Memorias de Chihuahua
El descontento causado por el fracaso social del proyecto de nación del general Díaz encontró en Chihuahua un eco de dirigentes revolucionarios miembros de la clase alta y familias bien acomodada dispuestos a tomar las armas, estos personajes que hoy no recordamos son igual de importantes que el mismo Pascual Orozco o Francisco Villa.
Para el año de 1911 en Casas Grandes ya se había organizado el escenario geográfico revolucionario perfecto, el dirigente fue el joven Práxedis G. Guerrero quien junto a las notas del periódico regeneración tinta de los hermanos Flores Magón se encumbrarían las ideas revolucionarias en José Inés Salazar el hijo predilecto de Casas Grandes y Rodrigo M. Quevedo futuro gobernador del estado de Chihuahua. A partir de este excelente resultado la región de Casas Grandes se convirtió en una de las bases más importantes de apoyo al partido liberal mexicano a nivel nacional. Para cuando Madero lanzó su convocatoria el 20 de noviembre, los liberales de Casas Grandes ya contaban con un largo historial que se remontaba algunos años atrás este proselitismo existente en los colorados o gallos del rebote como también se les conocía a estos jóvenes que empuñaba las armas con un fervor revolucionario de lo más radical aún que pertenecientes a familias bien acomodadas no estaban de acuerdo con el tipo de gobierno se reunían a la sombra de una vieja y alta pared de adobe a jugar rebote donde misteriosos hablaban de una conspiración para darle fin al mal gobierno, para darle vida a uno más Justo y democrático que evidentemente requerían los mexicanos.
A pesar de su suspicacia esta conspiración fue descubierta a principios del 1908, cuando el jefe político fue informado de los jóvenes insurrectos envió un comunicado al gobernador del estado Enrique C. Cree notificándole sobre un movimiento sedicioso en la región de Casas Grandes. Se realizaron cateos por parte de la policía en donde encontraron las listas de los militantes, decenas de esto simpatizantes fueron arrestados y encarcelados.
El 13 de julio Enrique C. Creel informó a Porfirio Díaz que se internaron en la penitenciaría del estado 34 procesados provenientes de Casas Grandes y el 15 de enero de 1908 por órdenes del dictador fueron trasladados en tren a Ciudad de México y posteriormente al Puerto de Veracruz a la prisión de San Juan de Ulúa, bajo el cargo de conspirar en contra del régimen del general Porfirio Díaz en el año 1908. A excepción de Silvestre Quevedo, José Inés Salazar quienes fueron absueltos en Chihuahua bajo extrañas circunstancias pero sus compañeros no tendrían el mismo destino de Manuel Orozco jamás se registró su salida y el resto fueron torturados y algunos murieron en prisión, lejos de su hogar, cuando los sobrevivientes fueron liberados la mayoría se incorporaron nuevamente a las filas revolucionarias de Madero ya que el movimiento magonista había quedado sin pies y cabeza.
El 14 de febrero madero ingresó a México con la firme convicción de tomar la plaza de Casas Grandes indispensable en su plan, contaba con el apoyo de 30 norteamericanos al mando de Alberto Harrington veterano de la guerra hispanoamericana y aproximadamente 700 revolucionarios agregados a lo largo de su trayecto de la frontera a san Buenaventura lugar en el que acordó atacar al cuartel de Galeana el cual suministraba a Casas Grandes una vez cumpliendo este objetivo el 5 de febrero llegaron a la hacienda del refugio en donde planearon el ataque de la plaza de Casas Grandes para madero era un obstáculo pequeño para dar su paso triunfal a Ciudad Juárez en donde se encontraba el general Navarro a cargo del destacamento federal.
Casas Grandes solamente contaba con los militares del 18 batallón de infantería a cargo del Coronel Agustín Valdez aproximadamente con 500 activos entre voluntarios, oficiales, rurales y una ametralladora.
Esto confió a Madero quien, arrebatado por sus impulsos, el 6 de marzo de 1911 atacó Casas Grandes sin contemplar ciertos aspectos importantes como que las fuerzas de Orozco, su mayor aliado estaba a dos días de Casas Grandes, haciéndole imposible apoyarlo en la batalla o la falta de prevención en cortar las líneas del telégrafo que facilitó al enemigo solicitara apoyo, esto fue contra de cualquier lógica militar puesto que en caso de requerir apoyo se encontraba completamente desprotegido.
Madero calculó que el triunfo sería fácil y con esto pensaba elevar su autoridad moral sobre los jefes de la revolución en Chihuahua pero cuando el coronel Agustín Valdés se dio cuenta que una fuerza revolucionaria superior los atacaría solicitó el apoyo al coronel García Cuellar el cual estaba en la estación Guzmán y se desplazó a gran velocidad a bordo del tren hacia Casas Grandes con fuertes unidades de refuerzo.