Memorias de Chihuahua
13 de agosto de 1962. Las lluvias en el municipio de Nuevo Casas Grandes se encontraban en su apogeo. Tarde tras tarde, la población neocasagrandense salía a las afueras de su hogar para gozar del fresco y de aquel aroma tan exquisito que la tierra mojada ofrecía. Sin embargo, no todos tenían la posibilidad de gozar estos privilegios, sobre todo los reos, los cuales se encontraban en la cárcel municipal anhelando salir lo más pronto posible.
En dicha cárcel se encontraban los reos Ramón Granados Roan, al que le apodaban el Pichirrina, y Leopoldo Grajeda, ambos acusados de robo y quienes habían entablado una amistad al interior de la cárcel. Ramón provenía del municipio de Zaragoza, su estatura era mediana y de complexión robusta. Como seña particular tenía una cicatriz poco pronunciada en la ceja derecha a consecuencia de una pelea callejera en sus años mozos; para el caso de Leopoldo no había mucha información, y con justa razón, ya que el verdadero dolor de cabeza había sido la Pichirrina.
Conforme pasó el tiempo, la confianza entre Leopoldo y el Pichrrína había aumentado considerablemente, al grado de que Leopoldo le confesó a Ramón que desde hacía tiempo había trabajado en un plan para darse a la fuga. Este último demostró un gran interés por el plan de su amigo, esperando así el momento indicado para correr a la libertad.
Fue así que el 13 de agosto de 1962 a las 9:00 de la noche, en la celda 9, Leopoldo se acercó a Ramón para decirle que se preparara, que el momento había llegado y no podían fallar. Posteriormente, Leopoldo se acercó al muro y quitó un emplaste; atrás de este había un boquete y solo fue cuestión de retirar algunos adobes y ladrillos para dar a la calle. En cuanto este terminó, ambos emprendieron la fuga por caminos separados, siempre alerta para que nadie los pudiera observar.
La Pichirrina sin pensarlo dos veces optó por escapar de la ciudad de Nuevo Casas Grandes. Primero se dirigió a las afueras de la población por el lado del río hasta llegar al rancho “El Cuervo”; posteriormente se fue hasta Agua Prieta de ride hasta llegar al poblado de Nogales, Sonora. Ahí consiguió la forma de brincar a los Estados Unidos con el propósito de buscar empleo, sin embargo, las autoridades estadunidenses no tardaron en deportarlo por su condición de ilegal, y como consecuencia de lo anterior, el prófugo Ramón fue deportado hacia Ciudad Juárez.
Estando en Juárez, la Pichirrina se las vio negras. No tuvo un techo en el cual quedarse y menos algún bocado que probar, y tan solo el hecho de acercarse a algún albergue a pedir ayuda le ocasionaba pánico, ya que temía el que lo reconocieran. Para su suerte, pudo encontrar trabajo en una cantina de mala muerte atendiendo a los borrachos que asistían a aquel lugar.
Al mes de haberse fugado de aquella cárcel, dos pensamientos transitaban en la cabeza de Ramón. Entre estos se encontraba la esperanza de que las autoridades hubiesen bajado la guardia en la búsqueda de los prófugos; y el otro, la necesidad de ir a visitar a su querida madre, a la cual extrañaba considerablemente.
Fue así que emprendió su vuelta hacia Nuevo Casas Grandes; al llegar abrazó a su mamá fuertemente y la puso al tanto de todo lo que había hecho desde aquella vez que se escapó. Sin embargo, a las pocas horas esto tendría su fin, pues aparentemente los vecinos de la mamá de la Pichirrina dieron aviso a las autoridades siendo este el fin de las vacaciones penitenciarias que el buen Ramón se tomó.
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