalosamente joven, pese a las enfermedades producidas por los excesos.

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Como reseñara con precisión Roberto Ponce en la revista Proceso: “A lo largo de esta ruta rodada por Generación destacan temas dedicados a las expresiones marginales de la cultura juvenil en el postmodernismo: músicas alternativas y de rock; chaviza punk, cholos, pandillas y tribus urbanas; teatreros de protesta y paradoja, del strip-tease y del performance; onirismos y psicologías demenciales, poesía Beat o crónicas bukowskianas, y narrativas de la llamada Generación del Crack, amén de montones de artículos provocadores sobre arte fronterizo y poder político, feminismo, drogas, alcoholes, hedonistas y plurisexualidades, con generosas dosis ilustrativas de cuerpos humanos a calzón quitado.”

Ha vivido de becas institucionales y del generoso patrocinio de algunos empresarios. Se distribuye sólo en librerías verdaderamente culturales, en todo el sur de la ciudad de México y en universidades. El que la busca, la encuentra. Lo ideal es que salga bimestralmente, pero sale en realidad cuando puede salir, cuando hay dinero y cuando el desmadre editorial se ha encauzado.

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Hay quienes jamás han escrito en sus páginas pero recuerdan con nostalgia “las fiestas de Generación”. Verdaderas bacanales de cultura y algunos excesos, que marcaron la vida cultural del México de noche, sobre todo de los años 90 y los primeros diez del nuevo milenio. Sólo asisten quienes aspiran o ya son alguien en los libros, en el diseño, en el arte y el periodismo underground. Actualmente tiene dos sedes, el bar Barba Azul, de la colonia Obrera, y la pulquería Los Insurgentes.

Se rehúsa a hacer algún tipo de marketing o a institucionalizar procesos. No tiene Twiter, ni Instagram, si acaso alguna tímida y mal llevada página de Facebook, todo lo demás es orgánico; así ha vivido y así seguirá.

Esta semana la Fundación Elena Poniatowska recibirá una colección completa de la revista, para albergarla y cuidarla en su sede, donada por el estupendo fotógrafo Ulises Castellanos, quien la fue armando con paciencia y perseverancia. Quedará ahí como testimonio de este esfuerzo de tres generaciones de mexicanos inquietos por contar aquello de lo que no suele hablarse y mucho menos escribirse.

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