La celebración de la Semana Santa Rarámuri inicia el Domingo de Ramos, con la bendición de las palmas, y llega a su punto más importante el Domingo de Resurrección, cuando los rarámuri realizan la simbólica Quema de Judas.
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Esta celebración se realiza en las diversas comunidades rarámuri de la Sierra Tarahumara, y en los asentamientos urbanos con ciudades como Chihuahua y Juárez. Siendo uno de los centros ceremoniales más importantes, la comunidad serrana de Norogachi, donde esta fiesta adquiere grandes magnitudes por la cantidad de visitantes que participan en ella.
En el centro de esta serie de rituales se encuentra la danza de los "Pintos" y los "Fariseos", una manifestación cultural que fusiona elementos ancestrales con simbolismo cristiano.
El Bien contra el Mal
En esta danza, los pintos y los fariseos no solo encarnan personajes de la Pasión de Cristo, sino que también representan conceptos que tienen que ver con la cosmovisión y la historia de resistencia del pueblo rarámuri.
La danza de pintos y fariseos destaca por el colorido de los trajes típicos, y los rostros y cuerpos teñidos con cal de los danzantes. Los pintos se cubren el cuerpo con manchas blancas, y van casi desnudos. Mientras que los fariseos llevan vestuario llamativo y la cara completamente cubierta de blanco. En ambos casos el color blanco alude a los invasores y colonos españoles, llamados en rarámuri “chabochi”.
De acuerdo al profesor Antropología Social en la Universidad de Granada, Ángel Acuña Delgado, Ya que en la cosmovisión rarámuri, los hombres blancos son hijos del diablo, y pertenecen al equipo de Judas, porque se considera que fueron los que traicionaron a Cristo. Los pintos y los fariseos contrastan con los soldados, que representan al bien y a los rarámuri y se atavían con penachos hechos con plumas de guajolote.
Después de que danzan durante horas, la intrincada ceremonia concluye con la quema de Judas, una efigie, por lo general hecha de trapos y paja, que representa el mal.
Además, este ritual está relacionado con la fertilidad de la tierra y el ciclo agrícola, de los que depende la subsistencia material del pueblo rarámuri.
Esta dualidad refleja una narrativa más profunda de resistencia cultural y lucha contra la opresión histórica y las dificultades que ha enfrentado el pueblo rarámuri desde la llegada de los europeos a su territorio.
La danza de los pintos y los fariseos es mucho más que una simple recreación teatral. Tiene por una parte, un profundo significado religioso. Y además, cifra la historia y la identidad de los rarámuri, recordando las injusticias sufridas por su pueblo a lo largo de los siglos.
En esta Semana Santa, mientras los rarámuri danzan entre las montañas y los cañones de su tierra ancestral, continúan transmitiendo un mensaje de resistencia, resiliencia y esperanza a través de una danza que trasciende el tiempo y el espacio, recordándonos la importancia de preservar y respetar las diversas culturas que conforman la riqueza de México.
Nota original: El Heraldo de Chihuahua