/ domingo 7 de agosto de 2022

Duane Cochran: la guerra de bailar por 30 años

Duane Cochran es parte medular de cultura en México; pianista de la OFUNAM, bailarín y coreógrafo, celebra el aniversario de Aksenti

El arte requiere de una disciplina casi militar para quien desea dedicarse a él, reconoce Duane Cochran, quien no sólo es coreógrafo y bailarín, también es pianista de tiempo completo. “Claramente no tengo vida social”, reconoce entre risas este hombre que vino a México de vacaciones por 15 días, pero acabó quedándose más de 40 años.

“Me ofrecieron trabajo a los 15 días de que llegué a México. Prometí que después regresaría a Estados Unidos a hacer mi maestría, pero ya no lo hice. Me conquistó todo el movimiento artístico que vi. Los olores, los sabores, la gente… Para un extranjero curioso y loco, México es irrenunciable. Cuando fui a mi primer Festival Cervantino, simplemente me quedé boquiabierto”, asegura en entrevista con El Sol de México uno de los artistas más multifacéticos de México.

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Originario de Detroit —ciudad emblema de la lucha racial afroamericana—, Duane Cochran forma parte medular de la vida artística mexicana. Es pianista de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) desde hace 30 años, se ha presentado en prácticamente todos los recintos como bailarín, tiene 50 obras como coreógrafo y dirige su propia compañía de danza contemporánea, Aksenti, la cual cumple tres décadas de trayectoria.

El festejo será la presentación de una puesta en escena llamada Huellas D1 Historia, el próximo 16 de agosto, en el Palacio de Bellas Artes. Se trata de un espectáculo que resume, de algún modo, los 30 años de trabajo ininterrumpido de la compañía, que ha sabido sobrevivir a todos los obstáculos imaginables. En México, vivir del arte es un deporte extremo. Y más si se trata de un grupo de danza contemporánea, que no goza de la misma cantidad de público que, por ejemplo, un colectivo de danza folclórica.

“La verdad es que el trabajo constante siempre rinde frutos, independientemente de si encuentras apoyo o no. Aunque eso sí, hay momentos de mayor abundancia que otros”, afirma Cochran, quien llegó a México durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982), una etapa de “vacas gordas” para el panorama cultural del país. Ahora, lamenta, el presupuesto destinado a la cultura es mucho menor que en otros gobiernos.

Huellas D1 Historia es el resultado de la lucha de toda la gente que ha pasado por Aksenti: bailarines, coreógrafos, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, músicos… Pero sobre todo es el ejemplo de que echar un vistazo al pasado no es una pérdida de tiempo, sino una reinterpretación de la vida misma, dice Cochran.

Y es que tener una compañía de danza independiente es una verdadera odisea. Sobre todo en el aspecto económico. Cuando eres solista, no hay mucho problema. Pero cuando se deben pagar sueldos o rentar espacios para ensayos, los problemas comienzan, advierte.

“Los apoyos públicos, como son pocos, todos estamos como buitres peleándonos por ellos”, asegura. “El sexenio de López Portillo, para mí, fue la mejor etapa, aunque muchos digan que fue una farsa. Fue la abundancia total, pagaban bien a los artistas, en todos lados podías asistir a museos maravillosos. Sin embargo, debo decir que siempre he tenido trabajo”.

El baile de la nostalgia

“Los artistas siempre queremos estrenos, obras nuevas, pero también las obras de antaño tienen su valor, y no veo por qué no recordarlas con nostalgia y melancolía. Las piezas que presentaremos son de los años noventa. Sólo una es de 2009 y la música fue compuesta por Mario Lavista”, explica el músico.

Esta retrospectiva, asegura, evidencia lo fugaz que es la carrera de un bailarín. “Hacemos un viaje entre las obras a través de cartas que escribimos. También platicamos en el foro, es un espectáculo muy teatral porque hay texto. Hablamos sobre cómo era antes y cómo es ahora, porque tenemos a las nuevas generaciones pisándonos los talones. La danza siempre está en constante evolución y la carrera, en sí misma, es muy corta”, apunta este artista que se educó con los maestros Fedor Lensky y John Cwaikala en el Interlochen Arts Academy.

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Aunque es estadounidense de nacimiento, Duane se siente tan mexicano como cualquiera que haya nacido aquí. Jamás olvida que, hace 40 años, le prometió a sus padres que sí regresaría a Nueva York a estudiar su maestría en The Juilliard School, una academia de élite y gran prestigio. Pero lo conquistó más Xalapa, la primera ciudad a la que llegó. Lo enamoró la naturaleza, la arquitectura, y sobre todo el pulso cultural de un México que se estaba abriendo al mundo, que albergaba propuestas artísticas disruptivas y que tomaba sus orígenes ancestrales para generar discursos totalmente novedosos.

