Memorias de Chihuahua
En su ruta al septentrión, el presidente Benito Juárez pasó del estado de Durango a Chihuahua durante los últimos días de septiembre de 1864. Tras cruzar aquella frontera, su primera estancia fue en la Hacienda del Río Florido, actualmente Villa Coronado, luego llegó a Parral, llamada Ciudad Hidalgo en aquello años. Este recorrido lo describe Francisco R. Almada en el libro “La ruta de Juárez”.
Una vez en Parral se hospedó en la casa de doctor Esteban Benítez Lumbier, que se encuentra en la calle Maclovio Herrara. Almada narra además que, los pobladores de la ciudad se aglomeraron alrededor del presidente Juárez, incluso querían desembalar los caballos de su carruaje para cargarlo y jalarlo ellos mismos hasta el centro de la ciudad, sin embargo, Juárez se opuso a esta acción ya que “era impropio de hombres libres”. Ya en la noche se le organizó una cena y un baile.
Cuarenta años después, la figura de Juárez pasaría de la memoria al bronce. El 16 de septiembre de 1904 fue inaugurada la estatua de bronce del presidente Benito Juárez, como parte de los festejos de conmemoración de la Independencia.
En un boletín, el historiador, Roberto Baca comenta lo siguiente: “El pedestal fue erigido por el municipio y la estatua donada por lo señores José María Botello y José Ángel García, prominentes mineros en dicha época. La estatua en honor del Benemérito fue la primera levantada en el Estado de Chihuahua y una de las primeras en el país. Se ha dicho que el pedestal fue costeado por suscripción popular; pero no ha sido posible documentarlo”.
Por otro lado, uno de los documentos del Archivo Histórico Municipal de Hidalgo del Parral, enlista quiénes fueron los que donaron para la estatua de Juárez, donde se encuentran tanto funcionarios públicos, empleados del Timbre, Correo y una agencia de minería.
La Plaza Juárez, según asevera Rubén Rocha Chávez, se construyó a partir de 1902 y se concluyó con esta obra en 1905; en esos años, a los alrededores de la plaza ya se empezaba a edificar diferentes recintos desde 1902, aquel espacio ya se había establecido como un Barrio bautizado como Guanajuato.
Las construcciones que se erigieron son las siguientes, según expresa el historiador Roberto Baca: “James y Roberto Long levantaron un edificio que destinaron parte para casa habitación y otra para sus oficinas particulares. Ahí se encontraban las oficinas administrativas del Ferrocarril Parral & Durango entre otras. Ahí funcionó el Colegio Progreso y posteriormente el Instituto Parralense. (…) En otra de las cabeceras, Daniel Grubbs levantó un edificio conocido popularmente como la casa de las cien puertas por la gran cantidad de puertas y ventanas al exterior”.
En sus inicios el Barrio Guanajuato, se encontraba a las orillas de la ciudad, a tal punto que, en 1905, Joaquín Botello intercambia con el Gobierno Municipal un terreno de su propiedad de 50 metros cuadrados ubicado en el Centro por otro del Ayuntamiento de 313 metros cuadrados, el cual se localizaba precisamente en el Barrio de Guanajuato, ya que según se argumentó la tierra valía diez veces más (2.50 pesos por metro cuadrado) en el Centro en comparación a aquella zona.
Por cuestiones ideológicas (hacia el liberalismo o juarismo), por el crecimiento de la ciudad, la disposición de las familias adineradas que vivan en el Barrio de Guanajuato y Parral, la exigencia de la ciudadanía e incluso el azar, en donde se esfuman otras variables, se decidió colocar a Juárez en aquella plaza y nombrar aquel espacio en su honor para reafirmar o consolidar una identidad con el Benemérito de las Américas.
La estatua de Juárez también fue testigo de la muerte de Francisco Villa, incluso su estructura recibió algunos de los balazos que iban destinados al general y sus acompañantes; dos dejaron su marca en el bronce, uno en la parte de debajo de su saco y el otro en su entrepierna izquierda.
La estatua ha sufrido cambios tanto en su ubicación como pátina, ha posado de un extremo a otro de la plaza. Desde este sentido encontramos que la población ha tenido una relación íntima con esa plaza y esa estatua ya que ha habido un empeño en erigir estos símbolos que forman parte de nuestra identidad, historia y memoria. Y este sentimiento lo reafirma el poeta Ramón Gerónimo Olvera Cobos: “Estar por aquí es andar por la historia,/ es subir por los músculos del bronce/ hasta el soberbio corazón de Juárez”.
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