“Veracruz es un estado maravilloso. Naturalmente lo tienen todo. La gente que vive allí es abierta y jacarandosa. Xalapa, en particular, por la Universidad Veracruzana, se ha convertido en un gran centro cultural de México”, señala.

El arte requiere de una disciplina casi militar para quien desea dedicarse a él, reconoce Duane Cochran, quien no sólo es coreógrafo y bailarín, también es pianista de tiempo completo. “Claramente no tengo vida social”, reconoce entre risas este hombre que vino a México de vacaciones por 15 días, pero acabó quedándose más de 40 años.

“Me ofrecieron trabajo a los 15 días de que llegué a México. Prometí que después regresaría a Estados Unidos a hacer mi maestría, pero ya no lo hice. Me conquistó todo el movimiento artístico que vi. Los olores, los sabores, la gente… Para un extranjero curioso y loco, México es irrenunciable. Cuando fui a mi primer Festival Cervantino, simplemente me quedé boquiabierto”, asegura en entrevista con El Sol de México uno de los artistas más multifacéticos de México.

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Originario de Detroit —ciudad emblema de la lucha racial afroamericana—, Duane Cochran forma parte medular de la vida artística mexicana. Es pianista de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) desde hace 30 años, se ha presentado en prácticamente todos los recintos como bailarín, tiene 50 obras como coreógrafo y dirige su propia compañía de danza contemporánea, Aksenti, la cual cumple tres décadas de trayectoria.

El festejo será la presentación de una puesta en escena llamada Huellas D1 Historia, el próximo 16 de agosto, en el Palacio de Bellas Artes. Se trata de un espectáculo que resume, de algún modo, los 30 años de trabajo ininterrumpido de la compañía, que ha sabido sobrevivir a todos los obstáculos imaginables. En México, vivir del arte es un deporte extremo. Y más si se trata de un grupo de danza contemporánea, que no goza de la misma cantidad de público que, por ejemplo, un colectivo de danza folclórica.

“La verdad es que el trabajo constante siempre rinde frutos, independientemente de si encuentras apoyo o no. Aunque eso sí, hay momentos de mayor abundancia que otros”, afirma Cochran, quien llegó a México durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982), una etapa de “vacas gordas” para el panorama cultural del país. Ahora, lamenta, el presupuesto destinado a la cultura es mucho menor que en otros gobiernos.

Huellas D1 Historia es el resultado de la lucha de toda la gente que ha pasado por Aksenti: bailarines, coreógrafos, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, músicos… Pero sobre todo es el ejemplo de que echar un vistazo al pasado no es una pérdida de tiempo, sino una reinterpretación de la vida misma, dice Cochran.

Y es que tener una compañía de danza independiente es una verdadera odisea. Sobre todo en el aspecto económico. Cuando eres solista, no hay mucho problema. Pero cuando se deben pagar sueldos o rentar espacios para ensayos, los problemas comienzan, advierte.

“Los apoyos públicos, como son pocos, todos estamos como buitres peleándonos por ellos”, asegura. “El sexenio de López Portillo, para mí, fue la mejor etapa, aunque muchos digan que fue una farsa. Fue la abundancia total, pagaban bien a los artistas, en todos lados podías asistir a museos maravillosos. Sin embargo, debo decir que siempre he tenido trabajo”.

El baile de la nostalgia

“Los artistas siempre queremos estrenos, obras nuevas, pero también las obras de antaño tienen su valor, y no veo por qué no recordarlas con nostalgia y melancolía. Las piezas que presentaremos son de los años noventa. Sólo una es de 2009 y la música fue compuesta por Mario Lavista”, explica el músico.

Esta retrospectiva, asegura, evidencia lo fugaz que es la carrera de un bailarín. “Hacemos un viaje entre las obras a través de cartas que escribimos. También platicamos en el foro, es un espectáculo muy teatral porque hay texto. Hablamos sobre cómo era antes y cómo es ahora, porque tenemos a las nuevas generaciones pisándonos los talones. La danza siempre está en constante evolución y la carrera, en sí misma, es muy corta”, apunta este artista que se educó con los maestros Fedor Lensky y John Cwaikala en el Interlochen Arts Academy.

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Aunque es estadounidense de nacimiento, Duane se siente tan mexicano como cualquiera que haya nacido aquí. Jamás olvida que, hace 40 años, le prometió a sus padres que sí regresaría a Nueva York a estudiar su maestría en The Juilliard School, una academia de élite y gran prestigio. Pero lo conquistó más Xalapa, la primera ciudad a la que llegó. Lo enamoró la naturaleza, la arquitectura, y sobre todo el pulso cultural de un México que se estaba abriendo al mundo, que albergaba propuestas artísticas disruptivas y que tomaba sus orígenes ancestrales para generar discursos totalmente novedosos.

“Veracruz es un estado maravilloso. Naturalmente lo tienen todo. La gente que vive allí es abierta y jacarandosa. Xalapa, en particular, por la Universidad Veracruzana, se ha convertido en un gran centro cultural de México”, señala.

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